El público que vino a ver al "Brujo de Apizaco", salió hablando de Alejandro Talavante. Pero lo cierto es que también pudo disfrutar de El Pana, que a punto estuvo de formar un mitin. En tanto, Arturo Saldívar no pudo redondear una tarde de esfuerzo constante.

Talavante salió a demostrar que en México quiere un lugar propio. Si algo mostró fue actitud de principio a fin. Las cadenciosas verónicas calentaron el ambiente, el quite por saltilleras acabó por romper el cuadro. Sabedor que la gente estaba ya con él, aprovechó las tan escasas como dúctiles embestidas del astado. A falta de movilidad del toro, Talavante acortó distancia, estático se jugó la vida y extrajo hasta el último muletazo. La gente se entregó sin objeción alguna. Contrario a lo que le ha pasado, esta vez, en el toro que debía ser, dejó un buen espadazo y así cortó una oreja de ley.

Con su segundo, estuvo dispuesto en todo momento, sin embargo, el astado tuvo poco fuelle y no logró redondear una faena que fue hilvanada para más.

El Pana es un genio. Rodolfo Rodríguez posee la extraña virtud de revertir todo cuanto se le presenta de cabeza. Con el abreplaza pasó las moras. Desde las primeras embestidas el de Santa María de Xalpa se hizo amo y señor del ruedo, el banderillero Rubén Ávila trastabilleó en la cara del toro una vez y se salvó, a la segunda, no lo perdonó y le propinó una interminable voltereta. Con todo ello tuvo que vérselas El Pana. El duende se esfumó y todo fue en su contra.

Parecía que en su segundo se repetiría la historia, nada pudo mostrar con el capote. Pero las musas llegaron, el duende bajó y la plaza se puso de cabeza. El barroquismo se hizo presente, derechazos de interminable trazo. Detalles de su personalidad, histriónicos, carismáticos levantaron, impulsados por un resorte, a los aficionados que todo le festejaron, todo le corearon y para rematar, una certera estocada hizo que la petición de oreja fuera unánime. Tres vueltas al ruedo, a distinta velocidad (paso trote y galope), culminaron una faena llena de esa magia que solo El Pana tiene.

Arturo Saldívar pudo compartir el triunfo, pero no se concretó, sus fallos con la espada se lo impidieron. Estuvo bien por demás, jugándose el tipo y transmitiendo, sobre todo en su primero, en el que sacó la raza al verse superado por el ibérico. Variado con el capote y animoso con la muleta, cuajó pases de gran trazo, pero todo quedó en una salida al tercio. El toro que cerró plaza también tuvo calidad, pero no acabó por romper y todo el esfuerzo se fue al pozo.

Al final, la gente que fue a ver a El Pana, salió contenta, no era para menos, hubo toreo y también diversión.