Hermoso gana con póquer de caballos (video)
Domingo, 20 Feb 2011
México, D.F.
Juan Antonio de Labra | Foto: Nacif
Con "Chenel", "Ícaro", "Manolete" y "Pata Negra"
El regreso de Pablo Hermoso de Mendoza a la Plaza México sirvió para constatar tres cosas: que sigue siendo un gran imán de taquilla; que su capacidad equitadora es incombustible, y que ahora, más que nunca, su amor propio está a flor de piel.
Con estos tres fundamentos, el rejoneador navarro, uno de las figuras extranjeras más importantes a lo largo de la historia taurina de este país, demostró que hay torero para rato, y de haber estado más contundente con el rejón de muerte, hubiese salido a hombros vestido de goyesco, pues fue tal el atuendo que lució tocado de un inusual sombrero catite.
Desde luego que para una figura de la talla de Hermoso siempre resultará importante abrir puertas grandes, pues su combatividad reside no sólo en tratar de triunfar toreando bien, sino de rematar este esfuerzo con el acero y cosechar apéndices, sobre todo ahora que ya le brincó un "gallo" de este lado del Atlántico, donde hasta hace muy poco tiempo era el amo y señor indiscutible del toreo a caballo.
Así que tenía un significado especial venir a México a arrellanarse en su trono, mostrar el cetro y triunfar con rotundidad. No pudo ser así, es verdad, pero con un póquer de cuatro caballos –"Chenel", "Ícaro", "Manolete" y "Pata Negra"– se sublimó durante la lidia de sus dos toros, pertenecientes ambos a la ganadería de Los Encinos.
Y fue precisamente sobre los lomos de los dos primeros caballos, y más tarde de los otros dos, con los que consiguió cuotas altísimas de toreo auténtico, puro y, por momentos, arriesgado en exceso, algo que la comodidad había relegado a un lógico segundo plano en varias tardes. Pero ya no puede ser así, y Pablo lo sabe; y también sabe que es preciso salir a arrear como un loco y mantener el pulso de consentido de cara al público, y hacer las cosas con mayor entrega, sobre todo en plazas como ésta, de gran repercusión mediática.
En ese toro que abrió plaza, de noble condición y acompasada embestida, "Chenel" galopó de costado con un temple milimétrico y realizó tres toreros recortes metiéndose por dentro en comprometidos terrenos cercanos a las tablas. La emoción creció más cuando "Ícaro", el expresivo bayo, nunca le perdió la cara al toro, y podríamos decir que lo enamoró con la mirada. Ese diálogo callado entre el caballo y el toro, galopando de manera espectacular uno, y embistiendo con una dulzura infinita el otro, fue uno de los pasajes culminantes de la tarde.
Aquel breve romance entre "Ícaro" y el toro que abrió plaza fue el prólogo de una pasión más arrebatada, si cabe, la que vivieron "Manolete" y "Pata Negra" con el cuarto, un toro más hecho pero que tuvo un comportamiento complicado. Aquí Pablo Hermoso terminó de compenetrarse con la gente, a la que puso en pie en varios instantes de la faena.
Y no era para menos, porque el hijo de "Cagancho", este "Manolete", apenas un potro que se quiere comer al mundo, sublimó por su personalidad y temple y varias batidas a pitón contrario que fueron un portento de expresión. Y toreó de costado con la misma garra para después dar paso a "Pata Negra", que ejecutó tres piruetas perfectas, jugándose el físico y sin temor alguno al dramático recuerdo de aquella espeluznante cornada sufrida en Las Ventas de Madrid.
Cabe comentar que las piruetas de "Pata Negra" son más ceñidas, aunque quizá un poco menos cadenciosas, de aquellas que hacía el famoso "Chicuelo", el elástico tordo que, conjuntamente con "Cagancho", fueron los dos caballos que pusieron a Pablo en figura del toreo hace más de una década.
Así que las piruetas de "Pata Negra" fueron el clímax de una faena valiente y arrebatada que terminó, como la primera, con el reposo y la seguridad de "Pirata", el caballo de matar con el que Hermoso clavó banderillas cortas y un par a dos manos antes de no encontrar el sitio exacto para colocar el rejón de muerte.
Es cierto que debió amargarle perder los trofeos y la consiguiente salida a hombros, pero creo que después de la brillante ejecución ofrecida con estos cuatro caballos, esta noche Pablo Hermoso dormirá tranquilo, sabedor de que sigue siendo el rey.
¡Ah!, y olvidaba comentar que por ahí surgieron, a coro, un par de gritos pidiendo la corrida donde Pablo y Diego Ventura aparezcan en el mismo cartel al lado de otros dos rejoneadores mexicanos. Eso sería fantástico, y el momento ideal para que suceda, ahora mismo, cuando las cosas están tan calientitas. A ver quién es el empresario mexicano con el talento suficiente para concitarlos.
Al margen de la lidia a caballo, que fue la protagonista de la tarde, se puede rescatar la gran disposición de Pepe López, que de haber apostado un poco más delante del tercero, el único toro que sirvió de Malpaso, hubiera cortado una merecida oreja. Porque el michoacano se puso en el sitió, le tragó con determinación y le robó muletazos de mérito por los dos pitones.
El mismo empeño puso en el sexto, y trató de estar nuevamente a la altura de tanta expectación, pero a esa hora el público ya abandonaba el coso, tristón de que a Rodolfo Rodríguez "El Pana" le pintaron bastos con un lote al que, prácticamente, nada pudo hacer. Vamos, ni un chispazo suelto de su característica brujería.
Ficha México, D.F.- Plaza México. Decimoséptima corrida de la Temporada Grande. Más de tres cuartos de entrada (unas 38 mil personas) en tarde soleada y de temperatura agradable, pero con algunas ráfagas de viento. Dos toros de
Los Encinos para rejones, de presentación y juego desigual, de los que sobresalió el 1o. por su docilidad y buen estilo. Tres toros de
Malpasp (3o., 5o. y 6o.), bien presentados pero de poco juego en su conjunto, con excepción del 3o., que fue el más potable. Y uno de
Luis Felipe Ordaz (sobrero, sustituito, 2o.), de escasa presencia y deslucido. Pesos: 480, 515, 507, 504, 480 y 480 kilos.
Pablo Hermoso de Mendoza: Ovación y ovación.
Rodolfo Rodríguez "El Pana" (verde olivo y plata): Pitos en su lote.
Pepe López (palo de rosa y oro): Ovación tras leve petición y palmas. Destacó en banderillas
Alfonso Sánchez. El sobresaliente
Luis Gallardo pasó fatigas para dar muerte al toro de
Malpaso (2o.) que fue devuelto por haberse partido un pitón. El monosabio
Juan Siegler se despidió a las edad de 83 años, y tras 67 desempeñando este oficio.
Comparte la noticia