Una actuación de torero macho ha tenido Joselito Adame esta tarde en Madrid, donde se sobrepuso con una gran entereza a la pavorosa voltereta que le dio el enrazado cuarto toro, y dio una dimensión de torero serio y comprometido con su profesión.
Y es que el de Araúz de Robles se le vino encima y le dio una vuelta de campana de la que cayó de mala manera, apenas en el intento de realizar un estatuario con el que pretendía abrir su segunda faena, luego de haberse mostrado solvente y conciso con el ejemplar que abrió plaza, un sobrero de la ganadería de Chamaco que tuvo casta y le permitió mostrarse.
Una vez que se recuperó tras ser asistido por su cuadrilla, el hidrocálido le plantó cara al toro en el tercio, y sin pensarlo ni un instante le cuajó varias series de redondos serios y mandones, en los que impuso su ley por el pitón derecho, ya que por el otro tenía un peligro evidente que nunca corrigió, no obstante que el hidrocálido buscó desengañarlo con una pasmosa claridad de ideas.
La gente se le entregó a Joselito conforme avanzó la faena, pues fue a más, en disposición y actitud, jugándose el físico sin miramientos y con ganas de ganarse el respeto hasta del sector más agrio de la plaza, ese que casi nada le agrada y exige de manera desmedida todo cuanto sucede sobre el amplio redondel de Las Ventas.
La reciedumbre de Joselito quedó patente hasta en las ceñidas manoletinas finales, antes de señalar un pinchazo previo a una buena estocada que le valió dar una vuelta al ruedo, en la que la mayoría de los espectadores aclamó consciente de la demostración de pundonor del torero mexicano, que esta tarde hizo su decimoséptimo paseíllo como matador de toros en el coso de la calle de Alcalá.
Si ese cuarto toro tuvo su punto de fiereza, el tercer, primero del joven espada Ángel Téllez, fue el reverso de la moneda, pues embistió con clase a la muleta del toledano, que toreó muy bien con la zurda en una faena clásica y medida, en la que dejó constancia de su ritmo y su cadencia para hacer el toreo, sobre todo cuando se colocó de verdad para hacer las cosas con seguridad y sentimiento.
El pinchazo que antecedió a la estocada evitó que cortara una oreja de ley. Sin embargo, la gente reconoció su calidad torera y lo llamó a dar una aclamada vuelta al ruedo.
En el sexto, Téllez buscó redondear esa magnífica impresión que había causado. En esta ocasión, frente a un toro de estampa agalgada, por alto y largo, que no terminaba de entregarse a su muleta y solía salir suelto de la tela, amén del peligro sordo que comenzó a desarrollar. A pesar de ello, Téllez trató de taparle la cara y llevarlo embebido en la muleta, detalle que el público le agradeció porque en todo momento intentó hacer bien las cosas, además de la estocada final en la que se fue por derecho.
Pepe Moral se mostró dubitativo delante del segundo toro, un ejemplar largo y vareado que fue manso y le complicó las cosas a la hora de entrar a matar, ya que se eternizó con el descabello y escuchó dos avisos.
El sevillano enmendó la plana en el quinto, que fue manejable, pero sin terminar de romperá a embestir. La gente agradeció su buena disposición de hacerle faena desde el comienzo, mediante unos muletazos de rodillas y en los medios en una labor que se fue diluyendo a la par de la embestida del toro al que mató de una estocada eficaz que le granjeó algunas palmas.