El matador de toros Guillermo Rondero falleció este sábado, a las 01:05 horas en la Ciudad de México, a la edad de 81 años, derivado de una insuficiencia renal que lo mantuvo internado durante los últimos días, en el área de terapia intensiva del Hospital General Regional.
Aunque su estado de salud se había mantenido estable desde 2016, tras haber sido intervenido del corazón, Guillermo había sufrido una repentina recaída apenas a comienzos de este mes de junio, motivo por el que decidió hacerse diversos estudios que dejaron al descubierto la mermada condición en la que estaban funcionando sus riñones.
Esta situación se agravó al sufrir un infarto y hubo necesidad de enviarlo a cuidados intensivos, donde permaneció sedado antes de que ocurriera su lamentable deceso, que en este caso viene a apagar una vida intensa y cargada de entusiasmo.
Guillermo Horacio Edgar Ennis ("Guillermo Rondero", en los carteles), nació en la ciudad de Tampico, Tamaulipas, el 20 de marzo de 1942. Desde pequeño sus padres lo trajeron a vivir a la Ciudad de México, donde su abuela vivía cerca de la plaza "El Toreo" de la Condesa, de cuya estructura exterior guardaba sus primeros recuerdos de niño.
En su juventud tomó la decisión de ser torero y desde comienzos de la década de los sesenta corrió la legua y toreó varias novilladas hasta que consiguió debutar en la Plaza México, en un festejo que tuvo lugar el 12 de septiembre de 1965, tarde en la que alternó con Ricardo García y Manolo Martínez, con novillos de Milpillas. El novillo de su presentación llevó por nombre "Payaso", con 368 kilos.
Dejó constancia de su buen hacer y, sobre todo, de su facilidad con la espada, y eso le valió para continuar su lucha en las plazas de provincia. Al año siguiente regresó al coso de Insurgentes, a una novillada que se celebró el 9 de octubre de 1966. Hizo el paseíllo al lado de Manolo Rangel y Ernesto San Román "El Queretano", con ejemplares de Las Huertas. Ese día no tuvo suerte y escuchó dos avisos antes de dar muerte al quinto ejemplar, que se llamó "Granadino".
A partir de entonces decidió probar fortuna en ruedos de Sudamérica, y toreó en varios países, siendo Ecuador donde mejor encajó y se hizo de muchos amigos, entre los que se cuenta Aurelio García Montoya, que también se buscaba la vida con capote y muletas. Y fue en la vieja plaza de Riobamba donde tomó la alternativa el 21 de marzo de 1969, de manos del maestro Armando Conde, en una corrida que también toreó su inseparable amigo Mariano Cruz (padre del también matador Mariano Cruz Ordóñez), con toros de la ganadería nacional de Pedregal de San Francisco Chiriboga. Un día antes había toreado en la plaza Santamaría de Bogotá, donde alternó con el novillero Juan Gómez y la rejoneadora Amina Assis, de la que se dijo había sido el última musa del maestro Juan Belmonte.
Después de esa corrida del doctorado, en la primera Feria del Buen Suceso de Riobamba, ciudad situada al sur de Ecuador, enclavada en las faldas del volcán Chimborazo, Guillermo Rondero siguió probando fortuna en el escalafón mayor, donde ya fue más complicado conseguir contratos. Al cabo de unos años tomó la decisión de retirarse para formar una familia y dedicarse a distintos trabajos, la mayoría dentro del sector de la transportación de carga aérea, por eso gozaba de excelentes relaciones con empresas y personal del aeropuerto de la Ciudad de México.
Sin embargo, toda su energía y su mente siempre estuvieron al servicio de la Fiesta, pues constantemente andaba viendo qué hacer dentro de los toros: si organizar un festival benéfico, conseguir una tienta para algún torero a los que entrenaba, o hasta buscarse las vueltas para ver a quién convencía de organizar una corrida. En ese sentido, su entusiasmo era tan apasionado como desbordante.
A sus hijos les inculcó su inmensa afición y, andando los años, su hijo Carlos recibió una alternativa postinera El Toreo de Cuatro Caminos en 1994, un hecho que a Guillermo lo llenó de satisfacción y orgullo.
Dotado de una singular vehemencia, y una forma de ser impulsiva –y a veces también explosiva– que despertaba cierta desesperación, inclusive entre sus amigos más cercanos, Rondero mantuvo estrechas relaciones taurinas con el Ecuador, país por el que sentía devoción. Ahí supo cultivar muchas amistades, como la de su más reciente pupilo, el joven matador riobambeño Julio Ricaurte, al que transmitió sus enseñanzas con la ilusión de verlo crecer como torero, y al que todavía hace un par de meses tuvo la fortuna de ver torear en su tierra.
Su impresionante desenvoltura fue una constante en su forma de ser, ya que tenía una enorme facilidad para relacionarse con cualquier persona y hablar o interesarse por cualquier tema. Cercano a las causas sociales, y solidario con los más necesitados, Guillermo siempre conservó ese espíritu aventurero que lo llevaba a elucubrar quimeras muchas veces complicadas de comprender, producto de su indomable romanticismo.
Rondero fue un conocedor del toreo y de los personajes de otra época, además de un grato conversador, amante de la historia de México y del pasado; un hombre que defendió sus convicciones con una voluntad de acero, y siempre se entregó a lo que él consideraba legítimo.
Su cuerpo será velado en la agencia funeraria J. García López, de las calles de General Prim 57, en la colonia Juárez, a partir de las 19:00 horas, en la sala número ocho.
Desde aquí enviamos nuestras más sentidas condolencias a numerosos sus amigos y su familia, especialmente a sus hijos Guillermo y Carlos; a sus adoradas nietas, Sofía y Miranda y, por supuesto, a su inseparable compañera de la última etapa de su vida, la señora Mina Elizondo, que tuvo una mano izquierda de oro para entender su carácter, además de quererlo y apoyarlo sin reserva durante todos estos años. Descanse en paz tan entrañable amigo.