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Paco Camino o el arte de lo imperecedero

Lunes, 05 Ago 2024    Puebla, Pue.    Horacio Reiba | La Jornada de Oriente   
"...Una inteligencia privilegiada milagrosamente llevada a..."
Todavía reverberan en mí la faena de "Navideño", la emotiva narración de José Alameda mientras Paco Camino amaestraba las broncas embestidas de "Traguito" para poder bordarle aquel faenón el día de los berrendos, los ecos llegados hasta México de su memorable gesta en la Beneficencia del año 70 en Las Ventas, aquella rara intuición que aunaba naturalidad y expresión propia, saber y sabor, misterio y magisterio en unas formas y un toreo exclusivamente suyos, capaces de extraer de las profundidades del arte la obra deslumbrante o de la declarada mansedumbre la faena inesperada; también las broncas que provocaba su eventual displicencia, como cuando no quiso ver a sus toros en la que sería la última corrida de su primera etapa en la Plaza México (22-03-64) o en su falsa despedida ahí mismo (01-04-78), tarde en que un cariño y una admiración nunca desmentidos lograron sobreponerse a la opresiva sensación de vacío.

La huella que Francisco Camino Sánchez  deja en los ruedos, su persistencia en el alma de quienes lo vimos torear no se borrarán fácilmente porque nacían y morían henchidas de gracia y de luz, fundidos orto y ocaso, verdad y belleza de un modo incomparable; de haberlo conocido, García Lorca habría confirmado que los toros son la fiesta más culta del mundo, y José Bergamín reconocería conmovido una música callada milagrosamente visibilizada, no por nada Carlos Abella bautizó a Camino como El Mozart del toreo.

Era como si Michel Leiris lo hubiera presentido cuando escribió que "cualquier actividad estética posee su parte trágica (…), la obligación, para el verdadero artista, de ser auténtico, involucrarse por entero en su obra sin ninguna trampa de por medio, como el matador que dirige el estoque al lugar apropiado, lo hunde hasta el fondo y se abre paso entre los cuernos" (Espejo de la tauromaquia. Edit. Aldus. México, 1998. página 22).

Un imposible: narrar lo inenarrable

Este aficionado anónimo, confundido entre miles en un tendido de sol de la Santa María queretana (18-12-77), encontró en la faena a "Navideño" de Javier Garfias sustancia e inspiración para ponerlo en letra de la siguiente manera:

"De verde botella y oro vestía Paco Camino ,y de grana y oro su alternante, hasta el mínimo detalle es esencial. Las dos primeras faenas del camero no tuvieron tacha y sí arte y finura para dar y regalar. "Navideño", el quinto, era un animal negro, terciado y de preciosas hechuras que una vez en el ruedo no haría otra cosa que embestir y embestir, con un ritmo que el artista de Camas fue graduando desde el momento en que abrió el capote para veroniquear suavemente, sin prisas ni apreturas, las manos un poco altas todavía. Vuelven a mí, como un compendio de perfección desde su ajuste, cadencia y explosiva hermosura, las chicuelinas citando de largo –Camino fue el verdadero creador de ese quite–, y luego su brindis a Lorenzo Garza, el torero favorito de su padre. Lo demás es un poco borroso, como los sueños. Podría hablar de la fluida concatenación de pases de trinchera y de la firma hasta dejar a "Navideño" en los medios, y del crescendo como de sonata beethoviana de una faena compuesta por series hondas e intensas por ambos lados sin que el pitón tocara jamás la muleta, que prolongaba la golosa embestida con lentitud y redondez que no parecían de este mundo. 

O de lo distintos que resultaban en Camino el lentísimo molinete, el salado kikirikí, la trincherilla acariciante o los rotundos de pecho con que remató cada tanda. Ese día comprendí que el toreo es algo que rebasa nuestra consciencia y que, cuando se apodera de ella, la transporta a confines inexplicables. Lo había experimentado ya, pero ni antes ni después tan plenamente como la tarde en que coincidieron en el bello coso queretano el arte de Paco Camino y la alegría y la clase de "Navideño", de Garfias".

Recuento mexicano
a
Contra lo que muchos creen, Paco Camino toreó bastante poco en México. Las complicaciones del divorcio de su primera esposa, Norma Gaona, hija del empresario de la Monumental, lo mantuvieron alejado de nuestro país durante doce años, los culminantes de su carrera (1964-1976). Para cuando llegó la hora del tardío reencuentro (Querétaro, 04–12–76), su nombre ya era leyenda.

La Plaza México solamente le vio hacer el paseo en diez ocasiones, entre la tarde de su confirmación (16-12-62: con Antonio Velázquez de padrino y Humberto Moro de testigo, toro "Recuerdo" de José Julián Llaguno, que hirió a Paco durante la faena de muleta) y la de su despedida (01-04-78, alternando con Manolo Martínez y Eloy Cavazos con ganado de Mimiahuapam, el séptimo de los cuales, "Arcángel", fue obsequiado por el torero de Camas). En la Monumental cortó en total seis orejas y un rabo –el de "Novato", de Mariano Ramírez, otro toro de regalo (27–01–63)—y obtuvo una Oreja de Oro en cerrada disputa con Jaime Rangel (07–03–64). 

Catorce fueron las veces que hizo el paseo en El Toreo –en el municipio de Naucalpan de Juárez, conurbado al Distrito Federal y con público capitalino–, donde se presentó en el Año Nuevo del 62 alternando con Calesero y Antonio del Olivar y toros de Pastejé, mismo hierro de "Catrín", el de su prodigiosa faena izquierdista en corrida nocturna por la Oreja de Oro (27-03-63: lidiado fuera de concurso), y, sobre todo, de la que probablemente fuera la tarde de su vida –Manolo Chopera dixit–, cuando cuajó portentosamente a dos ásperos berrendos de Santo Domingo –"Gladiador" (dos orejas) y "Traguito" (rabo)– y se consagró para siempre en México (31–03–63). Se puede decir que El Toreo fue su plaza, y cortó allí, sólo entre 1962 y 1963, nueve orejas y un rabo.

Pero el coso mexicano donde más veces actuó el maestro sevillano fue la Santa María de Querétaro (19), en cuyo ruedo ocurrió su encuentro inmortal con "Navideño" (18-12-77). Otra tarde imperecedera fue la que vivió la afición de Guadalajara en su vieja plaza de El Progreso cuando Camino cuajó con rotundidad y les cortó el rabo a sus dos disímiles toros de San Mateo (21-03-63), en la llamada "Corrida del Siglo"; de esta manera iniciaba el maestro de Camas la llamada decena mágica, diez venturosos días que culminarían con las apoteosis de "Catrín" (27-03) y los berrendos de Santo Domingo (31-03) en el extinto Toreo de Cuatro Caminos.

Grande entre los grandes

Paco Camino fue por igual torero para toreros y para neófitos en afición taurina, autor de obras mayores y lances históricos; de chicuelinas, naturales, pases de pecho y volapiés inconmensurables, una inteligencia privilegiada milagrosamente llevada a las plazas de toros y un nombre fundamental en la historia del arte. Vivirá mientras viva cualquiera que haya abrevado de su esencia, gozosamente sometido a esos deslumbramientos que nos acompañarán mientras estemos vivos y sigamos experimentando el temblor que produce en el cuerpo y en el espíritu el noble arte de torear cuando se ejecuta con la verdad que Michel Leiris reclamara del creador auténtico. 


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