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El ataque a Quito, un ataque a la libertad

Lunes, 19 Nov 2012    Quito, Ecuador    Santiago Aguilar | Opinión   
Es la consecuencia a un largo proceso en contra de la libertad

El reciente anuncio de la suspensión de la Feria de Quito Jesús del Gran Poder de este año fue recibido con sorpresa e indignación. Sorpresa porque la radical medida fue publicada a pocos días de la realización del tradicional ciclo de corridas, e indignación por la privación de una actividad cultural y económica con más de medio siglo de vigencia en la capital del Ecuador.

Estos sentimientos de los actores de la fiesta de los toros se potencian al analizar que además de las razones de tipo empresarial, la cancelación de las corridas supone un importante avance de un proceso diseñado para eliminar las funciones taurinas en todo el país.

Esta tesis abolicionista logra propagarse por la acción de grupos anti taurinos y de actores políticos que  alimentan una absurda confrontación social; la potente mancuerna, sostenida al más alto nivel, convirtió al tradicional debate filosófico sobre las corridas de toros en una lucha de carácter político, con complejas implicaciones sociales, legales, mediáticas y económicas.

Este proceso se ha llevado  cabo desde hace una década manejando una agenda que incluye movilizaciones, promoción de un mensaje nacionalista y claro está, actos de violencia. En materia legal se ha buscado reformas constitucionales y jurídicas que proscriban la actividad taurina. Se ha conseguido impedir el ingreso de menores de 12 años de edad a los espectáculos; limitar su difusión a través de los medios de comunicación o la realización de la consulta popular promovida por el gobierno que determinó, en el caso de Quito, la prohibición de la muerte del toro a estoque. Esto obligó a la mutilación del espectáculo y el consecuente alejamiento del público de los graderíos de la plaza de toros. Hace pocos días, el Municipio capitalino aceptó a trámite una iniciativa para eliminar el reglamento taurino, norma que otorga vigencia y legitimidad a la fiesta en la ciudad.

De tal forma que estas maniobras, cumplidas con puntualidad, buscan erradicar del imaginario social las raíces culturales para avanzar en el establecimiento de una nueva ideología, que sostenga en el tiempo un proyecto político, anclado en el enfrentamiento de las tradiciones y la historia con  ideas de un enfoque neo nacionalista que intenta vaciar de significados y contenidos a nuestra sociedad.

Desde el punto de vista económico, la suspensión de la Feria de Quito representa para la ciudad una importante pérdida, pues la semana taurina quiteña significaba una suerte de dínamo para la actividad productiva de importantes sectores.

Según estudios especializados el serial de corridas genera 60 mil empleos directos e indirectos, vinculados al sector taurino propiamente dicho y en especial a la actividad turística comenzando por los circuitos hoteleros, restaurantes, alimentación, transporte y de servicios, hasta llegar a espacios como impuestos municipales y estatales y de repercusión popular como la artesanía, la microempresa, la comunicación y la música; el caso es que la Feria de Quito ha sido el eje de las celebraciones de la fundación de la ciudad, alrededor de la que se daban los toros como algo muy propio de la captial.

Sin embargo, el mayor pasivo que arroja la cancelación del espectáculo tiene que ver con la permanente degradación de los valores fundamentales de libertad, tolerancia y respeto como bases de una auténtica cohesión social.

Así las cosas, los quiteños nos sentimos agredidos y despojados, en una suerte de doloroso estado de indefensión, sin posibilidades de ejercer nuestro derecho a la libertad en su amplia acepción, pues se intenta condicionar nuestras capacidades para elegir nuestra ideología, escoger la forma como educamos a nuestros hijos, a que destinamos el tiempo libre, como canalizamos las inquietudes culturales y como forjamos el auténtico sentido de identidad.


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