Ganaderos, toreros, apoderados, periodistas y aficionados...
Debido a factores políticos, económicos e incluso bélicos, desde finales del siglo XIX y ya entrado el XX, tuvo lugar una importante migración libanesa hacia México y poco a poco fueron estableciéndose asentamientos en diversas ciudades de nuestro país, siendo el Puerto de Veracruz el buque insignia donde familias enteras desembarcaban anhelando un venturoso porvenir.
Son variadas las actividades que los libaneses y sus descendientes han emprendido en México, la mayoría centradas en el comercio en sus diversas escalas. La herencia fenicia les convierte en auténticos maestros para el intercambio de bienes y servicios, así como la innata capacidad de hacer negocios.
El legado árabe, pues la nación del Cedro es uno de los 22 países árabes del mundo, otorga al libanés una sensibilidad muy especial hacia lo artístico y todo aquello que posee profundidad expresiva. Es por ello que al llegar a un país taurino, como lo es México, no pocos inmigrantes desarrollaron una pasión especial por la Fiesta Brava y sus descendientes han sido piezas importantes, incluso, del negocio taurino.
Aunque la lista de los libaneses que aman y han amado a la Fiesta Brava es extensa, presentamos un recorrido por algunos de los más sobresalientes "hayes", como solemos decirnos entre paisanos.
El visionario constructor de la Plaza México
Si de Líbano hablamos dentro de la Fiesta, la referencia fundamental es don Neguib Simón Jalife. Nacido en Yucatán en 1892, pero de padres libaneses, este empresario fue el gran visionario de la Plaza México, que formaría parte de un complejo arquitectónico denominsado "Ciudad de los Deportes" que incluiría, además, un estadio olímpico, albercas, canchas de tenis, frontón y hasta una playa artificial.
Radicado en la Ciudad de México desde los años veinte, Neguib Simón adquirió hacia finales de los treinta varios terrenos en lo que hoy son las colonias Nochebuena y San José Insurgentes, cerca de Mixcoac, algunos de los cuales habían sido ladrilleras. Bajo la dirección del arquitecto Modesto C. Rolland, la primera piedra de la Plaza México fue colocada el 28 de abril de 1944.
Neguib no solamente fue el constructor de la Plaza México, sino que hizo empresa durante los primeros festejos celebrados en el monumental coso de Insurgentes (incluso su hermano Miguel Simón llegó a ser gerente) inaugurado aquel recordado 5 de febrero de 1946.
No obstante, el ambicioso proyecto del empresario libanés quedó inconcluso, pues solamente alcanzaron a ser construidos el estadio y la plaza. Y es que, ante una crisis financiera que derivó en falta de recursos, el resto de los inmuebles quedaron solamente en los planos. De hecho, Neguib vendió la Plaza México y el Estadio Ciudad de los Deportes al empresario hispano Moisés Cossío y, al morir en el año de 1983, pasó a manos de sus hijo Moisés y Antonio Cossío, éste último su actual propietario.
Alquimista ganadero y apoderado de lujo
Pepe Chafik, que nació en Líbano en julio de 1938, fue una de las figuras referenciales de la segunda mitad del siglo XX en nuestro país. Desde que llegó a México acompañado de sus padres, cuando todavía era un niño, desarrolló un intenso gusto por la tauromaquia e, incluso, llegó a debutar como novillero y toreó cerca de diez festejos.
Chafik Hamdan Amad era su nombre completo y en México se añadió el "José", para hacerse identificar con mayor facilidad. Pronto cayó en la cuenta que su vocación era la de ganadero y adquirió el hierro del gran picador Juan Aguirre "Conejo Chico", junto con su socio, Marcelino Miaja. Ahí comenzó la historia de un verdadero alquimista del campo bravo, que potencializó el encaste Llaguno y años más tarde incursionó como ganadero en España.
De carácter afable, pero firmeza en sus decisiones, Chafik apoderó a Manolo Martínez desde principio de la década de los setenta, convirtiéndose en su tercer administrador, después del matador Pepe Luis Méndez y el ingeniero Álvaro Garza, consolidando así una mancuerna que por muchos años mandó en la Fiesta mexicana. La astucia del libanés fue pieza clave al elegir los toros en el campo para que el maestro regiomontano mantuviera su sitio de primera figura, al tiempo que su ganadería se consolidaba como pie y simiente de muchas otras vacadas.
Se jactaba Chafik de no haberle cobrado una sola comisión a Manolo por llevar su carrera. Sin embargo, su "comisión" era acudir a las casas ganaderas más importantes a comprar, a buenos precios, vacas y sementales a libros abiertos, mismos que conocía de memoria porque fue un apasionado del toro de lidia, al que dedicó gran parte de su existencia.
A lo largo de los años, Chafik nunca dudó en apoyar a un sinnúmero de muchachos que vislumbraban la ilusión de ser toreros, como el mítico José Tomás, compaginando su amor por la fiesta con la creación de un restaurante de comida libanesa, El Jamil, ubicado en la colonia Condesa y que comenzó a operar ya entrado el nuevo siglo.
Su sobrino (y por ende descendiente libanés) Julián Hamdan continuó con la tradición ganadera en la familia al fundar la dehesa Julián Hamdan, vacada que ha logrado triunfos importantes en los últimos años en diversas plazas de nuestra geografía mexicana. (Continuará...).