La tarde comenzó a pedir de boca con la lidia de un toro bravo, de Torreón de Cañas, y una faena variada y torera de Fabián Barba, que no desaprovechó ni una embestida para demostrar que atraviesa por un gran momento y que se encuentra a las puertas de su consagración definitiva.
Porque cuando se está mentalizado como el hidrocálido, la apuesta no resulta tan complicada, y prácticamente desde que recibió al toro en los medios, de rodillas, con una impecable larga cambiada, mostró una actitud del hombre maduro que sabe bien lo que quiere.
Aunque el toro hizo algunas cosas extrañas de salida, y tendía a marcharse a las tablas de manera un tanto abanta, una vez picado se centró en lo que debía hacer y no se cansó de embestir con transmisión y ritmo, no obstante que dio una aparatosa vuelta de campana.
Y si los lances iniciales a pies juntos tuvieron donaire, así como valentía el quite por gaoneras, después llegó una obra de mucho calado en el tendido, en la que Fabián se gustó, le puso empaque y torería, y anduvo muy enfibrado delante de "Acaudalado son", el magnífico ejemplar de Torreón de Cañas.
Toro y torero se fundieron en una faena alegre, dinámica, con muletazos tersos con la mano zurda y recios con la diestra, en donde los adornos tuvieron razón de ser y armonía, mientras el público jaleaba cada momento con mucho entusiasmo.
Y así engarzó series de excelente acabado, rematadas con largos y sentidos pases de pecho en los que le barrió los lomos al noble ejemplar, antes de colocarle una estocada en lo alto que mereció la concesión de una oreja de peso, de esas que en cualquier otra plaza, mas no en Guadalajara, son premiadas con mayor holgura.
Embalado como estaba, en el cuarto trató de redondear el triunfo, pero el toro, violento y complicado de salida, no le permitió andar con la misma desenvoltura. Sin embargo, Fabián se afanó en comprenderlo e impuso su condición de primer espada y lidiador para someterlo con el capote y que pudiese ser picado en distintos terrenos, pues volvió la cara dos veces al picador de tanda.
A base de imponer su voluntad, girando en los talones y dejándole la muleta retrasada, terminó robándole muletazos de mérito ya cuando la lluvia comenzaba a apoderarse de la tarde y la gente huía por el tendido buscando el refugio de los palcos.
Una estocada caída y delanterilla impidió a Barba tumbarle un apéndice a este ejemplar, así que se tuvo que conformar con salir al tercio a recibir una ovación, digno premio a luna labor en la que el oficio fue su mejor baza.
La otra faena que tuvo miga fue la que hizo Ricardo Rivera al tercero, un toro serio y astifino, de Rancho Seco, que tenía un trapío estupendo y sólo pesaba 465 kilos, lo que viene a enseñarnos que los kilos no precisamente son sinónimo de trapío.
El cuatreño tlaxcalteca embestía sin ritmo pero sí tenía la cualidad de la transmisión y aunque el colombiano carece de sitio, sí que tiene carácter y reciedumbre, además de un acento muy personal para interpretar el toreo.
La gente, su público, el de Guadalajara, lo esperó mucho y disfrutó el trasteo desde los vibrantes doblones del comienzo, pasando por las series de redondos, ligadas con temple y autoridad, en medio de ese arrebato tan suyo en el que el toreo sirve para canalizar una serie de sentimientos acumulados.
Y así brotó la inspiración de Ricardo, que emocionó al público porque él mismo estaba sintiendo todo cuanto hacía. La autenticidad de esta valiosa faena, con un toro exigente, fue una grata comunión con el tendido, y de haber matado al primer viaje seguramente le corta una oreja.
José Mauricio se topó con el otro ranchoseco, un toro serio, astifino, que fue un poquito flojo y deslucido. El torero de Mixcoac estuvo digno y le hizo una faena concisa y con pasajes artísticos, como las verónicas de recibo o los doblones finales, toreando por la cara y de pitón a pitón, algo que ya sólo se ve de vez en cuando y que este diestro aprendió de su primer maestro, Paco Laguna.
Una estocada eficaz fue el colofón perfecto a tan sobria labor, misma que fue reconocida por palmas de un público que se quedó con las ganas de ver a José Mauricio y a Ricardo Rivera en sus respectivos segundos toros, mismos que ya no pudieron lidiarse debió al intenso aguacero que se soltó mediada la lidia del cuarto de la tarde y que obligó a suspender tan interesante festejo.