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Rafael Ortega o el triunfo de la disciplina

Lunes, 08 May 2023    CDMX    Juan Antonio de Labra | Foto: Archivo     
El tlaxcalteca cubrió toda una época de la Fiesta en ruedos de México
La repentina y triste muerte de Rafael Ortega ha conmocionado al medio taurino, y más todavía tratándose de un torero querido y respetado, un hombre de familia dedicado a sus negocios, a sus amigos, que hoy se ha ido dejando de sí una estela de éxitos en los ruedos de México.

Rafael Ortega Blancas nació en Apizaco el 10 de marzo de 1970 en el seno de una familia muy taurina, en la que su padre había sido el fundador de una dinastía de gente del toro en distintas facetas, siendo la de transportistas, dueños de cuadras de caballos, empresarios y apoderados, así que en medio de dicho ambiente no fue difícil que, tanto su hermano Alberto, que le llevaba varios años, como el propio Rafael, decidieran hacerse toreros, lo mismo que Víctor, que optó por ser picador por su frecuente contacto con los caballos.

Y así dio sus primeros pasos como novillero, alentado por todo su clan, y con la complicidad de los ganaderos de Tlaxcala, en cuyas tientas se han forjado, de la misma manera, los soñadores de gloria que han caminado en esto del toro, algunos con mayor éxito que otros.

Rafael sería uno de éstos, pues desde temprana edad mostró una gran intuición para andar delante de las becerras, a las que también aprendió a banderillear en las plazas de tienta, fiel a esa tradición existente en su región de saber cubrir el segundo tercio, del que sería un buen exponente de una suerte que, años más tarde, vino a enriquecer su sólida tauromaquia.

Los primeros años...

Debutó como novillero a los 16 años, en la plaza "La Taurina" de Huamantla, en la feria de agosto de 1986, y 14 meses después hizo su presentación en la Plaza México, el 4 de octubre de 1987, al lado de José Luis Herros y Edgar Bejarano, con el novillo "Marchantito", de la ganadería de Piedras Negras, de don Raúl González, que lo apoyó tanto como a otros toreros tlaxcaltecas pasados y posteriores.

Toreó otras cuatro novilladas más en La México en tiempos del Patronato Taurino del Distrito Federal, Temporada Chica en la que sumó cuatro tardes, con ejemplares de las ganaderías de Rancho Seco (11-06-1989), José María Arturo Huerta (06-08-1989) y Progreso San Mateo (23-09-1989). Su primera oreja en el coso capitalino se la cortó al novillo "Pipo", el 9 de julio de ese mismo año 89, del hierro de El Batán.

Llegó a la alternativa como novillero puntero, y fue en la plaza "El Relicario" de Puebla, su ciudad de residencia desde hace muchos años, donde Manolo Arruza le cedió la muerte del toro "Brillantito", de la divisa de Reyes Huerta, en presencia de David Silveti, la tarde del 23 de diciembre de 1990.

Casi tres años tardó en llegar a la Plaza México a confirmar su alternativa, efeméride que tuvo lugar el 23 de septiembre de 1993 en una corrida modesta, siendo su padrino Alberto Galindo "El Geno", y Herros el testigo, con el toro "Azuceno" de la ganadería de Mariano Ramírez (hoy Puerta Grande), al que le cortó una oreja, la primera de una larga lista de apéndices obtenidos en este escenario como matador de toros.

Su ascensión a la cumbre de la torería nacional se dio paulatinamente, y fue ganando terreno en cosos de provincia, gracias a su variedad con el capote, su facilidad con las banderillas y su seguridad con la espada, con la que comenzó a ser noticia ya que casi siempre salía con orejas en su espuerta, luego de perfilarse en corto y por derecho, con la punta del acero dirigida hacia el morillo y una gran facilidad para hacer la suerte suprema con ritmo.

Un de las tardes más importantes de su carrera ante de dar el campanazo en la Plaza México, tuvo lugar el 25 de abril de 1996 en la Monumental de Aguascalientes, donde se alzó con un gran triunfo al indultar al toro "Grano de Oro", de la ganadería de Begoña, un toro colorado que el echó mano en el tercio de banderillas, mientras intentaba clavar un par por el pitón izquierdo. 

Desde entonces, Rafael le cogió manía a pasar por ese lado y se convirtió en un banderillero que sólo clavaba por el pitón derecho, de ahí que la inmensa mayoría de sus tercios con los palos los resolviera con un par al violín, pasando por el otro lado, precisamente para desengañar a los toros.

El despegue definitivo

Como era de esperarse, ese triunfo lo puso a funcionar en las plazas de don Alberto Bailleres, y de la mano de su hermano Othón Ortega, que defendió sus intereses y fungió como un diligente apoderado. Así fue como esta mancuerna comenzó a dar muy buenos resultados, siempre con la complicidad de un entrañable amigo de Rafael, que hacía las veces de jefe de prensa: Ismael Ríos –también ya fallecido, el 20 de septiembre de 2020–, lo que supuso una desgracia que pesó muchísimo en el ánimo del torero.

En la Temporada Grande 1996-1997 toreó varias corridas y cortó nueve orejas. En la última corrida del ciclo tuvo la fortuna de toparse con el toro "Martincho", al que le cortó dos apéndices para ganar el trofeo de la Oreja de Oro, en una tarde donde compartió cartel con el rejoneador Gerardo Trueba, Eulalio López "Zotoluco", Alejandro Silveti, Mario del Olmo, Leonardo Benítez y Alfredo Ríos "El Conde". Este triunfo lo llevó a otro nivel y a partir de ese momento no se bajó del carro y consiguió consolidar su cartel.

Gracias a su constancia, en esos años se convirtió en uno de los pilares de La Fiesta mexicana en franca competencia con Zotoluco, con el que mantuvo una acérrima rivalidad que inclusive llegó a los golpes en el año 2005, cuando coincidieron en un restaurante de Zacatecas un día que habían toreado juntos.

Este pleito fuera del ruedo atrajo mucho interés de los medios y, por consiguiente, de los públicos que quisieron confrontarlos en varios mano a mano, y así fue como siguieron adelante cada uno con su estilo, sus recursos, tratando de granjearse la simpatía de la gente a mediados de aquella década de aridez en la baraja taurina, en los años previos al surgimiento de otros toreros como Arturo Macías o Joselito Adame, y todos los que vinieron con el devenir de los años, y que comenzaron a plantarle cara a las figuras consagradas que comenzaron a rumiar sus respectivas despedidas.

La confirmación en Las Ventas de Madrid

Años antes, en el verano de 2001, Rafael cruzó el Atlántico para confirmar su alternativa en la plaza de Las Ventas de Madrid, hecho que tuvo lugar el 24 de junio de 2001, en una corrida de la temporada madrileña, en la que el venezolano Leonardo Benítez fungió como padrino, ante la presencia de Ruiz Manuel. El toro de la ceremonia se llamó "Escandaloso", número 20, negro listón, con 510 kilos y pertenecía al hierro de Los Derramaderos, antes Hermanos Núñez. Su balance fue de palmas tras aviso y silencio, en una tarde complicada porque los dos toros de su lote fueron tan descastados como complicados, ante los que solamente pudo mostrar su bien aprendido oficio.

A lo largo de su carrera fue poco castigad por los toros, siendo la fractura de la clavícula derecha y la conmoción cerebral sufrida en la Plaza México el 19 de febrero de 2006, uno de los momentos en los que se vio comprometido, cuando un toro de Rancho Seco le echó mano de fea manera provocándole dicha lesión, de la que tardó un tiempo considerable en recuperarse.

La carrera taurina de Rafael Ortega siguió su curso con la misma regularidad en los triunfos, y fue eso la clave de su éxito, basado en la entrega y el profesionalismo, y su paso por las ferias de provincia se apuntalaba en sus triunfos de la Plaza México, donde siempre conservó su cartel hasta la tarde de su despedida, que tuvo lugar el 15 de diciembre de 2013, cuando alternó con Juan José Padilla y le confirmó la alternativa a Salvador López. Esa tarde salió a hombros con el jerezano tras cortar el rabo al toro "Ferruco", número 90, de 490 kilos, perteneciente a la ganadería queretana de Los Cues.

Al cabo de un tiempo, Rafael decidió volver a torear quizá alentado por un logro que le quedaba por conquistar: rebasar la difícil cifra de las mil corridas, y que quedó muy cerca de conseguirlo. Al margen de no haber conquistado ese número, su nombre ha quedado inscrito en la tauromaquia mexicana, como uno de los toreros más representativos de su época, la que siguió a la que marcaron toreros como Miguel Espinosa “Armillita”, David Silveti o Jorge Gutiérrez.

El adiós definitivo de los ruedos

La última vez que Rafael Ortega se vistió de luces fue el 8 de octubre de 2019 en la plaza hidalguense de Tlahuelilpan, donde cortó tres orejas a los toros de La Paz, ataviado con un terno azul rey y oro, que fue uno de sus colores favoritos. Esa tarde compartió cartel con Jorge Sotelo y Arturo Saldívar.

Una vez retirado por competo de los toros se dedicó a la política e incursionó como diputado local, papel que desempeñó con entrega y ganas de ayudar a la gente. También fue candidato a la presidencia municipal de su Apizaco natal, sin conseguir ganar las elecciones para ocupar el cargo.

A pesar de este contratiempo en su vida como servidor público, Rafael mantuvo su compromiso y además lo extendió a la fiesta de los toros, pues hace tres años había constituido una empresa taurina con el apoyo de su esposa y sus hijos, con la finalidad de dar toros, sobre todo durante la dura época de la pandemia, siendo uno de los primeros en aventurarse a abrir una plaza de toros, la Jorge "El Ranchero" Aguilar de Tlaxcala, con muy poco público en los tendidos, derivado de las severas restricciones que habían sido impuestas por las autoridades sanitarias.

Y no cejó en su empeño de seguir dando toros, siendo una corrida en Apizaco, apenas el reciente 4 de febrero, donde celebró la última que iba a organizar, con un cartel compuesto por José Mauricio, Andrés Roca Rey y José María Macías, con toros de Villa Carmela.

Ahora el destino le tenía un camino distinto, y de manera sorpresiva se le apareció la muerte a un hombre de buenos sentimientos, educado y respetuoso, que a los suyos les deja la enseñanza de la disciplina; la constancia en sus anhelos; la voluntad para afrontar cualquier adversidad. Descanse en paz Rafael Ortega, un torero profesional y honrado donde los haya.


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