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Recordando a Rafael Ortega

Lunes, 15 May 2023    Puebla, Pue.    Horacio Reiba | La Jornada de Oriente   
Figura para aficionados de verdad más que para públicos volubles
Cuesta trabajo pensar en Rafael Ortega en tiempo pasado. Tan súbitamente llenos de pasado ante su irremediable ausencia. Porque con Rafael Ortega Blancas (Apizaco, 10-03-70–Utha, EU, 08-05-23) se ha ido un magnífico torero y una persona buena. Y porque por azares de la vida nos tocó de cerca asistir a sus prometedores comienzos, su lucha por hacerse de un lugar entre la torería de su tiempo y su triunfo definitivo con la Plaza México como testigo.

Siempre con Puebla como eje de su trayectoria, desde la placita de Coca al despuntar los años ochenta y la alternativa que le confirió Manolo Arruza con el toro "Brillantito" de Reyes Huerta (23–12–90, en El Relicario y con David Silveti de testigo), sus tres manos a mano con El Zotoluco y su posicionamiento como figura importante. Se puede decir que de aquí salió para convertirse en el último torero que ha cortado apéndices en la Plaza México en diez actuaciones consecutivas –se dice fácil–, entre el 7 de enero de 1996 y el 21 de diciembre de 1997. Hazaña que merece pormenorizarse.

Plaza México: 50 orejas y dos rabos

Dominador capaz de los tres tercios, de corte clásico y técnica impecable, nunca contó Rafael con el favor de las empresas, según lo prueba que su confirmación capitalina se anunciara en un cartel para meritorios y en noche de jueves (23–09–93, con Alberto Galindo "El Geno" de padrino y José Luis Herros como testigo), lo que no fue obstáculo para que desorejara a "Azuceno", el de la ceremonia. De momento esa oreja no le redituó gran cosa, y fue hasta dos años más tarde cuando consiguió que lo pusieran delante de una respetable corrida de Huichapan –ganadería no apta para figurines– con el trofeo auricular que le arrancó al complicado "Monarca", tercero de esa tarde, comenzaba la seguidilla de triunfos que lo colocó en figura. 

Figura para aficionados de verdad más que para público volubles y superficiales. En provincia, donde esta circunstancia se acentúa, aprendió a hacer concesiones a las galerías conforme le iban creciendo los colmillos y se volvía más filoso su estoque. Pero en la capital, ya entrados sus tendidos en franca decadencia, su tauromaquia siguió siendo la más cabal. Iba a redituarle esas diez tardes sin dejar de tocar pelo que ya están en la historia.

10 tardes, 17 orejas

Citados uno a uno, los diez triunfos consecutivos de Rafael Ortega en la Plaza México se desglosan así: 07–01–96, "Monarca" de Huichapan: una oreja; 21–01–96, "Concho", de Fernando de la Mora: dos orejas; 24–03–96, "Martincho" de Martínez Ancira: dos orejas y la Oreja de Oro, disputada por seis matadores; 17–01–96, "Lazador" de La Soledad: oreja; 19.01.97, una oreja de "Toledano" y dos de "Azafrán", dos tíos cinqueños de Javier Garfias; 23–02–97, "Herrerito" de De la Mora: dos orejas; 16–03–97, dos orejas de "Rumboso" y vuelta al ruedo con "Azafrán" de Huichapan, tarde en la que perdió la vida el rejoneador Eduardo Funtanet; 23–03–97, "Chiquirrín" de Armilla Hermanos: una oreja y su segunda Oreja de Oro; 02–11–97, a oreja por toro, llamados "Sospechoso" y "Cariñoso" de Martínez Ancira; 21–12–97, oreja de "Paño Fino", de La Venta del Refugio. 

En conjunto, Rafael hizo cuarenta y tres paseíllos en el coso de Insurgentes y cobró 50 orejas y dos rabos. El primero, en su mano a mano con El Zotoluco (28–11–04, del toro "Fandango" de Fernando de la Mora), que marcaría un prolongado alejamiento de la México decretado por aquel empresario de amarga memoria que se atrevió a insultar a Rafael llamándolo "indio acomplejado" porque se atrevió a reclamar un trato menos injusto por parte del mencionado. Ese año, por excepción, lo había encartelado el 5 de febrero con Pablo Hermoso de Mendoza, El Zotoluco y Enrique Ponce, que paseó tres orejas pero, en lo estricto, tuvo que ceder ante el torerismo del tlaxcalteca, que le cortó una oreja a "Regalito" de Julio Delgado y las dos a "Cachorrito" de Teófilo Gómez. Digna de buen recuerdo es también la presentación en la México del encastado hierro de Barralva (03–03–02), con otras tres orejas para el torero de Apizaco ("Clavelillo" y "Cara Sucia").

Rafael Ortega se despidió en la México el 15 de diciembre de 2014 con otra gran faena, que el juez premió, con exceso, con el rabo de "Ferruco" de Los Cues. Rafel tuvo el rasgo de rechazar el rabo, antes de salir de la plaza en hombros.

Torero de Puebla

Lo fue desde novillero, triunfador absoluto de dos temporadas novilleriles organizadas por Raúl Coca y Popo Tamburrino en la simpática portátil que instalaron en las afueras de la ciudad, por rumbos de Chilotzingo. En su alborada apuntaba maneras muy clásicas y llamaba la atención su claridad mental y suficiencia técnica. Luego de la alternativa se encontró con que el Ortega apoyado a fondo por la empresa López Lima era su hermano Alberto. 

Hasta que, apelando a una mezcla de torerismo innato y ocasional populismo, Rafael consiguió situarse en el ánimo de los poblanos. Y nos regaló con varias faenas de perdurable recuerdo, entre las que destaco las dos –templadas, redondas, dominadoras, torerísimas—del día de la alternativa de Jerónimo, muy por encima de los toros de Lebrija que le correspondieron –"Revistero" y "Jacarandoso"– a los cortó una y dos legítimas orejas, por una de Enrique Ponce, cuya presencia parecía motivarlo, en Puebla y en México, donde sólo lo tuvo dos veces de alternante.  Aunque para mí, su faena cumbre en "El Relicario" –donde paseó varios rabos e indultó dos ejemplares– se la cuajó, por naturales de gran clase en series largas y templadas, al toro "Arete" de Mariano Ramírez (13–10–01), encartelado con Pablo Hermoso de Mendoza y Jerónimo

En Puebla y Tlaxcala pudo montarse una rivalidad de lo más interesante entre Rafael y El Zapata, pero empresas y apoderados no lo vieron así. Como asimismo rehuyeron cualquier asomo de competencia, perfectamente factible, entre Rafael Ortega y cualquiera de las figuras hispanas de su tiempo, ellos sabrán por qué.

Pero no toquemos lo irremediable. Desgraciadamente, Rafael Ortega Blancas no pertenece más a la dimensión por la que mientras tanto transitamos. Deja un hueco grande y un hermoso recuerdo.


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