La actuación del novillero mexicano
Arturo Gilio, ayer en Las Ventas de Madrid, en la primera novillda del ciclo isidril, dejó diversidad de comentarios en la prensa española, que lo elogian por su entrega, voluntad y valentía, además de notificar el grave percance que empañó su actuación.
El País (Antonio Lorca)Se le vio más placeado al mexicano
Arturo Gilio. Recibió a su primero con unas ceñidas gaoneras, ligó, después, varias tandas a la acelerada embestida del novillo y su labor no alcanzó el eco esperado. Más templado fue el quinto con el que llegó a dibujar dos excelentes y largos naturales. Pero al final de la faena, en un descuido imperceptible, el animal lo enganchó por la parte baja de la pierna izquierda y le infirió una cornada de carácter grave. El torero se deshizo de las asistencias y se empeñó en volver a la cara del toro, pero pronto verificó que era mejor acudir a la enfermería.
ABC (Andrés Amorós)El mexicano
Arturo Gilio, hijo del matador y ganadero del mismo nombre, se ha formado en Sevilla. Este año, ha triunfado ya en la Plaza México. En el segundo, que repite incansable, con emoción, se muestra firme, capaz y variado, pero no logra mucho eco. Mata con decisión: petición escasa. El quinto, que flojea un poco, embiste con clase, la gente entra más en la larga faena. Al final, sufre una cornada en el gemelo, se ve claramente la sangre en la pantorrilla. Lo mata bien
Domínguez.La Razón (Rodrigo Carrasco)El mexicano
Arturo Gilio ya mostró sus intenciones por gaoneras al primero, que luego repetiría en su turno. Durante éste, el de Durango (sic) se enfrentó a un novillo con auténtica cara de novillo y de menos de 500 kilos, casi una especie en extinción en Madrid.
Gilio vio en el quinto el momento oportuno para recibir con la muleta de rodillas al de
Los Maños. Al mexicano se le vio muy hecho en el día de su presentación, aunque en la temporada anterior solo hubiese acumulado tres paseíllos. El novillo hacía rectificar y ganar espacio al espada pero sin transmitir altas dosis de peligro, hasta que en un imprevisto le corneó en la pierna. La evidente cojera no le permitió continuar y
Carlos Domínguez se ocupó con profesionalidad del astado, que fue ovacionado durante el arrastre.
Agencia EFELa grave cornada sufrida hoy por el novillero mexicano
Arturo Gilio, al que el quinto de la tarde atravesó la pantorrilla izquierda, obligó a abrir la enfermería de Las Ventas por segunda tarde consecutiva en el inicio de la feria de San Isidro, tras el percance de
Álvaro Lorenzo el domingo. El novillero americano había demostrado hasta entonces un buen asimilado oficio ante dos de los novillos de un encierro de
Los Maños que, como máxima virtud reseñable, tuvo la de su noble movilidad, solo que sin emplearse con verdadero celo tras las telas.
El Mundo (Francisco I. Bienvenida)Ya estaba la faena hecha. Arturo Gilio había dejado una magnífica impresión en su presentación en Madrid. El pensamiento de haber cortado un poco antes el trasteo. De pronto, andando con el toro hacia las tablas, un derrote lo desestabilizó y otro lo cogió contra la arena para levantarlo colgado por el talón. Durante unos segundos todo el peso del cuerpo dependió del talón que se balanceaba en el pitón. Cuando las asistencias enfilaban el camino hacia la enfermería, con un grito les dijo que quería matar al novillo. No hubo forma. Intentó dar dos pasos pero las fuerzas le fallaron. Antes, por encima de todo, había quedado un concepto profundo del toreo. De dejar la muleta en el hocico para tirar de la embestida. De entrega sin estridencias. De largura pulseada. De temple.
Arturo Gilio mostró un potencial tremendo ante un novillo de Los Maños que humilló con buen son aunque en ocasiones falto de transmisión, como el conjunto de la novillada. El mexicano de Torreón hiló los muletazos en redondo, con verticalidad, con gusto. Pasándoselo por la faja un puñado de veces. El asaltillado santacoloma de su presentación que tuvo más movilidad. Se dobló con él en un entonado inicio de faena para después ligarlo. Le protestaron la colocación, pues se quedó a veces al hilo para encauzar una embestida detrás de la otra. Los pases de pecho a la hombrera contraria justificaron su intención de redondear todo.