Cuando Ignacio Garibay se anunció en Madrid con la corrida de Partido de Resina (antes Pablo Romero), sabía que la papeleta no iba a ser fácil de resolver, y que iba a enfrentar una ganadería de las llamadas "duras". Y al final, el único toro de este hierro que enfrentó, pues su primero fue sustituido por uno de Nazario Ibáñez, le dio una cornada fuerte, muy aparatosa, que le atravesó el muslo derecho.
A pesar de estar herido, el torero mexicano no se miró la ropa y se levantó con una gran entereza para dar muerte a ese torazo de 672 kilos de peso que, segundos antes, lo había lanzado por los aires hasta un par de metros por encima de la arena, provocándole, en la caída, un golpe tremendo del que el público quedó espantado por la impresión de ver el cuerpo inerte del torero a merced del toro, que hizo por él reiteradamente.
Una vez que el toro de Partido de Resina rodó a los pies del matador, con gesto dolorido, pero sereno, se fue despacito y cojeando a recoger su montera que había quedado en prenda en manos de tres figuras del toreo a las que había brindado la muerte del toro: Palomo Linares, Eloy Cavazos y César Rincón, que presenciaron la corrida en una barrera de primera fila.
Y así, por su propio pie sin aspavientos, se fue andando hasta la enfermería cobijado por una sonora ovación de un público que terminó reconociendo la gesta de Garibay, que pagó con sangre esta incursión, por primera vez en su carrera, en la Feria de San Isidro, la más prestigiosa del planeta de los toros.
Con el toro que abrió plaza, que pertenecía a la divisa de Nazario Ibáñez (encaste Núñez), vivio la momentos gratos porque le dio muletazos muy sabrosos, corriendo la mano con temple y profundidad por el pitón derecho, en series que la gente coreó con fuerza. Sin embargo, las probaturas por el pitón izquierdo hicieron decaer el buen tono del trasteo y como mató de una estocada caída los ánimos se enfriaron.
De cualquier manera, Ignacio pudo firmar los mejores pasajes de una tarde aciaga en la que los toros del legendario hierro de Pablo Romero resultaron mansos y complicados.
Tampoco lo tuvieron fácil sus compañeros de cartel: Serafín Marín y Sergio Aguilar, que mantuvieron la calma y trataron de imponerse a las condiciones adversas de sus respectivos lotes.
Si acaso, Marín logró unas verónicas de buen trazo al segundo ejemplar de la corrida, que fue del hierro de Los Chospes, y más tarde su faena se diluyó a la par que vino a menos la embestida del toro. De esta labor cabe resaltar los primeros cites de largo, haciendo lucir al toro, así como la estocada a "toma y daca" de la que resultó volteado sin consecuencias.
Al igual que el torero catalán, Aguilar sorteó un lote deslucido con el que pasó inadvertido, y a la salida de la plaza un significativo grupo de profesionales del toreo mexicano (matadores, ganaderos y periodistas) se lamentaban la cornada de Ignacio Garibay, que hoy, en Las Ventas de Madrid, enseñó un carácter de hierro ante estos gajes del oficio que hoy la harán pasar la noche en la Clínica La Fraternidad. Así es la Fiesta, y Garibay lo asumió con una absoluta entereza.
Resumen de video de la tarde de hoy en Madrid (las-ventas.com)
Madrid, España.- Plaza de Las Ventas. Decimotercera corrida de la Feria de San Isidro. Lleno en tarde nublada, de calor húmedo, pero sin viento. Cuatro toros de Partido de Resina, desiguales en presentación, descastados en general, y que desarrollaron complicaciones. Uno de Nazario Ibáñez (1o.), serio y hondo, manso con buen estilo. Y otro de Los Chospes (2o., sobrero sustituto), que fue de menos a más. Pesos: 560, 577, 578, 672, 525 y 536 kilos. Ignacio Garibay (azul purísima y oro): Silencio tras aviso y ovación cuando se retiraba a la enfermería. Serafín Marín (aguamarina y oro): Vuelta con algunas protestas tras petición y silencio tras aviso. Sergio Aguilar (malva y oro): Silencio y silencio tras aviso. Destacó en la brega Fernando Galindo, y en varas, Romualdo Almodóvar.