Hoy, las emociones de la tarde del 21 de febrero aún revoloteaban sobre las concurridas terrazas a las afueras de la "Nuevo Progreso". Habíase conservado intacto el optimismo, la disfrutable secuela de una tarde excepcional, por lo que, tantas vivencias todavía eran tema de conversación entre la sonriente concurrencia.
De hecho, los ecos resonaron tanto, que peregrinos colimenses, de Guanajuato, Zacatecas, Aguascalientes, etc., se dieron cita hoy con una solo pensamiento: ser testigos de una tarde igual. Bueno, aunque sea un poco de la inusual conjunción suscitada en la tarde bendita. Y yo sabía que era complicado.
El atisbo de la grande esperanza se justificaba por el cartel: Toros… otra vez. Ahora de Begoña y de San Miguel de Mimiahuápam. Toreros con prestigio –cada cual en su expresión– de capacidad y disposición a la entrega absoluta. Este último punto no falló. Si el debutante riojano Diego Urdiales no formó el cuadro, o el consentido José Adame, tampoco nos regaló una de las faenas exitosas a las que nos tiene acostumbrado, de ninguna manera ha sido por falta de capacidad o disposición.
Pero, salvo estos espadas, nadie salimos con las manos vacías. El encierro –de impecable trapío– con cara y cinco añitos cumplidos, se comportó acorde a su edad. Propició la emoción a flor de piel. En cada toro que la parroquia aplaudió de salida, a cada lance que requirió del bien dominado arte de lidiar reses bravas, se pudo corroborar que este asunto del toreo no es –por mucho– cosa fácil. Pero sí emocionante a más no poder. Eso –con creces– fue lo que aportaron los toros. Poca cosa no es.
Quien se llevó más carga en su espuerta fue el potosino Fermín Rivera: el respeto de la afición en una ovación al tercio, fuerte y muy seria, más la contundente oreja al segundo de su lote. Ninguna de las dos faenas fue bonita ¡puaff! No señor; fueron rotundas, con torería, serias, con esa expresión por la que Fermín honra al toreo; a las varias herencias toreras a las cuales responde, a su gusto y convicción por el toreo ausente de cascabeles u oropel, y a ese toreo eterno que, cuando arriba, ahí se queda. Aquí, permítaseme la expresión coloquial “ya vamos llegando a Pénjamo”.
A su primero, del hierro de Mimiahuápam, muy aplaudido de salida, sólo pudo lidiarlo con el capote. Algún destello mostró “Inseparable”, pero solamente el ojo de un profesional pudo atisbar lo que de virtudes llevaba dentro el toro. El de San Luis Potosí buscó –encontró– el sitio y distancia exactos para someter y –luego– llevar muy toreado a su enemigo. Un trincherazo de salto en el asiento y toda la cosa, para intercalar serie por derecha e izquierda, debida y oportunamente rematadas, en las que Rivera echó mano de todo su arsenal para sentado en los riñones aguantar con plantas firmes, los intentos de frenarse.
Cuando el toro acortó su recorrido, Fermín le puso la muleta atrasada para así capitalizar las series finales. Media estocada que bastó y, ovación en el tercio. Quinto en el orden, segundo de su lote saltó “Mandamás”. Acudió con buena dosis de claridad al capote para ser toreado por verónicas lidiadoras y una media que arrancó aplausos. Vendría lo grande con la muleta. Desde banderillas hubo atisbos de faena, por la manera con la cual acudió al capote y al viaje de los rehileteros. El tercio de muerte, lo comenzó Rivera como decían los viejos maestros que se iniciaba: dos por alto, enseguida trincherazo por el derecho alternado con el de la firma y así, hasta el centro del ruedo para rematar con un laaargo pase de pecho.
El toro no regaló una sola embestida. Acudía con entrega; pero cada pase debía de ser bien toreado. Con aguante, con sometimiento, con la mano baja y hasta allá. Firmes las zapatillas y que su enemigo no percibiera la mínima duda. Con ese tenor alternó series por ambas manos, con más posibilidades con la diestra, aunque las de izquierda no demeritaron. El clímax fue pase de la vitamina muy ligado a los derechazos que fueron un portento. La faena culminó con manoletinas de buen gusto y un pase de la firma que no tuvo m… perdón, desperdicio. Cuando se perfiló a por uvas, la plaza entera guardó un silencio sepulcral y explotó cuando vio que del acero sólo asomaba el pomo. Una oreja que tiene dorado color.
El menudo espada ibero, Diego Urdiales –ni modo matador– tuvo una tarde aciaga en su presentación ante el conglomerado tapatío. El primero de su lote volvía en las manos. Y aunque llevó su toro a las afueras, poco fue lo que consiguió. Con mucha voluntad le dio distancia para ver si mejoraba su recorrido, pero fue en vano: “Timonel” no cooperó al debut del riojano. El cuarto, segundo de su lote hizo que abrigáramos esperanzas. En banderillas cogió bien el capote de Gustavo Campos y hasta le fue brindado a la concurrencia, pero como que eso no le gustó al astado y de entrada se coló por el derecho; luego por el izquierdo y no hubo más remedio que abreviar, y escuchar las protestas por la consiguiente molestia de los clientes.
El caso de José Adame es distinto. Lo coincidente fue la exigua materia prima con la cual hubo de intentar corresponder a un público que lo sigue ya. Esa es la diferencia. Llegó para Adame el tiempo de la exigencia, por las simpatías; por las esperanzas depositadas en él por la afición, bien cimentadas en el buen paso y el buen quehacer del aguascalentense. Está en la preferencia del público. Y así es como el público aprieta a sus consentidos. Eso, desde hace un tiempo es José Adame: un consentido; pero cuando las cosas se ponen cuesta arriba, como es el caso de esta tarde, se corre el riesgo de perder la paciencia.
Con el primero consiguió momentos de lucimiento, a pesar de la tendencia de “Encumbrado” por salirse de la suerte. Después de conseguir sujetarlo, aunque fuera temporalmente, etapa en la que tuvo lucimiento al llevar bien empapado al toro, no hubo otra opción, que irse con él a sus terrenos de la querencia. Extrajo pases meritorios, pero la ración de acero defectuosa y dos golpes con la corta, le privaron de algún premio.
Con el segundo, el toro prometió buenas cosas, pero, luego de brindar al cónclave, no sin antes habernos dado un gran susto en una colada pavorosa, que a punto estuvo de meterle el pitón a la barriga, con la muleta intentó aguantar los constantes punteos al torearlo por el derecho, las frenadas por el izquierdo y los reclamos de un sector recalcitrante de la plaza. Entera defectuosa que bastó.
Para el domingo próximo a las 4.30 pm, la empresa anunció: Seis toros de Bernaldo de Quirós para el de Aguascalientes, Arturo Macías, el español Daniel Luque y al torero de Apizaco, Sergio Flores.