Por eso, el brindis tan sentido que hizo a su abuelo, el ganadero Sergio Hernández, de Rancho Seco, vino a cerrar el círculo taurino que entronca con Paco Pavón, aquel novillero de los años cincuenta que se dejó la vida en las pitones de un toro, tras la grave cornada recibida en el vientre en 1959, cuando intentaba hacer un quite en El Toreo de Cuatro Caminos, donde actuaba como sobresaliente en un mano a mano entre Calesero y Luis Procuna.
Y es que el tío abuelo de Bruno, hermano de Sergio, también prefirió la dureza del toreo que el de la crianza de ganado de lidia, y ahora, 65 años después de aquella tragedia, un miembro más de esta familia ha decidido evocar a ese Pavón, el torero de la casa, dejando también de lado los caballos, el rejoneo –la profesión de su padre, Giovanni Aloi, y de su hermano Fauro, matadores de toros a caballo– para expresarse de otra manera: pasándose a los toros por la faja.
Así lo hizo hoy en La México con el quinto ejemplar de Campo Hermoso, un novillo como un dije de plata fina, reunido y bajo, corto de manos, con un morrillo muy proporcionado y unas hechuras que no podían fallar. ¿Qué hubiera sido de la faena de Bruno si el tal "Ya merito", como se llamaba, hubiese tenido un punto más de fuerza?
Pero eso fue lo que al final, si se analiza debidamente, otorga un grado de mayor valor a la faena de Bruno, porque estar tan templado, tan terso, despejado de ideas, con un novillo que no aportaba esa cuota extra de emoción, fue lo que le dio realce a toda la lidia.
Ya las verónicas de recibo habían tenido calidad, y no se diga el precioso quite por cordobinas –creado por el llamado "joven maestro", Jesús Corboba– que fueron una especie de premonición de un torero que atesora todas las cualidades para cuajar en figura del toreo, que fundamenta su éxito en una profunda vocación que, frente al toro, se traduce en una serena convicción, la del que sabe muy bien adonde quiere llegar.
Desde luego que en esto de los toros resulta muy difícil pronosticar el futuro de un novillero, y dicen que más vale ser cronista que profeta, pero lo que hizo Bruno Aloi con "Ya merito", tuvo tal impacto en la gente que viene a corroborar todo el esfuerzo que ha desplegado en España, y que ya se había advertido a lo largo de la lidia del primero de su lote, un ejemplar deslucido que embestía con la cara alta, al que le hizo una faena muy solvente.
Pero delante del quinto, después de hacer el toreo clásico, de toques imperceptible y zapatillas ancladas en la arena, vino esa segunda parte de la faena, que tuvo el impacto del novillero que viene arreando, pero con inteligencia, pues toreó de rodillas con idéntica calidad que lo había hecho de pie, antes de ejecutar una estocada un poco trasera, y perpendicular, en la que se volcó con mucha entrega rayo para tumbarle las dos orejas a "Ya merito".
Seguramente que el triunfo obtenido por Bruno va a trascender, y por ahora le garantiza un puesto en la novillada de triunfadores, amén de que a su temporada española todavía le queda cuerda con citas relevantes, como son las prestigiosas ferias de Villaseca de Sagra, Algemesí y Arganda del Rey, además de la novillada que tiene contratada en la Feria del Pilar de Zaragoza.
Así que no hay que perderlo de vista porque hoy, en un abrir y cerrar de ojos, ha ratificado que es el novillero más relevante de la baraja mexicana, y bien merecido se lo tiene porque, tarde o temprano, tanto esfuerzo ha tenido su recompensa.
La novillada de Campo Hermoso fue noble, con varios novillos que atesoraron nobleza, y otros a lo que les faltó chispa, lo que no ayudo a que los alternantes de Bruno, el hispano Manuel Caballero, hijo de la figura del mismo nombre, y Andrés García, hermano de El Payo, alcanzaran a lucir lo que debían.
No obstante, a favor del albaceteño hay que apuntar una primera faena bien estructurada, asentada, de trazos tersos y toreros, al ejemplar que abrió plaza, al que toreó por nota, entendiendo bien los tiempos y el ritmo del novillo al que, de haber matado con eficacia, le hubiese cortado una oreja.
El cuarto, un colorado, el de menos bonitas hechuras del encierro, no fue fácil porque embestía tirando un incómodo derrote con el pitón contrario al del cite. A pesar de esta condición, Caballero trató de taparle la cara y llevarlo toreado, y por momentos no le encontró la distancia adecuada, lo que se tradujo en algunos enganchones de muleta, en un trasteo insípido que tampoco pudo rematar pronto con la espada.
De Andrés García hay que señalar sus buenas maneras, y que en ambos novillos estuvo por encima del juego que dieron, siendo el trasteo al tercero el de mayor conexión con el público y mejor acabado, pues no sólo toreó bien a la verónica, sino que luego dejó trazos templados y reunidos.
Con el sexto, que estaba muy aplomado, se afanó en sacarle provecho, pero aquello no era posible, por más que el queretano se pusiera a insistir. Una vez su deficiente manejo de la espada, emborronó una labor que, finalizada de otra manera, quizá hubiese tenido más repercusión, ya cuando Bruno Aloi había cautivado al público con su personalidad y su toreo, y esa bendita hambre de querer ser torero.