El Payo y Enrique Ponce ponen la chispa (fotos)
Viernes, 12 Nov 2010
Querétaro, Qro.
Juan Antonio de Labra | Foto: Donaciano Botello
El queretano toreó bellamente
Aún sin obtener un triunfo legítimo, debido a los fallos con la espada, Octavio García "El Payo" firmó la faena más profunda de la noche delante del tercer toro de Barralva, durante un festejo que levantó una grata expectación, y marcó el debut como empresarios de los jóvenes Pablo Álvarez y José Manuel Herrerías.
Y en distintos pasajes de la noche, la hermosa plaza "Santa María" vibró como en sus mejores épocas, y los silencios que guardó el público, que supo aplaudir lo bueno y exigir cuando debía, hicieron recordar aquella época dorada de este coso cuando aquí se daban cita los profesionales y los mejores aficionados de distintas ciudades de México.
Si el queretano, que reaparecía en su tierra tras el gravísimo percance de hace casi un año, manifestó su decidida intención de convertirse en figura del toreo, Enrique Ponce dibujó destellos artísticos con el quinto, en un festejo donde Zotoluco estuvo esforzado y también ejecutó algunas series de buen acabado ante el toro que abrió plaza.
En este sentido, la corrida y el entusiasmo del público fue intermitente. Sin embargo, esos vaivenes de estado de ánimo no afectaron el desarrollo del espectáculo, que mantuvo el interés de la gente prácticamente hasta el final. Aunque a decir verdad, sí faltó ese triunfo sonoro que tanto reanima en corridas de esta naturaleza.
Cabe mencionar que el encierro de Barralva tenía trapío, pero también que se trataba de una corrida desigual de hechuras que no dio el juego esperado. Un toro, que le tocó en suerte al Payo, fue el único realmente bueno ya que el quinto –segundo del lote del valenciano– se rajó demasiado pronto, y el primero de Zotoluco fue noble pero no tuvo fondo de bravura para aguantar toda la faena.
Así que los toreros tuvieron que poner su cuota extra de entrega y solventar con inteligencia y recursos la problemática que supuso la lidia de varios toros, como el segundo, un toro que derribó a Enrique Ponce con el capote y al tratar de hacer por él, cuando yacía sobre la arena, clavó los pitones y dio una vuelta de campana con el consiguiente peligro de caer estrepitosamente a un lado del matador. Aquella escena fue de lo más extraño que he visto en mi vida de aficionado, y Ponce pudo haber sufrir un accidente grave si el toro le cae encima.
Con este toro, Enrique pasó fatigas, pues no hubo forma de meterlo en vereda. Y decir eso de Ponce se sobreentiende lo complejo que fue el de Barralva, que tenía peligro sordo y arreaba de manera reservona a la muleta, siempre cuadrada y dispuesta del torero de Chiva. Pero así, ni el que inventó el toreo, que se dice. La gente se metió con él y los pitos fueron más fuertes que las palmas a la hora en que se retiró a la barrera, contrariado y dolorido de la rodilla derecha.
El toro que abrió plaza había hecho atisbar cierta esperanza, pues tuvo tranco en el capote de Zotoluco y fue manejable en la muleta. A base de pausas y ritmo, temple y colocación, el de Azcapotzalco le compuso una faena atractiva que el publicó observó con mucho respeto e interés, y lo que pudo haber sido el corte de una oreja quedó en una cariñosa ovación en el tercio porque Lalo no estuvo fino con el acero.
Una vez que ambos maestros ya había pasaportado a sus primeros ejemplares, salió El Payo con ese ímpetu que le carcateriza, y de capote toreó bellamente a la verónica. Cómo se nota que ya está pendiente de su técnica El Capi Ramírez, pues si una dinastía en México sabe torear bien de capote es precisamente la de los Calesero.
Ese armonioso juego de manos estuvo acompañado de una plomada de gran peso específico a lo largo de toda la actuación de El Payo. Y así toreó a ese tercero, un toro con un buen pitón derecho, con el que se reunió toreramente en los redondos que compusieron series profundas, rematadas con señeros pases de pecho.
La gente se le entregó al torero de la tierra sin reserva conforme fue creciendo aquella faena tan intensa, porque si algo tiene El Payo es una fuerza interior que le llega mucho a la gente. Y cuando le tenía cortadas las orejas al de Barralva, se dio a pinchar de mala manera. Aún así también lo llamaron a saludar en el tercio.
La segunda mitad de la corrida no fue fácil porque los toros no permitieron el lucimiento. En cuarto lugar, Zotoluco enfrentó a un toro ancho de sienes, alto y basto de hechuras, que fue sumamente deslucido.
Ponce sorteó un atanasio construido cuesta arriba y un tanto aleonado, que tardó en calentarse, haciendo gala de este comportamiento tan característico del toro español de este encaste.
Lo mejor lo hizo, sin duda, con el capote, pues toreó hermosamente a la verónica, primero con el compás abierto y después a pies juntos. La cadencia de los lances y lo acompasado de su toreo hicieron rugir al a plaza, que se frotó las manos durante una faena inteligente y muy técnica, de más a menos, en la que el toro terminó rajándose en tablas.
A la hora de matar no igualaba el de Barralva, que se distraía continuamente con las tablas y cualquier movimiento en el callejón. Pero Ponce no se desesperó nunca y le dio un par de torerísimos muletazos ayuados por abajo, con la rodilla en tierra y fue ahí el instante de cuadrarlo para entrar a matar mediante una estocada habilidosa, un tanto desprendida, de la que el toro tardó mucho en morir. El público aguantó aquella larga agonía del toro y los poncistas, que los hay, y muchos, sacaron sus pañuelos para solicitar una oreja que fue concedida entre algunas protestas.
El toro que cerró plaza era el más hecho del encierro, y sus hechuras anunciaban que podía dar juego pero no fue así. El toro se paró demasiado pronto y El Payo porfió una y otra vez con entrega hasta robarle pases de valía. Cuando parecía que la faena y el entusiasmo de la gente se iba para arriba, el queretano cortó el trasteo y otra vez no estuvo certero con la espada.
La gente salió de la plaza de buen humor, pero quizá no satisfecha debido a que de una corrida de tal expectación, siempre se espera ese triunfo de clamor que nos motiva a seguir hablando de toros y toreros varios días.
Ficha Querétaro, Qro. Plaza "Santa María". Casi lleno en noche agradable. Toros de
Barralva, desiguales en hechuras y juego, de los que únicamente sobresalió el 3o. por su calidad, y se le premió con arrastre lento. El 1o. fue manejable. Pesos: 465, 480, 470, 475, 472 y 527 kilos.
Eulalio López "Zotoluco" (ciruela y oro): Ovación y silencio tras aviso.
Enrique Ponce (grana y oro): División y oreja con algunas protestas.
Octavio García "El Payo" (azul turquesa y azabache): Ovación y palmas. Destacaron en varas
Efrén Acosta hijo y
Moisés Chávez, y en la brega,
Sergio González. El festejo comenzó a las 20:20 horas debido a que los toreros no podían llegar a la plaza por el intenso tránsito vehicular en los alrededores de la plaza.
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