El ciclo novilleril del Nuevo Progreso dejó tras de sí un nombre de relevancia: Gerardo Adame. Realmente el aguascalentense refrendó el buen ánimo que le precedió en sus dos intervenciones anteriores y si no fue una temporada arrolladora numéricamente, fue por sus fallos con la espada.
Esta tarde dejó en claro que en él pueden cimentarse esperanzas fundadas, pues demostró que si algo tiene, además de valor, temple y estéticas, es cabeza fría para ver, entender y resolver las complicaciones que pueden presentarle los novillos.
Nadie protestó un ápice la oreja de ley que cortó en el segundo de la tarde y sin embargo, con orgullo propio se la guardó antes de recorrer el redondel.
Difícil fue la lidia de ese novillo de Marcos Garfias. Como Moisés, a base de fe en sí mismo, confianza en los sabios consejos de su apoderado, Luis Fernando Sánchez y paciencia de santo, logró inventarse una faena donde parecía haber sólo la aridez de escasas embestidas.
Impávido estuvo Adame, sobó, aguantó y ligó una faena cimentada en la derecha, con muletazos tersos y profundos haciendo que el público le coreara todo cuanto hizo, que además fue bien hecho. Para su fortuna dejó la tizona al primer viaje y así cortó una oreja de peso.
Riñonuda fue la intervención con el quinto, aguantando a cabalidad frenazos, medias embestidas y arreones. Pero ahí estuvo, a pie firme y pese a los dos bocinazos, fue ovacionado en el tercio.
Adame, le puso nombre y apellido a una temporada que dejó buenos bocetos y una sola realidad, la de Gerardo.
Tarde de ambivalencias tuvo Oliver Godoy. Antes de asomarse al túnel, ya le estaban protestando y si el ligero vientecillo que por intermitentes ráfagas se presentaba no le incomodó, de seguro las voces irascibles de los de sol sí.
Estuvo con una actitud distinta, incluso retadora, en pocas palabras, carácter para ser torero. Una tarde que en su conjunto fue importante para él en lo personal. Logró momentos de importancia, corriendo la mano con sabor en su primero o de valor sereno, racional, con su segundo. Pero no pudo rematar lo hecho. Una pena.
A Carlos Rodríguez le tocó lo duro del encierro, mostró actitud y ganas, sobre todo un sentido natural, bien entendido de la estética, además de un valor sereno. Madurar toreramente lo antes posible será necesario para que en la temporada venidera logre reafirmar lo que apenas ha mostrado.
Ojalá que para el futuro ciclo novilleril, aquellos que aspirar llegar al Nuevo Progreso demuestren lo que la tercia de esta tarde, actitud.
Octavo y último festejo novilleril. En tarde agradable con algo de viento a lo largo del festejo, ante cerca de 2 mil 500 personas, se lidiaron seis novillos de Marcos Garfias, dispares en presentación y juego, de los que destacó el 1o. por su calidad. Pesos: 430, 420, 420, 450, 470 y 450 kilos. Oliver Godoy (grana y oro): Ovacionado en su lote. Gerardo Adame (sangre de toro y azabache): Oreja y ovación. Carlos Rodríguez (rosa y oro): Palmas tras aviso y saludos tras dos avisos. Destacaron en banderillas, Felipe Kingston López, quien saludó en el 3o. y 6o. y Francisco García, en el 5o.. Bien en la brega y los palos Fermín Quiroz.