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Desde el barrio: La crisis como excusa

Martes, 03 Abr 2012    Madrid, España    Paco Aguado | Opinión   
La columna de este martes
Cumplido ya el mes de marzo, el que marca el verdadero arranque de la temporada española, conviene echar una mirada a las taquillas para conocer los efectos del pulso de poder con el que empresas y figuras llevan midiendo sus fuerzas desde el invierno. Al fin y al cabo, los resultados económicos y la lucha por una posición de privilegio frente a la crisis que azota el país son los verdaderos motivos de esta penosa situación.

Y desde ese punto de vista, parece que de momento el tiempo está empezando a darles la razón a los de luces, por mucho que los empresarios sigan empecidos en dejarles fuera de las combinaciones de las inmediatas ferias de primavera.

Los datos de los ciclos de levante han sido muy elocuentes. Sin cifras exactas en la mano, sólo con la visión más o menos objetiva de la asistencia de público a los tendidos, es patente que la feria de Fallas de Valencia ha arrojado peores resultados que en anteriores ediciones.

El coso de la calle de Játiva ha registrado sólo dos o tres llenos más o menos esponjosos frente a un resto de festejos de un cuarto o media plaza como máximo, o esos tres cuartos de aforo cubiertos en la siempre emblemática corrida del día de San José, que debe ser la única vez que no se ha llenado en los últimos treinta años.

La crisis económica podría valer como excusa perfecta de la empresa de Simón Casas para justificar esa escasa asistencia de público, pero el mismo aspecto de la propia Valencia durante los días centrales de la fiesta serviría para desmontar rápidamente el argumento. Y más aún las cifras oficiales.

La salida desde Madrid de continuos trenes de alta velocidad con el doble de coches y las carreteras llenas hablaban de una afluencia masiva de visitantes a la capital del Turia, mientras que las calles abarrotadas, los hoteles sin camas y los restaurantes sin una sola mesa libre expresaban lo que luego confirmaron los datos ofrecidos por los informativos de televisión: que más de dos millones de personas visitaron Valencia en fiestas y que la hostelería facturó un veinte por ciento más que en las Fallas de 2011.

¿Por qué sucedió lo contrario en la plaza de toros? ¿Es que la gente se gastó el dinero en todos los actos y se lo ahorró sólo en las corridas? Evidentemente, no. No hay que engañarse: si el público no acudió a la plaza fue por la propia falta de interés de los primeros carteles con los que el empresariado quiso demostrar su fuerza ante las figuras rebeldes.

Algo similar sucedió en Castellón, donde la fórmula de los "desafíos toristas" no sólo no aumentó sino que disminuyó los ingresos de taquilla respecto a los de la anterior edición. Y el mismo camino lleva el abono abrileño de Sevilla, que, tras los plazos fijados para la renovación, ha continuado su vertiginosa caída hasta llegar a una bajada del treinta por ciento con relación al de hace tres años.

Pero, a tenor de los carteles que se siguen publicando (Madrid, Nimes, etc…), nada de esto parece importarles a estas poderosas empresas taurinas, empeñadas en prescindir de las principales figuras para mantener sus ganancias a corto plazo. Desde luego que están su derecho de hacerlo, como entidades privadas, pero quién sabe si no muy tarde habrán de rendir cuentas por haber aniquilado la ilusión de los aficionados y el vigor y el interés del espectáculo.

Sólo la calidad y el atractivo popular son capaces en estos difíciles momentos de sostener este entramado económico de cara al futuro, nunca unos carteles mediocres ni competencias artificiales entre toreros sin base real para tomar el relevo de las verdaderas figuras, que por algo, desde que el toreo es torero, cobran más que los demás.


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