Una interesante tarde de toros se estaba vivendo este sábado en Texcoco, donde Barrera, Garibay y El Payo habían cortado una oreja, cuando la tormenta hizo su aparición y dejó el ruedo en pésimas condiciones, de tal forma que el festejo fue suspendido y ya no saltó el sexto ejemplar.

Octavio García "El Payo" se notó más reposado y tocó pelo del único toro que enfrentó, un precioso colorado al que, a la postre, le dieron arrastre lento por sus buenas cualidades, como el recorrido, la fijeza y la duración. El queretano quitó por chicuelinas e inició su trasteo con un péndulo en el centro del redondel.

Buenos momentos comsiguió con la muleta en la mano derecha, pero los de mayor calado fueron con la izquierda, pues instrumentó naturales largos y rematados por bajo, marcando perfectamente los tres tiempos del muletazo, pese a que el toro caia po su poca fuerza. Cuando la faena decaía un poco, volvió a mantener el ambiente al cuajar la dosantina, ligada con bellos adornos y una serie de bernardinas, para luego irse tras la espada y lograr una buena estocada, lo que le redituó en el apéndice.

Ignacio Garibay tuvo una muy buena actuación, desenvolviéndose con mayor confianza en el ruedo texcocano. Su primero se dejó meter mano y le endilgó muletazos de estupendo calibre, sobresaliendo los naturales que parecían interminables, pues Nacho alargó el trazo de aquí y hasta allá.

También hubo tiempo para el toreo en redondo y logró una dosantina, además de destellos del arte que atesora y que cristalizó en trincherillas y cambiados de mano. Terminó de media estocada, un tanto caída, y se le concedió la oreja.

Poderosos y artísticos resultaron los doblones con los que inició su faena delante del quinto de la tarde, con el que nuevamente estuvo muy centrado y logrando momentos de importante nivel, aunque un tanto intermitente, dado que el ejemplar se vino a menos y la lluvia comenzaba a molestar. Tras finalizar la lidia, se le pidió la oreja, pero no fue otorgada.

El sevillano Antonio Barrera dejó en claro que es un torero de garra, pero que también corre la mano con mando y temple, como lo hizo delante del que abrió plaza, un astado que manseó en los inicios de la lidia pero llegó al tercer tercio repitiendo en sus embestidas y metiendo bien la cara, aunque eso sí, dejándole la muleta en la cara.

Barrera, que estructuró inteligentemente su labor, cuajó muletazos muy bellos con la sarga en la diestra, que era el mejor pitón del de Jaral de Peñas. Tomándole bien el ritmo, logró pegar hasta una dosantina, ligada con un artístico pase del desdén. Tras la estocada, paseó una oreja.

Su segundo fue un bello burraco que se lastimó una manita apenas al iniciar el tercer tercio, por lo que ya no pudo ser devuelto. Y aunque Antonio lo intentó con profesionalismo y consiguió buenos momentos, pues el toro era bueno, el público ya poco le tomó en cuenta su esfuerzo.