Pues el asunto del abarrote así es. Todo pintaba de maravilla. El clima en la tarde empezó caluroso y soleado… y terminó con lluvia. Los toros comenzaron por todo lo alto y se diluyeron a partir del tercero en el orden.
Este fue un toro hecho y derecho que nos permitió ver –de nuevo– las formidables condiciones de Leo Valadez. Y yo creo que el ganadero Pablo Moreno puede llevarse el oro y el moro; porque el juego de los primeros dos ejemplares tuvieron condiciones verdaderamente de excepción.
El resto fue de variantes. La única constante fueron la bravura con sus matices y la pronta acometida a los montados. Aquí es como en los juegos olímpicos: las medallas de oro cuentan más.
El sevillano Rafael Serna, por fin pudo ver cumplido su anhelo de presentarse en la Nuevo Progreso. Ni duda cabe es un buen torero; sin embargo, todavía le falta sintonizar a cabalidad con el ritmo –a veces muy– lento del toro de México. A “No que no”, tardo pero soberbio de juego, le costó esperarlo.
Por fortuna, se acopló mejor con la muleta y el toreo por bajo, de rodilla flexionada, un cambio de mano a la zurda bien ligado con el de pecho, le fue jaleado con fuerza por el tendido. Con la diestra, una serie para centrarse y a buscar el buen toreo que el de don Pablo propiciaba. Serna logró momentos del buen toreo que sabe y gusta ejecutar.
Cabe mencionar –cómo lo disfruté– el novillo poco a poco se fue pa’rriba, le exigió al torero y el sevillano respondió. En el momento en que desafinó una nada y adelantó el engaño, su enemigo le echó mano. Rafael Serna volvió al toro sin mirarse la ropa para pinchar en un par de ocasiones, antes de sepultar tres cuartos de acero desprendidos. Silencio para el torero y aplausos para el del hierro zapopano en el arrastre.
El segundo de su lote fue bastante menos propicio, pero el español no iba a quedarse así. Mejoró mucho en la comprensión del ritmo y, a pesar de que “Milagroso” no facilitaba las cosas, se gustó en un quite combinado de chicuelinas con tafalleras. Con la muleta aguantó los intentos de pararse, sobretodo en una serie en muletazos de ida y vuelta metido en tablas, que el público apreció en toda su valía. Se fue por uvas con mucha decisión para sepultar el acero hasta las cintas que le significó llevarse una apéndice a la espuerta.
Vaya mérito del aguascalentense, Leo Valadez. Se llevó en el sorteo un toro –sí, un toro– simplemente hermoso de lámina. “A sus órdenes” (no hallé lo taurino en el nombre) era negro listón, bien puesto, se comportó como tal y se llevó una sonora ovación al saltar al ruedo. Pero era un toro. Y se comportó como tal.
El público demostraba que habían ido a ver a Valadez y cuando el torero flexionó una rodilla para recoger con su templado capote las embestidas de su ejemplar, los tapatíos le jalearon y luego explotaron con el desmayo de una punta del capote como remate a la sabrosura de sus lances. Luego vino gran un puyazo de David Vázquez, quien también se llevó una gran ovación. El quite por zapopinas fue también ovacionado; más porque el toro parecía probar al torero y hubo que aguantarle horrores.
Con la muleta, la cosa fue pausada. El toro exigió en serio, porque su recorrido no era amplio y había que llevarlo muy bien toreado, a más de estar firme en el momento que volvía en un palmo de terreno. Faena de muchísimo mérito y de una solvencia inusual en un novillero. Una entera que requirió el uso de la corta enfrió las cosas. Silencio. Del cierra plaza que le correspondió, pues mala suerte. Tela no había. Punteos, calamocheo, viaje corto y coladas indujeron la decisión de abreviar algo que no tenía posibilidades. Ración entera de acero y silencio.
Sin temor a equivocarme, “Don Serafín” de Pablo Moreno es, hasta el momento, el mejor novillo que ha sido lidiado en lo que va de la temporada. Bravo, fijo, noble, con son, muy largo recorrido y obediencia ciega a los engaños. Con este ejemplar, Nicolás Gutiérrez estuvo ahí. Siempre buscó estar a la altura del astado.
Claro que lo consiguió por momentos. Hubo una serie por derecha que todo mundo la gozamos. Buen toreo templado, pero no más. Con mala suerte un par de pinchazos, dos golpes con la corta, vuelta al estoque y tres cuartos desprendida. Desde el callejón escucho silencio para él y ovación para el toro.
Al segundo de su lote se le olvidaron las opciones en el rancho. Claro que ninguna mala idea, pero tampoco alguna buena. Noble y ausente de malas ideas, pero tampoco prolijo en buenas. En fin, que Nicolás Gutiérrez puso todo su empeño. Nada se guardan los aguascalentenses. Pinchazos hasta escuchar el aviso. Silencio.