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Efemérides: Armillita o la tauromaquia esencial

Martes, 03 May 2011    México, D.F.    Juan Antonio de Labra | Foto: Archivo   

El día de hoy se cumplen 100 años del nacimiento del maestro Fermín Espinosa "Armillita", uno de los toreros más importantes de la historia, y aquí les presentamos una breve semblanza biográfica de este singular personaje de la Fiesta

Los inicios

Fermín Espinosa Saucedo
nació en Saltillo el 3 de mayo de 1911 en el seno de una familia compuesta por el matrimonio entre Fermín Espinosa Orozco y María Saucedo Flores.

En medio de capotes y muletas, además de enseres de zapatero, pues su padre combinaba esta actividad con la de banderillero, el más pequeño de la casa aprendió a jugar al toro.

Y este juego inocente encendió la llama de la afición en el niño Fermín, que al poco tiempo prolongó esa forma de diversión a su etapa como becerrista, cuando comenzó a torear siendo todavía un chiquillo y de la mano de sus hermanos Juan y Zenaido, piezas fundamentales en su formación taurina.

Para entonces, el apodo de Armilla ya era distintivo de este clan de toreros norteños, y es que años antes a su padre le habían sugerido que se quitara el mote de "Campanero" para utilizar el de "Armilla", pues su forma de torear con el capote y de clavar banderillas, semejaba las maneras de un torero español de de mediados del siglo XIX, llamado Esteban Argüelles, que había utilizado dicho apodo.

El carácter sencillo y despierto de Fermín favoreció su aprendizaje, y cuando se presentó en la plaza El Toreo de la Condesa, el 3 de agosto de 1924, el impactó que causó en la afición fue mayúsculo por su innata facilidad, al grado de que al finalizar el festejo se lo llevaron a hombros hasta la redacción de El Universal Taurino.

A los trece años de edad, Armillita proyectó su carrera por la provincia, donde toreó con éxito como becerrista durante un año y fue acumulando una gran experiencia hasta que debutó como novillero.
Al cabo de los meses regresó varias tardes a la plaza El Toreo en plan triunfal, como aquella del 29 de agosto de 1926, cuando le cortó el rabo a un novillo de Piedras Negras. Y en este coso hasta ganó dos Orejas de Plata. Sin embargo, su verdadera dimensión la dio el 18 de septiembre de 1927, el día en que se encerró con novillos de Atenco y San Diego de los Padres. Aquella tarde fue decisiva no sólo de cara a su cercana alternativa, sino también para dejar en claro que sería una figura de época.

Fermín Espinosa "Armillita" se doctoró en el mismo escenario de manos del sevillano Antonio Posada, y en presencia de Pepe Ortiz, durante la corrida celebrada el  23 de octubre de 1927, con toros de San Diego de los Padres, a la edad de 16 años, 5 meses y 20 días, siendo uno de los toreros de toda la historia que a más corta edad han dado este paso.

En esa corrida cosechó otro triunfo memorable, pues le cortó el rabo al toro "Coludo", cuya muerte brindó al mítico Rodolfo Gaona, lo que supuso una especie de cesión de estafeta del califa de León al nuevo astro de la torería mexicana.

El 22 de enero de 1928, cuando triunfó clamorosamente en la Corrida de Covadonga en la que cortó su primer rabo como matador en El Toreo, al toro "Madrileño" de Zotoluca. Y el 12 de febrero ganó su primera Oreja de Oro tras cuajar a "Hechicero", de la ganadería de San Mateo.

España en la mira

Como casi todos los toreros de aquellos años, la idea de torear en España era algo obligado y Armillita no fue la excepción. Al año siguiente de su alternativa, siguió los pasos de su hermano Juan, que por entonces incursionaba en las plazas de la península.

Y fue precisamente Juan el que le ratificó su alternativa mexicana en la Monumental de Barcelona, el 25 de marzo de 1928, al cederle la muerte del toro "Bailaor" de Antonio Pérez.

Ese mismo año confirmó la alternativa en la vieja plaza de Madrid, en la corrida del 10 de mayo, de manos de Manuel Jiménez "Chicuelo", con el toro "Gaditano", de doña Carmen de Federico.

En España los triunfos se sucedieron unos a otros y de inmediato los públicos y los críticos empezaron a hablar con frecuencia de Armillita, y dieron en llamarlo "El Joselito Mexicano". Y es que su sólida tauromaquia estaba dotada de una gran inteligencia, un valor sereno, y una seguridad impresionante.

Su clímax en España llegó con la faena al toro "Centello" de Aleas, realizada el 5 de octubre de 1932 en la plaza de Madrid, una de las mejores de su vida, según recordó en televisión pocos meses antes de su muerte, en el programa Brindis Taurino de Pepe Alameda. A este toro lo pinchó hasta siete veces y con todo y ello, le concedieron dos orejas. ¿Cómo sería el clamor de aquella faena para que así sucediera?

Pero no sólo fue la capacidad lidiadora de Armillita lo que deslumbró a la afición de España, sino también su depurado pase natural, que fue una  grata revelación y fue muy valorado.

La expresión artística del maestro Fermín tuvo en el pase natural un aliado muy significativo, y fue así como ganó terreno y emocionó al público con la calidad de su toreo.

Su ascensión continuó en forma vertiginosa, pues se impuso con gallardía a todas las figuras de esos años, y aquello ocasionó el llamado "boicot del miedo", cuando el sindicato de toreros españoles, encabezado por Marcial Lalanda, expulsaron a los toreros mexicanos en marzo de 1936. Para entonces, Armillita había toreado de manera ininterrumpida durante ocho temporadas en España, donde ya gozaba de un inmenso cartel.

Este regreso forzado a México se tradujo en la consolidación de la época más importante que se recuerde en la historia de la tauromaquia de nuestro país, pues fue entonces cuando un puñado de figuras del toreo asumió el reto de sostener el espectáculo sin la presencia de españoles.

Y fueron años gloriosos para la Fiesta de México con la presencia de toreros de la talla de Jesús Solórzano, Alberto Balderas, Lorenzo Garza, El Soldado y Silverio Pérez que, conjuntamente con Armillita, cautivaron a la afición.

En esos años, el maestro Fermín cuajó faenas inolvidables en El Toreo, como aquella al toro "Tapabocas", de Coquilla; la de "Clarinero" de Pastejé; la de "Chocolate", de Torrecilla; la de “Pituso” de La Punta; la de "Arpista", de La Laguna,| o esa otra que hizo al toro "Pardito" de San Mateo, al que cortó una, la única que se concedió en esa plaza.

Cuando las relaciones taurinas con España se reestablecieron en 1944, el nombre de Armillita seguía siendo un referente en los carteles. Ahora le tocó alternar con otros toreros de alto rango, como Manolete, a los que dio la pelea con orgullo.

El 20 de noviembre de 1944 sufrió la única cornada de consideración a lo largo de su vida. Fue la plaza El Paseo de San Luis Potosí y se la infirió el toro "Despertador", de Zotoluca. Este hecho refiere la sabiduría taurina del maestro, que es uno de los toreros menos castigados por los toros.

El rabo de Sevilla

En 1945 regresó a España, nueve años después de aquel desagradable boicot que cortó sus aspiraciones profesionales. Y lo hizo de forma apabullante, pues el 3 de junio cortó un rabo en La Maestranza de Sevilla a un ejemplar de la ganadería de Manuel González.

Este toro se lo brindó al legendario Juan Belmonte, que presenciaba la corrida en una barrera, y aunque el toro no ofrecía posibilidades de lucimiento y hasta había sido condenado a banderillas negras por manso, el maestro Fermín le hizo una faena de una gran belleza artística de la que todavía hablan con entusiasmo los viejos aficionados de Sevilla.

En esta época casó con Nieves Menéndez en segunda nupcias y tuvo a Fermín y Miguel que, conjuntamente con Manolo, el hijo mayor de su primer matrimonio con Ana Acuña, son los eslabones de una de las dinastías más importantes que han existido en la historia del toreo, equiparable a la de los Bienvenida o los Dominguín en España.

Su despedida tuvo lugar el 3 de abril de 1949 en la Plaza México, donde enfrentó seis toros de La Punta en una tarde en la que el viento molestó mucho, pero en la que el público, que abarrotó el coso, no dejó de reconocer que se marchaba uno de los toreros más grandes de la historia. Y fue su padre, don Fermín, el encargado de quitarle el añadido.

Casi cuatro años después reapareció en la plaza San Marcos de Aguascalientes, en diciembre de 1953, y posteriormente actuó en la Plaza México sin el éxito de años pasados.

En 1956 decidió retirarse y no volvió a vestirse de luces, pero siguió toreando festivales benéficos donde siempre hizo gala de esa difícil facilidad que lo caracterizó.

Armillita murió el 6 de septiembre de 1978, a la edad de 67 años. Su partida dejó una honda huella en planeta de los toros porque fue un hombre sencillo y de buen corazón, y uno de los toreros mexicanos más importantes y representativos de todos los tiempos.


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