El afán de triunfo de los dos toreros que menos experimentados del cartel -César Delgadillo y José Manuel Montes- los condujo a sufrir sendas cornadas, en una tarde accidentada, donde los seis espadas trataron de entregarse en aras de conseguir la Oreja de Oro, el codiciado trofeo que fue declarado desierto, en virtud de que ninguno consiguió tocar pelo.
Delgadillo acarició el triunfo después de una lidia atractiva, pues derrochó calidad desde que se abrió de capote. Toreó bellamente a la verónica, y llevó el toro al caballo mediante unas tapatías. Y la faena de muleta discurrió entre algunos altibajos, ante un toro tuvo bravura y tenía mucho que torear.
César desgranó muletazos despaciosos, con temple y sintiendo mucho lo que hacía, y su toreo caló en el público, que siguió con atención. En el tercer intento de entrar a matar, tras haber señalado dos pinchazos, el toro le echó mano de fea manera, infiriéndole una cornada en el muslo derecho y un fuerte golpe en la parte baja de la espalda.
Las asistencias los condujeron a la enfermería en medio del grito de "¡torero, torero!," y la gente pidió la oreja con insistencia, misma que no concedió, por cuestiones lógicas, el juez de plaza Manuel Ramírez de la Torre. Sin embargo, César dejó entrever que merece más oportunidades porque se trata de un torero con un estilo depurado y gusto por hacer bien las cosas.
El otro toro que embistió del encierro de Medina Ibarra fue el sexto, al que José Manuel Montes recibió con un alegre y vistoso toreo de capote. El público se puso de su lado porque percibía la entrega del torero, que salió hecho un jabato a dar espectáculo.
Los dos primeros pares de banderillas fueron emocionantes, con el toro embistiendo con mucha transmisión, hasta que en el tercer par lo empitonó y lo lanzó por los aires, pasándolo de un pitón a otro con celo y alargando la gaita hasta asestarle la cornada en el muslo derecho.
La angustia que se vivió en la plaza fue grande, y el público se quedó consternado a tal punto que cuando Israel Téllez salió a torear al de Medina Ibarra, que tenía una excelente condición para el triunfo, le cayeron encima y él perdió la concentración en una faena intermitente que no pudo rematar con la espada. Y es que en su primero estuvo muy centrado en los tres tercio, pero también le hizo falta más contundencia para haber cortado una oreja.
Fabián Barba sorteó un toro bajito, reunido, que se paró demasiado pronto y con el que solamente pudo bosquejar detalles sueltos. Mató de una estocada de buena ejecución, un tanto desprendida, que le alcanzó para saludar una cariñosa ovación en el tercio.
Víctor Mora también trató de estar a la altura del compromiso, y se plantó con determinación en medio de los pitones, ante un toro alto, hondo, el de mayor catadura del encierro. A base de aguantar y tragarle mucho, consiguió extraerle algunos pases de valía antes de abrochar el trasteo con unas aseadas manoletinas que le llegaron al público. No estuvo acertado a la hora de realizar la suerte suprema y escuchó un aviso. Cabe rescatar un templado quite por chicuelinas.
Juan Chávez, que debutaba como matador en esta plaza, tuvo en las manos un toro noble, pero carente de transmisión, y aunque se esforzó por darle pases, la gente estuvo poco receptiva a su entregada labor.
Cuando se declaró desierta la concesión del trofeo, un ramalazo de decepción invadió al público, que apoyó a los toreros en distintos pasajes de una tarde complicada, en la que dos toreros se han ido al "hule".