Aunque con algunas protestas, Antonio Galindo cortó una oreja en la quinta novillada del ciclo en la Plaza México, el único trofeo del festejo, debutando en este coso monumental con el pie derecho y dejando buenas sensaciones entre la afición.

Si bien es cierto que su primero llegó aplomado al tercer tercio, lo cual hizo prácticamente imposible cualquier opción de lucimiento, Galindo se notó un tanto frío y quizá le faltó "meterse" más con el ejemplar. Finalmente, terminó por resolver con decoro una labor que se extendió más de la cuenta.

Sin embargo, mostro una actitud renovada delante del sexto de la tarde, saliendo con auténticas ansias de novillero a buscar el triunfo. Tres largas cambiadas de rodillas comenzaron a caldear los ánimos, corroborando sus intenciones al llevar al novillo al caballo con chicuelinas andantes.

El ejemplar tenía nobleza y calidad en sus embestidas, pero muy poca fuerza y de continuo doblaba las manitas. Antonio lo fue cuidando y, sin forzarlo mucho, logró algunos buenos momentos por ambos pitones, muletazos muy templados y con sello personal, aunque sin lograr ligazón dada la escasa fuerza de su enemigo y el fuerte viento que molestó durante gran parte del trasteo.

Cuando parecía que la labor no alcanzaría para ser premiada, remató con una estocada hasta la empuñadura y fulminante de efectos, la cual motivo que el público sacara sus pañuelos de manera mayoritaria para pedir la oreja, que finalmente fue concedida entre algunas protestas.

El español Juan Vicente volvió a La México luego de pasar sin pena ni gloria el año anterior. En esta oportunidad se mostró más asentado y con avances en su tauromaquia, aunque acusó poco sitio debido a la escasa actividad que ha tenido recientemente. Unos sedeños doblones ante su primero hicieron concebir esperanzas de algo importante, pero la cosa vino a menos.

Y es que el torero de Valencia no terminó de acoplarse con este novillo, que tenía calidad y era obediente a los toques aunque le afectaron los doblones iniciales, y regaló algunos instantes de categoría, aunque aislados, como un par de trazos al natural que le fueron coreados con gran fuerza.

Su segundo, encastado y con una bravura un poquito más seca, le puso las cosas complicadas a Juan Vicente, pues su codicia requería perderle pasos y estar siempre muy puesto. El español lo intentó pero terminó por perderse en los intentos, mientras que el público lo despidió con algunos pitos.

Manolo Olivares sorteó un ejemplar estupendo, que hizo cuarto, pues tenía embestidas de dulce, con mucha clase y nobleza, así como recorrido. De haber tenido un poco de más fuerza e igual claridad por el pitón izquierdo, estaríamos hablando de un novillo de bandera. Y aunque Olivares estuvo animoso en quites y cubrió el segundo tercio, cuajando después algunos muletazos por derecha de gran calidad, se esperaba mucho más.

No era sencillo templar al novillo, pues acudía despacito a los engaños y era fácil adelantarle la suerte, pero el torero no logró terminar por acoplarse  y un sector del público tomó partido por el de San Antonio de Padua, al que debieron darle un arrastre lento, premio que hubiera sido más que merecido.

Su primero tenía escaso recorrido, pues se quedaba cortito, y le dio un par de sustos a Olivares, que se salvó de una cornada. El novillero se notó con ánimo, pero era muy difícil sacarle partido a este complicado burel y terminó por abreviar. Al final de la lidia de ambos astados, pasó a la enfermería a revisión.