Y así fue hasta que saltó a la arena el cuarto, un toro del hierro titular, que embistió con clase y profundidad a la muleta de Miguel Ángel Perera, que se fue centrando, debajo del tendido del cinco, y le hizo una faena recia, mandona, en la que ligó el toreo en redondo y por abajo, obligando mucho a ese "Camillero", en series de magnífico temple y trazo, en los que a veces no hubo toques de muleta y sí mucha ligazón girando rítmicamente en las zapatillas.
El público comenzó a calentarse a la par del extremeño, que se asentó sobre la arena con autoridad y así dio curso a una faena de manos a más, mientras el de El Parralejo seguía embistiendo humillado y con calidad. Y si bien es cierto que, en determinados pasajes del trasteo, Perera prefirió metérselo mucho detrás de la cadera, en vez de torearlo en la línea y aligerarle el esfuerzo para dosificar su duración, su toreó caló entre la gente y eso le devolvió el ánimo a la corrida.
Quizá sobraban las arriesgadas bernadinas con las que abrochó esta sólida faena, porque lo esencial ya estaba hecho, y cuando debía haber matado con eficacia al toro para tumbarle una merecida oreja, se dio a pinchar emborronando de esta manera lo realizado. Miguel Ángel se tuvo que conformar con una ovación en el tercio que supo a poco, tras haber tenido una anterior intervención en la que no había pasado de estar dispuesto ante el segundo toro –de José Vázquez–, bajo y reunido, un zapatito, de poco cuello y fuerte morrillo, que no valía nada, y frente al que el torero extremeño estuvo minutos de más sin que aquello fuera a coger vuelo.
Doce años después de que Perera le confirmó a Joselito Adame en la Feria de San Isidro de 2011, ahora tocó turno darle el abrazo a otro torero mexicano que viene arreando, como es el caso de Fonseca, el menudito y valeroso moreliano que está pidiendo paso en España.
Sin embargo, y tras haber cumplido con una arrojada y digna primera tarde como matador en esta plaza, posiblemente esto no le alcance para abrirse las puertas que él espera. Y eso, en principio, es lamentable luego del titánico esfuerzo que ha realizado por hacerse valer ante algunas empresas mexicanas.
Al margen de que el resultado no fue rentable, cabe destacar su actitud desde que se abrió de capote con el toro de la ceremonia, ya que fue el único espada del cartel de hoy que hizo tres quites, con ganas de demostrar que no se iba a dejar nada en los ensayos. El de chicuelinas a ese toro fue muy ceñido, antes de hacer una faena deslavazada y demasiado larga, sin que la falta de celo del de José Vázquez haya permitido demasiadas florituras, salvo un par de series de mejor acabado, toreando sobre las rayas del tercio, buscando con ello evitar los desesperantes embates del viento. El no haber aligerado le granjeó un resultado adverso: dos avisos, de los que el primero lo escuchó cuando seguía toreando.
Un suave quite por tafalleras al quinto, segundo del lote de Ángel Téllez, que vino mermado de facultades, no sólo luego de la tremenda voltereta sufrida el domingo anterior en esta plaza, sino la que ayer sufrió en un pueblo, fue otro de los pasajes capoteros interesantes a cargo de Fonseca, que sabía que no podía dejar de aprovechar el gran escaparate que supone torear en esta plaza por San Isidro.
Y el sexto, el toro de más kilos de la corrida –pesaba 575–, hondo y serio, cuya testa le daba casi a la altura de la montera a Isaac, sólo le permitió enseñar su arsenal de disposición, con un trepidante inicio de faena en los medios, con un péndulo de rodillas que repitió dos veces, pues en la primera el toro lo había desarmado antes de rodar por la arena, ya que, teniendo voluntad de embestir, y no mal estilo, la fuerza no le ayudaba.
Se empeñó Fonseca en torear en los medios, con el corazón por delante, en series por ambos pitones en los que no terminaba de estar fino en el acabado debido a las ráfagas de viento. A pesar de ello la gente lo alentó, sobre todo las decenas de paisanos que vinieron a verlo y se manifestaron de manera estentórea, durante varios pasajes de la corrida.
Otro aviso hacia el final de la faena le dejó en claro que en Madrid hay que estar más breve y también más conciso, antes de colocar una estocada delanterilla y perpendicular que provocó un profuso derrame sin haber caído abajo. Y así concluyo una tarde de esas en las que, lamentablemente, uno sale de la plaza con la triste sensación de que "no pasó nada", con el consiguiente peligro, conforme avance la feria, de que la gran actitud de Fonseca –sin recompensa y resultado favorable– se vaya diluyendo lentamente.
Ahora tendrá que aprovechar su exitosa participación en la Copa Chenel para revertir esta circunstancia, y ver si con ello consigue ser el triunfador y se cuela a un cartel de la Feria de Otoño. En eso tendrá que concentrarse Fonseca, y darle la vuelta a la página de hoy en Madrid, ahí donde Ángel Téllez pasó doblemente inadvertido con dos toros de escaso lucimiento, más el segundo que el primero, un precioso toro ensabanado que tuvo nobleza y escasa fortaleza, y otro de preciosa lámina, el quinto, que se afligió tras dos fuertes puyazos.