¡Qué hermoso es ver lidiar a un toro con arte! Esto sólo es posible con Morante y fue posible en la plaza de toros de Vista Alegre de Bilbao, al toro de nombre "Cacareo", del hierro de Nuñez del Cuvillo.
El arte de lidiar reses bravas es un enigma. Ayer al saltar el cuarto de la tarde, un toro colorado que desarrolló en los dos primeros tercios una lidia que no auguraba nada bueno. El toro, suelto y sin fijeza, recibió tres puyazos. Era patente que era a contraestilo del de la Puebla del Río.
Me ha llamado la atención que desde el año pasado Morante no sólo ha manifestado sus enormes facultades de torero de arte sublime, sino también de un excelso lidiador (saber cómo torear –dominar- a un toro). En la feria de Sevilla del 2010 realizó una faena incomprendida, digna de un auténtico guerrero que sabe jugarse la vida con conocimiento, con valor y con buen gusto.
Morante inició su faena de Bilbao con pases a dos manos por bajo, también de manera incomprendida, con lo que buscaba someter al toro y decirle que cómo debía embestir. Esto sólo lo hace un lidiador y Morante, el del arte inconmensurable, es uno de ellos. La faena digna de un tratado del buen torear, se cimentó en valor, conocimiento de la lidia, largueza, profundidad y buen gusto. Morante nos dijo: "yo soy un torero" ¡Y vaya que lo es de verdad! La obra se basó por la derecha de menos a más. La mano izquierda también fue protagonista para demostrar que se torea y se lidia por ambos lados, pues puede más el hombre que la bestia.
El trasteo consistió de varias tandas sin desperdicio y todas con verdad, con un epílogo de señor torero: una trincherilla, molinete, el pase de la firma. Todo con exquisitez. Estocada en todo lo alto y el presidente no duda en conceder las dos orejas y el derecho a salir por la puerta grande, que para un torero del tamaño de Morante resulta chica.
El reconocimiento de los pares es el mejor elogio que se puede recibir. Manzanares, su alternante, lo felicitó al acercarse a las tablas. El Juli, desde el callejón, le aplaudió en reconocimiento a su obra maestra. El ganadero derramó lágrimas y el público, atónito, que no creía haber sido testigo de una cátedra del toreo que se practica en pleno siglo XXI: el toreo de arte conjugado con la lidia.
He de confesar que soy morantista, pues mi concepto de toreo es eminentemente estético, pero he de reconocer que el Morante lidiador me ha subyugado. Si Joselito El Gallo y Belmonte viesen así torear a Morante, seguro que serían también morantistas.
En esta corrida de Bilbao fuimos testigos de la lidia –con arte– de un torero a un toro, cosa que pocas veces se tiene oportunidad de apreciar. ¡Gracias maestro!
¡Que viva el arte! ¡Que viva Morante!