Para la inmensa mayoría de los toreros, quizá lo más difícil sea conseguir contratarse en Las Ventas de Madrid, y luego del atragantón que supone acudir a torear a esa plaza, a veces hay que hacerlo a contracorriente, como hoy, en que el encierro de la ganadería anunciada de Luis Algarra fue parchado con dos toros de Montalvo.
Sin embargo, es esa adversidad que representa Madrid, a la que los toreros deben sobreponerse con ambición, porque al margen de ser veteranos o noveles, por aquí no es recomendable pasar de puntillas, sobre todo si se quiere mantener un cartel que permita volver algún día a torear al coso de la calle de Alcalá.
En dicho sentido, tanto Román como Francisco José Espada demostraron que traían dentro un fuego interno –e intenso, también– para salir a jugársela y si el resultado favoreció al valenciano, que le arranchó una oreja de peso al violento quinto toro, el juez de plaza, José María Fernández-Egea, le negó una oreja de ley a Francisco José Espada del tercero, el único toro realmente bueno para triunfar con más claridad.
En esa cuerda del valor y el arrojo transitó la actuación de ambos toreros, al contrario de lo que mostró Octavio García "El Payo", que en esta ocasión pasó inadvertido, con una actitud que no se acerca a lo que, en un principio, lo había llevado a tomar la determinación de buscar esta oportunidad en Madrid, tras aquella frustrada tarde de mayo de 2016, en la que ni siquiera pudo hacer el paseíllo al haberse suspendido la corrida por la lluvia.
Ya de suyo no era fácil de asimilar el mal trago del cambio de toros, pero en muchas ocasiones hay que ver el lado positivo y no dejarse contaminar mentalmente por este tipo de circunstancias para poner una mejor cara ante lo negativo, como debió ser el hecho de que, el toro que abrió plaza, después de haber enseñado su mansedumbre de salida, acabó embistiendo con cierta fijeza y transmisión por el pitón derecho.
Y aunque El Payo vio que por ahí podía sacarle provecho, no acabó de verlo claro, salvo cuando lo atacó para dejarle la muleta en la cara, en series que tuvieron cierto calado entre el público, y no tanto ante los aficionados del Tendido del 7, que le reprocharon continuamente la colocación para los pases de pecho, y más aún cuando le enganchó varias veces la muleta al probar al toro por el pitón izquierdo sin convicción alguna.
Cuando parecía que el queretano se iba a poner en el sitio, y así intentar ligarle lo pases al de Luis Algarra, aquello no acabó de suceder y la faena se fue diluyendo hasta concluir en una estocada habilidosa, un tanto atravesada, con la que terminó su labor para meterse al callejón en medio de un displicente silencio.
En el cuarto, que era el primer remiendo de Montalvo, un toro basto de hechuras, distraído, soso y un tanto flojo, ya no había nada por hacer y Octavio acabó estrellándose con todos estos elementos, para terminar una faena gris que remató de media estocada defectuosa y un certero golpe de descabello, previo a refugiarse nuevamente en el callejón donde se puso a rumiar sus pensamientos en una tarde para el olvido, durante la tercera actuación de un torero mexicano en esta Feria de San Isidro.
Román echó mano de su carisma y un buen concepto del toreo, prácticamente desde el saludo capotero al segundo de la tarde, un toro que galopó con franqueza de salida y fue noble en la muleta, aunque no duró todo cuanto hubiese deseado el valenciano para haberlo cuajado.
De esta faena habría que destacar su asentamiento en las zapatillas y su temple, para llevarlo largo y tratar de ayudarle a rematar las suaves embestidas, alentado por un público deseoso de verlo triunfar en una plaza donde, cierto día, el toro "Santandero", de Baltasar Ibán, estuvo a punto de enviarlo al otro mundo aquel 9 de junio de 2019. Las series tuvieron buen acabado y si aquello no acabó de coger vuelo se debió a esa falta de fuelle del toro, al que mató de una eficaz estocada que le valió saludar una cariñosa ovación en el tercio.
El quinto ejemplar de la tarde compuso el lote más desigual de la corrida, pues fue un toro de Montalvo que tuvo violencia y vendió cara su muerte. Fiel a su consabida entrega, consciente de que tenía el público en el bolsillo, Román no dudó ni un momento y se la jugó a lo largo de una faena recia, en la que tiró la moneda al aire, en la que se mascaba la cornada a cada instante.
Su satisfactorio despliegue de entrega llegó hasta la estocada, que realizó con una magnífica técnica, para tumbar al toro de un certero espadazo que, ahora sí, le puso una valiosa oreja en la mano, misma que paseó feliz de la vida, y muy sonriente, como es habitual, en una aclamada vuelta al ruedo.
Francisco José Espada confirmó que es uno de los jóvenes a lo que es preciso brindar nuevas y mejores oportunidades. Dotado de un estilo clásico y una buena percha de torero, Espada tuvo la suerte de llevarse el mejor toro de Luis Algarra, lidiado en tercer lugar, con el que estuvo decidido y despejado de cabeza, en una faena fresca y variada en la que sobresalieron su colocación en series de buen acabado que remató con señeros pases de pecho. A la hora de perfilarse para entrar a matar, sabía que tenía el triunfo en la punta del acero, y se fue derecho sobre el morillo para cobrar una estocada de ley que provocó una nutrida petición de oreja que, inexplicablemente, no le fue concedida, en una fehaciente muestra de la lamentable disparidad de criterios entre los cinco jueces de plaza existentes.
Parece que Espada no le dio mucha importancia a esta injusticia, y en el sexto buscó pasar página y ver si conseguía hacer otra faena del interés del público, ante otro toro de Luis Algarra (fue el único que sorteó el único lote del hierro titular), que fue manejable, pero sin fondo de bravura, lo que le permitió volver a ponerse donde pegan las cornadas, con tan mala fortuna que, en un exceso de confianza, el toro se lo echó a los lomos y lo caló en el muslo izquierdo.
A pesar de llevar la cornada, pues era evidente el gesto de dolor, tuvo los arrestos de terminar la faena en medio de la aceptación de un público que lo vio con mucho agrado, y aunque en este ejemplar no estuvo fino con la espada, acabó siendo cobijado por una fuerte ovación cuando atravesó el ruedo al final de la corrida, camino de la enfermería.
Ficha Madrid, España.- Plaza de Las Ventas. Decimotercer festejo de la Feria de San Isidro. Poco más de tres cuartos de entrada, en tarde soleada y fresca, con escasas ráfagas de viento. Cuatro toros de
Luis Algarra y dos de
Montalvo (4o. y 5o.), los tres primeros cinqueños. De poco juego en general, salvo el 3o., que fue noble. El 2o. fue manejable, pero duró poco. Pesos: 520, 518, 528, 574, 572 y 544 kilos.
Octavio García "El Payo" (azul rey y oro): Silencio y silencio tras aviso.
Román (gris acero y oro): Ovación y oreja.
Francisco José Espada (azul marino y oro): Vuelta tras fuerte petición y ovación tras aviso. Incidencias: Sobresalió en la brega
José Chacón, que lidió muy bien al 4o.
José Alberto Aponte "Candelas" estuvo fácil y eficaz con las banderillas en el 6o. Al concluir la lidia del tercero, el público abroncó al juez de plaza por no haber conseguido una merecida oreja a
Francisco José Espada, que al terminar la corrida pasó por su propio pie a la enfermería para ser atendido de una cornada en la parte posterior del muslo izquierdo, sufrida en la faena del 6o. El parte médico firmado por los doctores
García Padrós y
García Leirado, establece lo siguiente: Herida por asta de toro en la cara interna, tercio superior del muslo izquierdo, con dos trayectorias: una ascendente, de 15 centímetros, que alcanza el pubis, y otra hacia adentro, de 15 centímetros, que bordea el recto. Puntazo corrido en la cara posterior del gemelo izquierdo y policontusiones en ambas piernas. Fue intervenido bajo anestesia general y trasladado a la clínica fraternidad muy presa Habana. El pronóstico es grave".