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Juan Pedro Llaguno, torero de filigrana

Domingo, 05 Dic 2021    CDMX    Redacción | Foto: Sergio Hidalgo          
El queretano cuajó una faena exquisita a un gran novillo de Caparica
Hacía tiempo que un novillero no tenía una tarde de tanto calado en la Plaza México, y aunque en años recientes ha habido faenas para el recuerdo, lo que hoy hizo Juan Pedro Llaguno ahí queda como una muestra de torería, gracia y arte, muy en la cuerda de los toreros sevillanos de filigrana, como en su día lo fue Manolo González, su tío abuelo materno.

Y si la dinastía Llaguno se ha distinguido en el plano ganadero, con aquellos dos genios del campo bravo como lo fueron don Antonio y don Julián Llaguno Ibargüengoitia, la saga de los Llaguno toreros, con Juan Pablo Llaguno y su hijo del mismo nombre, además de éste, el más bisoño de los que han enfundado de luces en esta emblemática familia, ahí nos ha dejado otra actuación que vino a ratificar lo que ya había realizado sobre este mismo redondel hace un par de años.

Pero ahora tuvo más profundidad, porque desde el quite por fregolinas en el novillo de José Miguel Arellano, pasando por las verónicas y demás lances de un rico repertorio de capote, Juan Pedro destapó el frasco de las esencias y aprovechó cada una de las nobles embestidas de "El 17", como se llamó ese excelente novillo de Caparica al que cuajó una faena de orfebre, aperitivo de lo que el estupendo encierro enviado a La México iba a deparar en los minutos siguientes.

Y es que también con las banderillas demostró ser un torero completo, de aquellos que saben andar por la plaza con desparpajo, argumento central de una tarde de esas en que casi todo le salió bien, y pudo torear a placer en una faena donde los naturales, los redondos, los de la firma, los cambios de mano o los largos pases de pecho, tuvieron el privilegio del sentimiento del toreo, ese que subyuga cuando nace en el alma y fluye con naturalidad y elegancia.

La estocada fue deletreada, porque entró a matar despacio, marcando bien los tiempos de la suerte suprema, vaciando con contundencia, y fue así que le tumbó dos merecidas orejas a "El 17", sin dejarse influir ni un ápice cuando un ligero atisbo de indulto recorrió los tendidos. Fue aquel un digno gesto de parte de Juan Pedro, que desatendió esa incipiente petición y se concentró en el morillo del novillo para cobrar una soberbia estocada, rúbrica perfecta a una obra de sublime textura.

De esa cuerda viene este rubio de Querétaro, que por momentos evocó al gran Pepe Luis Vázquez, aquel otro rubio del barrio de San Bernardo, y que en su día fue el artista de la época de Manolete y Carlos Arruza, el torero capaz de deleitar a los paladares taurinos más exigentes.

La lidia del quinto también tuvo pasajes artísticos, y un tercio de banderillas menos clásico, pero quizá más espectacular, en el queretano demostró que sabe encontrar toro en cualquier terreno. Con esa misma frescura hizo otra faena con detalles de torero caro, y fue una lástima que el de Caparica no le repitiera un poco más las embestidas, pero ahí quedó, de nueva cuenta, el perfume de romero en todo cuando hizo y que, a buena fe, tiene que llevarlo a una alternativa de lujo. Porque un torero de esta calidad necesita el impulso de las empresas, el aliento de los públicos, y la debida recompensa a una trayectoria novilleril plagada de paciencia y esfuerzo.

Si lo que hizo Llaguno estuvo tocado de duende, la actuación del debutante José Alberto Ortega mantuvo un mismo tono de entrega, sobre todo durante la lidia del bravo sexto, un novillo de alegre y pronta embestida al que dio tres largas cambiadas de rodillas en los medios, con un encomiable afán de triunfo.

El inverosímil comienzo del quite cortó el aliento de la gente, pues citó al novillo de largo con el capote a la espalda, cogido únicamente con una mano… ¡y de la esclavina!, dejando lacia la tela para sacarse al novillo con un cambiado por la espalda. A este riesgoso lance siguieron dos largas cambiada de pie, y cuando rematada con otra más de rodillas, "Recordándote", que así se llamaba el de Caparica, le echó mano de fea manera y le pegó una fuerte paliza de la que sacó fracturada la nariz.

A pesar de estar dolorido, maltrecho y con la respiración mermada por la hemorragia, Ortega decidió regresar a dar cuenta del morito, que siguió embistiendo con idéntica transmisión y largueza que en un inicio. Y si bien es cierto que la faena careció de la redondez deseada, dada la bravura y colaboración de novillo, José Alberto Ortega lo suplió con entrega hasta en la estocada, que fue entera, pero trasera y desprendida, que le puso en las manos una valiosa oreja tras la insistente petición popular.

El primer espada del cartel, el espigado José Miguel Arellano, había dado muestras de su bien aprendido oficio, y de un toreo sobrio, preciso, de buena colocación y claridad de ideas, que floreció con el novillo que abrió plaza, otro de los ejemplares del hierro mexiquense que dio buen juego.

La faena del hidrocálido tuvo estructura y detalles de toreo del bueno, con largos redondos y señeros pases de pecho, amén de otros muletazos que le llegaron al público, hasta que vinieron los fallos con la espada, desagradable mácula a una faena que valía una oreja.

Al cuarto le pegaron un segundo puyazo innecesario, y aunque tenía nobleza, como toda la novillada, se apagó pronto en la muleta de Arellano, que porfió con entrega, pero sin conseguir emocionar como sí lo había conseguido en su primer novillo. Otra vez más los fallos con la espada emborronaron una interesante labor que no merecía terminar de esa manera.

La salida a hombros de Juan Pedro Llaguno y el ganadero Roberto Viezcas, fue el mejor homenaje a la memoria de los ganaderos Julio y Manuel Muñozcano (y también, por su parte, a a los picadores Luis Miguel Juan Pablo González), que hace un año fueron víctimas del Covid, pero que antes de su triste partida sembraron en su gente ese amor infinito que hoy les rindió tributo, cuando los colores de la divisa de Caparica ondearon en lo alto del morillo de sus toros, en un sentido reconocimiento al trabajo hecho con cariño y sensibilidad.

Ficha
Ciudad de México.- Plaza México. Tercera novillada de la Temporada de Reapertura. Unas 2 mil 500 personas en tarde templada. Novillos de Caparica, parejos en hechuras, de trapío armonioso, de los que destacaron 1o., 2o ., por su clase, ambos premiados con arrastre lento, y el 6o. por su bravura. Pesos: 469, 454, 452, 454, 474, 481 y 457 kilos. José Miguel Arellano (azul turquesa y oro): Palmas tras aviso y pitos tras aviso. Juan Pedro Llaguno (azul celeste y oro): Dos orejas y ovación. José Alberto Ortega (verde olivo y oro): Palmas tras aviso y oreja con petición.

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