La novillada de El Olivo, celebrada hoy en la Finca Cuatro Caminos resultó exitosa en varios sentidos, y aunque el resultado numérico no es tan expresivo de lo que ahí aconteció, pues solamente Alejandro Adame consiguió cortar orejas, el festejo estuvo marcado por la firme actitud demostrada por la quinteta de toreros que se dejaron la piel en el ruedo de esta coqueta plaza de toros, enclavada en medio de un hermoso campo de olivos.
Y sí la entrega absoluta fue el denominador común de la tarde, el toque artístico lo puso el menor de los Adame, que mostró una dimensión de torero de pellizco como pocas veces se puede advertir en un novillero que apenas comienza a dar los primeros pasos en su carrera.
Porque desde que desplegó su capote jugó los brazos con una gran soltura en las verónicas de compás abierto y unos mandiles, cargados de una cadencia muy torera, que entusiasmaron al público que ocupaba las gradas portátiles colocadas para la ocasión.
Después realizó un desmayado quite por gaoneras a pies juntos, en las que intercaló una luminosa caleserina, que terminó de confirmar ese talante de buen gusto que marcó el resto de su actuación, pues en el comienzo de la faena toreó por alto con desparpajo, con la barbilla clavada en el pecho, muy a tono con la suavidad de la embestida de un bonito ejemplar de Puerta Grande, que duró un suspiro.
Ya cuando Alejandro había dado un par de tandas de un enorme mayúsculo, encajado de cintura, toreando con los vuelos de la muleta, y una lentitud pasmosa, el novillo empezó a escupirse de la muleta y se fue a refugiar a tablas. Fue una pena que esos sucediera, pues lo verdaderamente interesante en ese momento era ver si el torero de dinastía conseguía redondear aquel breve boceto de una obra respaldada por un concepto del toreo tan personal como atrayente.
Si bien es cierto que la concesión de una segunda oreja resultó un tanto excesiva, ya que Alejandro mató de una estocada tendenciosa, lo cierto es que su toreo acabó por deslumbrar a la gente, que ya para entonces, y quizá demasiado tarde, apenas había valorado el derroche de entrega de los toreros.
A la par de lo hecho por Alejandro, también quedó patente la verdad y la pureza de procedimientos de Jorge Salvatierra, que enfrentó dos de los novillos –el sexto como regalo– más hechos del festejo, y en ambas faenas se plantó con una firme determinación, hasta que sobrevino un lamentable percance que se suma a la lista de lesiones que han generado tanta intermitencia en su larga carrera novilleril.
Dolorido y maltrecho se fue en la ambulancia rumbo a Aguascalientes para ser revisado, pero quizá con el orgullo del deber cumplido y la esperanza de avanzar hacia una tan anhelada alternativa. Y es que el mayor mérito de este hidrocálido fue haber permanecido en el ruedo hasta que dio muerte al novillo que lo hirió, sin hacer una mueca de dolor, y ajustado a esa filosofía josetomasista de la que ha bebido en estos últimos años.
Si Adame había saboreado la miel del triunfo, y Salvatierra experimentado la hiel de la cornada, los demás alternantes hicieron un esfuerzo más que encomiable por agradar, sobre todo Juan Pedro Llaguno, que mostró una actitud de hierro con un novillo de Claudio Huerta que le pidió el carné. Y el rubio torero queretano, cuyo estilo difiere del de su hermano Juan Pablo, mostró esa cara de arrojo y valor, además de afición, que constituyó todo un ejemplo de honradez profesional.
Hasta con las banderillas se mostró sobrado ante un novillo que no regalaba ninguna embestid y no era fácil hacerle fiestas, así que Juan Pedro le buscó las vueltas con una gran convicción y le hizo una faena donde, prácticamente, no la había. Cuando debió cortar una oreja, todo quedó en una ovación en el tercio por no haber estado fino con la espada.
José Miguel Arellano sorteó otro de los novillos agradables y nobles del festejo, perteneciente al hierro de Boquilla del Carmen, que lo dejó andar muy a gusto con capote y muleta, y si quizá le faltó arrear un poco más, ahí quedó la constancia de sus buenas maneras y los avances que ha tenido su desempeño.
El que se vio un tanto a la deriva por su falta de rodaje fue Pedro Bilbao, que enfrentó un novillo de Arellano Hermanos que desarrolló genio y tenía poder, así que este otro hidrocálido del cartel nada más pudo mostrar su entrega en contados momentos de una lidia atropellada, que había comenzado con una larga cambiada de rodillas en los medios, y un ramillete de escalofriantes gaoneras de salida, ahí, en el mismo terreno de la plaza.
Luego se le fue en tratar de reponerse sin que el novillo le echara mano, aunque no se salvó de ser trompicado, situación de la que él mismo se hizo un ágil quite arrojándole la tela a la cara, antes de tomar la sabia decisión de abreviar e intentar darle muerte con la mayor prontitud. Al final, la gente reconoció su esfuerzo y lo llamó a saludar una ovación que correspondió sus ganas de agradar.
El público que acudió hoy a los toros en la Finca Cuatro Caminos esa un tanto distinto al de ayer, compuesto mayoritariamente por jóvenes y caras menos conocidas, que salieron contentos tras haber presenciado este segundo y último festejo de una iniciativa que aportó su granito de arena a la Fiesta, con la intención de reactivar, en dicho sentido, la economía que tanto ayuda a los más necesitados. Y todo se debió al entusiasmo de Arturo Macías, y sus ganas de hacer cosas nuevas y diferentes. Así que, desde aquí, enviamos nuestra más sincera enhorabuena por este éxito.