Sin lucir demasiado, el diestro francés Juan Bautista sembró lo necesario como para poder salir en hombros esta tarde en La México, pero por un par de situaciones desfavorables no lo consiguió y solamente cosechó las ovaciones del poco público que se dio cita en este monumental coso.

Y es que bien pudo haberle cortado una oreja a su primero, pues a pesar que el viento molestó durante toda la faena y ésta no tuvo ligazón ni consistencia, Bautista ejecutó de la suerte suprema de manera sensacional y el espadazo terminó con la vida de ejemplar, que rodó práticamente sin necesitar al puntillero.

Los entendidos sacaron pañuelos blancos, pues esa estocada bien valía el trofeo y en otros tiempos quizá se hubiera concedido de inmediato, pero la petición no alcanzó a ser mayoritaria y, lo que pudo ser una oreja de ley, quedó en ovación desde el tercio.

Su segundo fue un astado con voluntad para embestir, pero escaso de fuerza. El torero de Arles tuvo calma y, de a poco, fue eslabonando una faena interesante que terminó gustando, fundamentalmente gracias a los trazos con la mano izquierda, así como una estupenda tanda a media altura con la mano diestra.

Una verdadera pena que la estocada quedó muy caída, lo cual alejó la posibilidad de tocar pelo y de cosechar lo que con paciencia fue sembrando a lo largo del trasteo. Aún así, la petición de oreja fue bastante fuerte, pero el juez se mantuvo estoico para que Juan Bautista diera la vuelta al redondel ante los vítores de la afición capitalina.

Óscar López Rivera derrochó voluntad toda la tarde, pero eso no fue suficiente. El viento molestó mucho durante la lidia de su primero, pero el norteño se fajó y dejó destellos de su férrea determinación, toreando bien con la izquierda y aprovechando las embestidas de su enemigo que, sin ser nada del otro mundo, se dejaba meter mano.

Su segundo tuvo un comportamiento interesante, pues desde los albores de su faena demostró casta y sangre brava, arrancándose de largo y queriéndose comer la muleta. López Rivera intentó estar a tono y por momentos lo logró, aunque se notó lo poco toreado que está y el público tomó partido por un toro que, hacia el final del trasteo, comenzó a rajarse. Tras ponerse pesado con el acero, terminó por ser pitado.

Mucho incomodó el aire durante el primer toro de Aldo Orozco, un ejemplar que, si bien es cierto que acudía a los engaños, fue deslucido. Un tanto desconfiado, dejó solamente algunos destellos antes de fallar repetidamente con el acero, lo cual desesperó a los aficionados, retirándose en medio de pitos.

Delante del sexto, un ejemplar dócil, Aldo volvió a estar insistente, pero sin poder dejar su huella al no existir acoplamiento. De nuevo se dio a pinchar y su atuación no trascendió mayormente.