Tauromaquia: Las ferias en El Toreo (II)
Lunes, 14 Abr 2014
Puebla, Pue.
Horacio Reiba | Opinión
La columna de este lunes en La Jornada de Oriente
En 1964, El Toreo de Cuatro Caminos había regresado a la órbita de la empresa de La México –ya sin Alfonso Gaona al frente–, que juzgó conveniente calentar su temporada grande programando una feria previa en este coso. Eje de la misma sería El Cordobés, que con cincuenta tardes toreadas ese año en nuestra república seguía sin confirmar en el embudo de Insurgentes.
Paco Camino y Gabriel de la Haba "Zurito", cordobés como Benítez, completaban la presencia hispana del elenco; José Huerta, Jaime Rangel y Alfredo Leal encabezaban la contraparte nacional. Y casi todos se estrellarían en un desastre ganadero. Con la agravante de que Manuel Benítez se reservó tres encierros de muy magra presencia, que contrastaba con la arrogancia los de Santo Domingo, José Julián Llaguno y Tequisquiapan. Al final, el éxito económico sólo había logrado multiplicar la sensación de vacío que la afición experimentó.
Primera parte para olvidar
La feria se estructuró en torno a dos fines de semana, con apertura el viernes 20 de noviembre y cierre el martes 1 de diciembre, coincidente con la investidura presidencial de Gustavo Díaz Ordaz, lo que no impidió que la plaza se llenara por octava vez.
La tanda inicial de corridas resultó un auténtico fiasco (20 de noviembre: Antonio Del Olivar, Camino y Rangel con toros de Jesús Cabrera, inflados y aplomados; día 21: Leal, Raúl García y El Cordobés, con Reyes Huerta, pobres de cabeza e inciertos; día 22: Rafael Rodríguez, José Huerta y Zurito con reses de La Laguna, sosas hasta la desesperación; lunes 23: Rangel, Víctor Huerta, El Cordobés y de Valparaíso el pésimo y anovillado encierro. Lo único que vimos fue un quitazo por chicuelinas del sevillano Camino con "Salukiki", el segundo cabrereño, más deslumbrante por cuanto contemplábamos por primera vez ese cite frontal desde muy largo, seguido de la alada sucesión de giros de los que posteriormente haría una especialidad Manolo Martínez, y que luego han ejecutado tantos, exagerando el ceñimiento a cambio de sacrificar armonía y pureza de trazo. También una emotiva faena de Raúl García a "Cupido", el quinto de Reyes Huerta, con el que se la jugó en serio. Ciertos destellos de clase de Del Olivar y Leal, y una faena rabiosilla de El Cordobés, que fracasó con la espada, no alcanzaron a disimular aquella decepción en cuatro capítulos, que, para colmo, incluyó sendos toros vivos para Jaime Rangel y Víctor Huerta, a cambio de dos únicas orejas para Raúl.
Insuficiente mejoría
Algo se compusieron las cosas en el segundo fin de semana, sobre todo porque la corrida de Santo Domingo del sábado 28 (Juan Silveti, Huerta y Camino) tuvo poder y cara, y el de Tetela estuvo formidable y desorejó a "Antequerano", el bravo y encastado quinto de una tarde en la que Paco, insólitamente ganoso, regaló un séptimo y repitió su quite por chicuelinas, menos logrado, y Juanito Silveti tuvo un descalabro de tres avisos con otro obsequio, de Reyes Huerta.
Al día siguiente, toda el brillo se concentró en la primera faena de Humberto Moro, que muleteó con hondura y despaciosidad a "Orfebre", de José Julián Llaguno, y sólo dio la vuelta al ruedo porque falló al matar; Rangel continuó como ausente, y Zurito –inexpresivo y destemplado– tuvo un fracaso de tal magnitud con el magnífico "Bordador" que no volvió a México ni siquiera para confirmar su alternativa. Abrió plaza, cumpliendo a secas, el rejoneador Juan Cañedo.
La del 30 de noviembre fue nocturna y el encierro de Mimiahuápam insignificante. Como Huerta estuvo lejos de repetir triunfo y el Pepe Luis Vázquez nacional apenas cubrió con decoro su papel de primer espada, Manuel Benítez encontró el campo libre para reivindicarse a su gusto y al de sus admiradores, que colmaban el coso y aclamaron sin cesar su vibrante y personal faena al nobilísimo "Diamante", novillo de vuelta al ruedo del que se llevó el único rabo de una feria cuyo broche, al día siguiente, engalanó con clase y señorío Alfredo Leal, al cuajarle al abreplaza "Aladino" la faena más fina y templada del ciclo, premiada con dos orejas. Fue lo rescatable de la corrida de Tequisquiapan, anunciada inicialmente como de "triunfadores", aunque a la postre la empresa tuvo que recurrir a quienes, como Rangel y el propio Leal, apenas habían cumplido en tardes anteriores. Huerta, Raúl García, Camino y El Cordobés se fueron en blanco, y la serie terminó tan grismente como en general había transcurrido.
Manolo y las ferias del 67
Quizás fuera un exceso colgar la denominación de "ferias" a los cinco fines de semana –dos en julio y tres en noviembre-diciembre– con que la empresa capitalina decidió aprovechar la clamorosa irrupción de Manolo Martínez en la escena taurina nacional. Tan en celo se encontraba el joven ídolo que ni siquiera una cornada grande, infligida en Nuevo Laredo por un toro de la ganadería de su hermano Gerardo (28-05-67) impidió que partiera plaza y se llevara la tarde inicial de la primera serie –sábado 22 de julio--, en la que su primero de Mimiahuápam, "Rebeco", lo tuvo un buen rato entre los pitones sin lograr amedrentarlo, pues no sólo le cortaría la oreja, sino que se arrimó aún más al difícil "Gaonero", antes de pincharlo (dio vuelta). Los toros de Barroso Barona sacaron casta y presencia, y Alfredo Leal se vio obligado a saludar tres veces desde el tercio tras bordar un quite memorable, por verónicas hondas y lentísimas, con el primero de Eloy Cavazos, que estuvo simplemente valentón.
Supuesta culminación de la "feria", el primer mano a mano entre Capetillo y Martínez casi lo arruina un encierro chico y manso de Jesús Cabrera (29-07-67): se salvó porque Manolo estaba incontenible y, a despecho de sacar nuevamente rota la taleguilla, obligó al rajado y remiso cuarto a tragar unos naturales asombrosos; las orejas de éste “Tulipán”, perdidas con la tizona, las compensó con la del cierraplaza "Pajarito". Capeto no se vio. Y el resto de la serie –las dos corridas dominicales, con mansos de Valparaíso para Capetillo, Finito –ambos con vuelta al ruedo– y Calesero Chico (23-07-67); y de Reyes Huerta (30-07-67) para Gastón Santos, Raúl García, su tocayo Contreras y Cavazos –abroncados los dos primeros– apenas dejaron huella. A Ricardo Balderas el tercero de Valparaíso, "Comodín", lo hirió de gravedad. Ni qué decir tiene que el Azteca de Bronce en diputa, Rodolfo Gaona se lo entregó a Martínez.
Grandes faenas
Prolegómeno feliz de una temporada opaca en la México, la "feria" de otoño en Cuatro Caminos le depararía a la afición tardes y faenas de recuerdo imperecedero. Los carteles fueron éstos: 19 de noviembre, Capetillo, Leal y Huerta con toros de Reyes Huerta; lunes 20, Finito, Manolo y Caleserito, toros de Moreno Reyes Hermanos (Cantinflas); domingo 26, Gastón a caballo y a pie Leal, Huerta y Finito, con mansos de El Rocío, y domingo 3 de diciembre de 1967, Capetillo y Martínez mano a mano con seis de Mimiahuápam.
Sobre el primer par de festejos, Alameda cabeceó su crónica así: "Faena al manso fácil (Leal, dos orejas) y al manso difícil (Manolo, una oreja)" (El Heraldo de México, 21 de noviembre de 1967), síntesis bastante fiel de lo acontecido, pues si Alfredo instrumentó una fluida y bella sonata con "Mecatito" de Reyes Huerta –nada quiso saber de los caballos pero acudió con un son musical a la elegante muleta del capitalino--, el regiomontano entabló una verdadera lucha con el áspero, probón y puede que burriciego tercero de Cantinflas, "Embustero" de nombre y de hechos. Se preguntaba Juan Pellicer, en su crónica del Esto, por el torcido criterio de un juez que, tras esa gesta, sacó sólo un pañuelo, luego de darle a Leal las dos orejas de un burel de gran docilidad.
Capetillo-Martínez y su célebre mano a mano
El propio José Alameda comparaba el apotéosico cierre de feria (03-12-67) con tardes históricas como la de "Clarinero" y "Tanguito" o la de Lorenzo Garza y Manolete con los de Pastejé. Y el tiempo le ha dado la razón. En realidad, la faena suprema se la cuajó Manolo a "Presidente", el segundo de un encierro soñado de Mimiahuápam: lo pinchó y casi fue mejor, pues los posteriores naturales no los repetiría ni él mismo; bordó tres faenones el reinero y el rabo del cierraplaza "Toñuco" casi era obligado, tras el que Capetillo le cortó a ley al quinto, "Arizeño", un toro de vuelta al ruedo. Corrida mítica, sobre la que se han sembrado verdades y mentiras a pasto.
Manolo, Eloy y la cornada de “Pablito”
La del otoño siguiente sería no sólo la última feria en El Toreo, sino el canto del cisne del añorado coso, pues los intentos de resucitarlo en los 90 poco iban a agregarle. Siete festejos, entre el 20 de noviembre y el 3 de diciembre del 68, con la coda de un mano a mano Martínez-Cavazos, a quien se le había otorgado El Azteca de Bronce, no sin discusiones que, justamente, forzaron a ese cerrojazo no incluido en la cartelería inicial.
En ese festejo final la única oreja la obtuvo Manolo de "Espléndido", el primero de Garfias. Él mismo había cobrado también las dos primeras –de "Centenario" de Jesús Cabrera, negro girón con mucho que torear: 20-11-68– así como, en su segunda tarde, otra más de "Tanguero", tras faena de delicado temple al débil astado de José Julián Llaguno (23-11-68). Igual de sobrado se vio en el festejo de seis espadas previsto como broche de la serie aunque, por culpa de su deficiente estoque, la única oreja de aquella noche la cobró, entre palmas y pitos, el malagueño Miguel Márquez, tras aprovechar a medias a "Habano", mimiahuapeño cárdeno de gran calidad.
La nota trágica del ciclo fue la bárbara cornada en el bajo vientre que "Pablito", de Reyes Huerta, le infligió a Joselito Huerta, al enfrontilarlo de lleno contra las tablas cuando intentaba iniciar arrodillado la faena de muleta (30-11-68). José enfrentaba a un público contrariado por el escaso trapío del encierro reyeshuertino, y el cornicorto pero certero astado casi acaba con su vida. Consternada, la gente reaccionó en forma desmedida a una excelente faena de Eloy Cavazos, que cobró de "Silencioso" su primer rabo en la capital. Incluso Palomo Linares, pueblerino toda la tarde, le cortó un apéndice a cariavacado burel de obsequio. Contrastaba el protestado encierro con los encastados pastejés que seis días antes habían traído de cabeza a Huerta, Jesús Solórzano y Márquez. Y también con el arrogante sexteto de Tequisquiapan lidiado al día siguiente (01-12-68) y ante el cual Diego Puerta dijo adiós a México dando torerísima lección de pundonor y maestría.
Carteles de la última feria en Cuatro Caminos
20-11-68: Finito, Martínez (dos orejas) y presentación de Miguel Márquez; toros de Jesús Cabrera / 23-11-68: Manolo (oreja del cuarto), Eloy (oreja del segundo) y debut del sevillano Manolo Cortés; flojos los de José Julilán Llaguno / 24.11.68: Huerta (oreja del séptimo), Solórzano y Márquez, con Pastejé / 30.11.68: Huerta (herido de suma gravedad por "Pablito", el cuarto), Palomo (oreja del séptimo) y Eloy (rabo del sexto); chico y desigual el encierro de Reyes Huerta / 01-12-68: Diego Puerta (a oreja por toro), Raúl García y Curro Rivera, que se presentaba como matador en la capital y mostró su verdor ante enrazados Tequisquiapan / 02-12-68: Finito (vuelta), Palomo (fracturado de una mano) y Currito Rivera, con Torrecillas jóvenes y mansos / 03-12-68: Finito, Manolo (vuelta tras pinchar a "Sedeño"), Cavazos, Márquez (oreja protestada), Cortés y Rivera con seis de Mimiahuápam, de los que sólo funcionó "Habano" (arrastre lento) / 29.12.68: Manolo Martínez (oreja del primero) y Eloy Cavazos, con un terciado sexteto de Javier Garfias. Sería éste el único mano a mano de los dos regiomontanos ante la afición capitalina.
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