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Triunfalista reencuentro a pesar de los toros...      

Colombo y Roca Rey salieron a hombros en San Cristóbal

Era la tarde esperada por todos. El ambiente estaba dado para esas corridas que se marcan con un asterisco en el recuerdo de los aficionados. Pero una cosa propone el hombre y otra lo descompone el toro. Como en realidad al final ocurrió. Se cortarían seis orejas, en un reparto abultado para lo que en realidad se vio en la arena. Esa es la verdad.

El encierro de Los Aránguez ha sido un lote muy disparejo e irregular en cuanto a comportamiento se refiere, siendo el más potable del envío el corrido en tercer lugar, bravucón, de geniuda embestidas que no del todo fue entendida por su lidiador. Los demás, sacaron escaso recorrido, nulo celo a las telas y en especial a menos en los engaños, lo que condicionó que los espadas actuantes se limitaran a lucirle más de lo que en verdad otras manos hubiesen sido visto.

Pocas opciones tuvo el extremeño José Garrido ante el que abrió plaza, donde los momentos de mayor trascendencia vino en el alegre saludo por verónicas así como en momentos puntuales en la muleta, en especial por la mano diestra, y poco más, dado el escaso eco de emoción de la embestida del toro de cara al tendido. Los tres cuartos de razón toricida, tendidos y desprendidos, y un golpe con el descabello, para ser silenciado.

Otro matiz fue su labor con el cuarto de la función, desde el saludo a pies juntos en las verónicas de recibo, rematando con media en la boca de riego del irregular ruedo sancristobalence. Luego vendría el recital de toreo parsimonioso y relajado de Garrido, gustándose en el manejo de las telas, especialmente por naturales donde comenzó y cimentó trasteo muleteril, preñado de variedad y repertorio para levantar las ovaciones unánimes de los presentes. El pinchazo en lo alto, así como el espadazo tendido requerido para mandar a las mulillas, dieron pie a la concesión justa de una oreja.

La expectación por ver a Roca Rey era total, demostrado en la ovación atronadora con la que el público recibió al diestro peruano ipso facto se asomó en el paseíllo. Esa entrega no tendría contrapunto con el segundo, animal de desangelada y famélica condición para seguir los engaños de un Roca Rey que luciría por encima a las opciones que ofrecía el pupilo caroreño. Abrevió de pinchazo, y tres cuartos en buen sitio, para ser silenciado.

Otra disposición se le vio ante el quinto, a tambor batiente se mostraría el limeño con el animal desde el sabroso saludo por verónicas, de tablas a los medios, rematando con media acaderada en su ejecución. Tras una minúscula sangría en el caballo, en la muleta Roca Rey no escatimó en hacer lucir con temple y aguante las dudosas y pastueñas embestidas del burel, en tandas de "cinco y el de pecho", tanto por la derecha como por la zocata, especialmente por esta última donde se recreó llevar largo y detrás de la cadera los viajes del astado. Le aprovecharía hasta donde quiso y pudo el toro, para rematarle de tres cuartos de ración de acero en buen sitio, para de esta manera la plaza unánimemente solicitar las dos orejas, que se concederían no sin antes un poco de recelo a tenor de lo que había sucedido en el criterio del palco hasta ese momento.

Lo de Jesús Enrique Colombo la tarde de ayer, para no entrar en conjeturas y malos entendidos lo resumiría así: en su primero del lote, el más serio y precioso del envío, recibiría de capa con variedad por delantales a pies juntos, clavaria banderillas más con voluntad que lucimiento y eficacia; toreó de muleta con premura y nulo reposo, ante una embestida que se le vino arriba ante el limitado castigo en varas, a tal punto de por momentos lucir desbordado por el animal en distintos terrenos del ruedo, para despachar de estocada trasera y desprendida, y ser premiado con las dos orejas… ¿?

En el que cerró plaza, una labor más desordenada e inconexa, ante un toro de menos condiciones para el lucimiento por lo parado de su recorrido, voluntarioso en el capote, en meritorio saludo por verónicas rodillas en tierra; ración de banderillas nuevamente poco ortodoxas y una inexistente faena de muleta por ambos pitones, pues no hubo de donde sacar provecho al lucimiento permitido por el morlaco, enviando al destazadero de fulminante espadazo en lo alto, ligeramente desprendido, para ante la incredulidad de gran parte de los presentes en la plaza ser premiado con una oreja, de la más vulgares que se hayan concedido por palco presidencial alguno en esta arena en muchos años… Razones veredes diría Sancho, a este raro viraje de este criterio presidencial, como el sol a la luna, de una corrida a otra, vaya a saber bajo que intereses o bajo que presión. Suponemos.

Culminaba así una corrida que no del todo fue lo que esperábamos. Penoso que se rebaje categoría y seriedad a lo hecho en el ruedo, cuando de por medio esta la ilusión y pureza de un espectáculo que merece más respeto por parte de autoridades y propios protagonistas. Es caerse a mentiras señores, y esto no es así. He dicho, y con mi verdad no ofendo ni falto el respeto a nadie…

Ficha
San Cristóbal, Venezuela.- Plaza "Hugo Domingo Molina". Segunda corrida de la Feria de San Sebastián. Poco más de tres cuartos de entrada (unas 13 mil personas), en tarde soleada y calurosa con ráfagas de viento. Toros de Los Aránguez, correctos en presentación, de los que destacó el 3o. por su bravura seca. Pesos: 430, 435, 432, 430, 430 y 440 kilos. José Garrido (verde hoja y oro): Silencio y oreja tras aviso. Andrés Roca Rey (mercurio y oro): Silencio y dos orejas. Jesús Enrique Colombo (verde hoja seca y oro): Dos orejas y oreja.

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