Firme confirmación del mexicano Calita. Dio dos vueltas al ruedo ante toros de Román Sorando, de escaso juego. El mexicano Calita, que saldó la tarde de su confirmación de alternativa con dos vueltas al ruedo, fue el único soplo de aire de fresco de una tarde, la de ayer en Las Ventas, insufrible por calurosa y también por el escaso juego de los toros de Román Sorando, a los que le faltaron, sobre todo, fondo.

Calita dejó muy buen sabor de boca ante el serio y bien hecho toro de su confirmación de alternativa, un animal con fijeza en el capote, prontitud a la hora de acudir al caballo, y muy noble y facilón en la muleta, pese a ir siempre con la cara sueltecita al faltarle un punto más raza para entregarse y romper de verdad.

Pero así y todo aguantó toda la lidia que le planteó el mexicano, que siempre trató de engancharlo por delante y alargarle los viajes por el derecho, en una labor en la que hubo varios muletazos de buen corte sobre todo al final, los que sacó de uno en uno con el animal ya más apagado. Refrendó su entonada actuación de una buena estocada haciendo la suerte muy despacio, y dio la vuelta al ruedo tras no atender el palco la petición de oreja que hubo.

El cuarto no tuvo nada que ver; su absoluta falta de raza hacía que le costara un mundo perseguir los engaños, muy frenado siempre y quedándose muy corto. Pero Calita, con un gran compromiso toda la tarde, y muy firme también, lo exprimió a base de una labor de gran sinceridad, muy asentado, en el sitio y con una actitud encomiable para sacarle con sacacorchos muletazos de tremendo mérito. Notable paso por Madrid del de Naucalpan, al que la presidencia volvió a negarle el trofeo, y dio otra vuelta al ruedo.

Calita pide paso con su confirmación en Madrid. El mexicano da dos vueltas al ruedo como resultado de una aplomada tarde que mereció premio mayor; David de Miranda, todo voluntad, pasea otra vuelta al anillo.

La calurosa tarde madrileña empezó con un minuto de silencio (real por fin tras tantos vivas inoportunos) en recuerdo de Víctor Barrio. Siete años de aquella tragedia de Teruel que convirtió en icono inmortal al vertical torero segoviano que tomó la alternativa en Las Ventas.

En el cartel chirriaba el nombre de Calita. A unos meses de cumplir los catorce años de alternativa, con el tufillo del rodaje de estas últimas temporadas en pueblos de pocos honorarios, sin triunfos de eco en su México natal. Se quitó todos los prejuicios que traía en lo alto a base de una sincera confirmación. Toreo de quilates junto a asentada entrega. Ya lo demostró con un primero de Román Sorando que rompió en su muleta a embestir con nobleza. Le faltó un punto de humillación por el pitón derecho en varias tandas bien rematadas con pases de pecho de pitón a rabo. Más clase desplegó por el izquierdo. Calita se lo ciñó con la pierna por delante, con compromiso y buen trazo. Faltaron adornos finales que cambió por una tanda que se quedó en terreno de nadie, muy enfrontilada eso sí. La estocada en los rubios complementó para la oreja que el presidente no se atrevió a dar.

Podía haberla dado a la muerte del cuarto, ya que también fue solicitada como compensa a su seria tarde. Tampoco quiso esta vez el presidente Iñaki Sanjuan que se ha contagiado de la falta de criterio de otros usías. Argumentos había de sobra. En ese cuarto, que acusó los cinco años de salida y hubo que sacarle la vibrante embestida con sacacorchos, Calita demostró un oficio forjado en mil batallas. No perdió la compostura en una faena de fibra tirando del toro con tensión. Se entregó el toro al sometimiento mexicano que se reveló como un matador seguro con otra eficaz estocada (esta vez algo desprendida) de recta ejecución.

Calita se declaró a través de su actuación como un torero serio, que vino a Madrid a entregarse con argumentos de toreo fundamental. Una sorpresa que pide paso.