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Juan Ortega detiene el tiempo en Sevilla

Lunes, 15 Abr 2024    CDMX    Juan Antonio de Labra | Foto: Toromedia           
Cuajó una faena plagada de arte y cortó dos orejas
La corrida de Sevilla se había puesto cuesta arriba, y sólo el aromático toreo de capote de los tres espadas del cartel había dejado un sabor torero en la Maestranza. Y es que el juego de los toros de la ganadería salmantina de Domingo Hernández no estaba aportando esa cuota de emoción para permitirles un mayor lucimiento.

Cuando sonó el clarín para que saliera el cuarto de la tarde, la expectativa volvió a crecer con Morante de la Puebla, que apenas había dejado destellos de calidad delante de un primer toro que tuvo transmisión, pero que terminó defendiéndose. Así que la gente se frotaba las manos para verlo de nuevo, y a la espera de que la suerte le cambiara.

Paradójicamente, en lo único que sí le cambió es que ese cuarto toro, alto y violento de salida, sólo le pudo robar dos soberbias verónicas antes de que se partiera un pitón, un hecho que hizo percibir un alivio en todo mundo, con la mira puesta en el sobrero. Pero el toro que lo sustituyó, del hierro de Olga García Jiménez, que era bajo y reunido, cuyas bonitas hechuras prometían, también fue un fiasco y se vino a sumar a la lista de toros sin fondo de la ganadería titular y ahí terminaron, demasiado pronto, las ilusiones de Morante. Ruina, de "apaga y vámonos".

El único paliativo a ese desencanto es que la afición sevillana tiene un romance nuevecito, en este caso con Daniel Luque, que volvió a apabullar de entregado en una actuación muy completa en la que brilló toreando de capote al segundo, al que le dio una magnífica docena de lances hasta rematarlo casi en la boca de riego. Pródigo, templado y sentimental, el de Gerena jugó los brazos con solera.

Esa primera faena tuvo el mérito de ver si convencía al toro a embestir, y el de Domingo Hernández se había acabado en quites, porque vino uno de Juan Ortega y otro más de Luque en la réplica, y hasta ahí paró la cosa.

Pero más adelante, el quinto, que fue un manso, Luque volvió a estar a la altura de su idilio con la Maestranza y se inventó una faena de enorme mérito, por la capacidad para sacarle muletazos a un toro que no valía nada. Una estocada un tanto defectuosa no impidió que le entregaran la cuarta oreja que corta este año en Sevilla… y todos felices.

Cuando el sexto saltó al amplio redondel de la Maestranza, la ilusión de la gente ya estaba un tanto resquebrajada, hasta que Juan Ortega se puso a torear a la verónica con las muñecas rotas, la cintura encajada, y esa pasmosa lentitud como poco se ha visto en la historia del toreo, porque torear así de despacio es un milagro.

El toro, llamado "Florentino", embistió descolgado, con clase, y se convirtió en la materia prima ideal para el gran artista que es Ortega, que hizo una faena de esas que quedan en la retina y el corazón del buen aficionado. Una obra de arte para paladearse.

Dueño de su mundo, el de la cadencia, con esa naturalidad tan sevillana, tan torera, lo cuajó por los dos pitones, toreando para él, gustándose, recreándose en cada natural, que los hubo con una pureza absoluta, y lo mismo los redondos o los pases de pecho, todo hecho en un palmo de terreno, con la misma donosura, con unos toques imperceptibles en los vuelos de su muleta.

Qué decir de los adornos finales para cerrar al toro en las tablas, aquello fue sublime, rodilla en tierra, llevando al toro cosido a la muleta, en un remate formidable de faena redonda. Y ahí mismo, en corto y por derecho, lo mató de una buena estocada que hizo explotar a la plaza de emoción.

Así fue como cortó dos orejas Juan Ortega hoy en Sevilla, y dejó en claro que ya no sólo se trata de un artista consumado, capaz de detener el tiempo a la mínima oportunidad, sino un torero que está dispuesto a madurar cuajar un toro como lo hizo con "Florentino". Y hoy se consagró en Sevilla, la plaza donde el arte del toreo, cuando se hace de esta manera, adquiere una dimensión especial.

Ficha
Sevilla, España.- Plaza de La Maestranza. Noveno festejo de abono. Lleno de "No hay billetes", en tarde calurosa. Cinco toros de Domingo Hernández, bien presentados, tres cinqueños (1o., 3o. y 4o.), y uno de Olga García Jiménez (4o., sobrero sustituto de uno que se partió el pitón izquierdo), faltos de raza y de fondo, salvo el 6o., que tuvo clase. Pesos: 578, 531, 575, 501, 518 y 516 kilos. Morante de la Puebla (gris perla y oro): Silencio en su lote. Daniel Luque (tabaco y oro): Ovación y oreja tras aviso. Juan Ortega (teja y oro): Silencio y dos orejas. Incidencias: Sobresalió en la brega Curro Javier, que lidió con poder al 1o., mientras que Antonio Ferrera le clavó dos magníficos pares de banderillas y saludó una ovación.

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