Federico Pizarro fue el máximo triunfador de la corrida de esta tarde en San Juan del Río, pues paseó dos orejas, la segunda a un toro de regalo, mientras que Óscar San Román tocó pelo y Pablo Hermoso dejó escapar el triunfo por sus fallas con el acero.

Pablo Hermoso de Mendoza buscó el triunfo a toda costa y expuso demasiado delante de su segundo, dejándose llegar mucho al toro y provocando una intensa emoción en los tendidos. Poco a poco se fue sintiéndo más a gusto y pudo dejar ese toreo que interpreta con gran calidad, llevando toreadas las embestidas.

Cuando todo pintaba para un triunfo importante de dos orejas, falló en el tercio mortal y recibió las palmas del público, que siempre le mostró su cariño y lo hizo sentir como en casa.

A su primero le colocó acertadamente rejones y banderillas. El momento cumbre de su labor fue cuando dio dos vueltas al ruedo galopando a dos pistas, llevando los pitones del toro a milímetros de su cabalgadura.

Bien estuvo con las cortas pero todo quedó en una franca ovación desde el tercio, pues no fue certero a la hora de utilizar el rejón de muerte.

Con bellos mandiles recibió Federico Pizarro a su primero, con el que luego realizó un quite por chicuelinas que gustó en el tendido. La faena de muleta tuvo tersura, pues las embestidas del toro eran suaves. Luego de un tremendo susto, del que se sobrepuso, colocó tres cuartos de acero y puso pasear la oreja.

Las cosas no fueron fáciles delante del sexto, de Campo Real, pues el ejemplar fue muy quedado y acudía con poco celo a la muleta. A pesar de intentarlo, poco fruto obtuvo en esta faena.

Queriendo salir a hombros, regaló un astado de El Grullo, con el que volvió a estar voluntarioso en todo momento y sacando destellos de buena clase, gustándose ante las interesantes cualidades del toro, que le permitió lucir y cortar su segundo trofeo de la tarde.

Con buenas verónicas recibió San Román al ejemplar que abrió el festejo, notándose centrado y con sitio, como si toreará más seguido de lo que lo hace. Con temple realizó su faena de muleta, en la que estuvo asentado y con destellos de buen gusto, perdiendo una oreja por pinchar.

Dócil y claro fue su segundo, con el que pudo lograr series de buen acabado con ambas manos. Cuando el astado se vino a menos, Óscar le supo pisar los terrenos para extraerle hasta la última gota de bravura. Finalmente, le tumbó una oreja.,