Ahora, viendo televisión vuelvo a los sesenta que viví con la fogosidad de la temprana juventud. Cambiar el mundo, era la consigna mesiánica de mi hoy vetusta generación. La "Boomer" como la llaman los demógrafos. Contracultura, rebeldía, independencia, liberalidad, viaje a la luna, arte pop, otra estética… Si Los Beatles la marcaron en la música, Muhammad Alí en el deporte, Andy Warhol en la pintura y Neil Armstrong en la luna; Manuel Benítez Pérez "El Cordobés" lo hizo en el toreo.
Lo internacionalizó con su leyenda, asaltando los cánones, apasionando, reventando taquillas, cargando con la excomunión de la cátedra purista, y la impostada, y llevándose la época tras de sí, como flautista de Hamelin. Cuánto mandó entonces, proyectando la fiesta a estratos de popularidad, globalidad y prosperidad jamás alcanzados. Quien mejor lo definió fue Gerardo Diego:
El Cordobés
es el toreo al revés
y es el mechón de través…
El Cordobés
es el toreo en inglés,
en danés
y en pequinés
y en volapuk y sin mover los pies.
Desde una España que tras larga y enquistada posguerra se reabría y era redescubierta por el mundo con enamoramiento. A él se debe con mucho la opulencia que la tauromaquia vivió durante medio siglo, hasta el 2014, cuando volvieron las vacas flacas, las plazas solas, los campos exiguos y la impopularidad, que debilita y atrae las fieras como la sangre.
Las plumas pontificias que lo zaherían entonces, (y todavía), tildándolo de hereje tremendista que no oficiaba con la devoción de Antonio Ordóñez, El Viti, o Paco Camino… ignoraban el desfile de empresarios que con los maletines llenos de dinero peregrinaban a "Villalobillos" para implorarle que no se retirara.
Bueno, ahora, promediando los veinte del nuevo siglo, cuando la generación "Alfa", la del Ipad, la inteligencia artificial, la virtualidad, la diversidad, la ecología, el futuro, sale del Covid buscando portaestandartes. Ahora que en los toros llevamos diez años terribles, coronados de espinas por una pandemia. Ahora que al fin surgen signos de convalecencia; vuelven los cinqueños, el fervor y los "No hay billetes". ¿Cuál es el ícono?
Sorpresa. El máximo reclamo resulta ser un joven suramericano. Quien, (lo digo yo que los he visto a los dos), no se podría comparar con aquel contestatario fenómeno sesentero. Pero qué sí ha vuelto a llenar plazas y traer la nueva generación con él, como a un renacimiento. Como a un amanecer del no más anoche que ganaderías enteras iban a los mataderos, cancelaban ferias y la fiesta fenecía.
Pero igual que antaño, algunos altavoces comienzan a cobrarle al advenido (lo que a otros no). "Porque hay que exigirle". Ladinamente claro. Cuando triunfa y produce mítines…, "es por suerte en los sorteos", "porque el toro facilita", "por ignorancia de los públicos”, “porque está evolucionando para parecerse a sus mimados", "porque no torea con sutano y con mengano".
Domingo Delgado de la Cámara diagnosticó la cosa por OneToro TV, viéndolo torear a "Leguleyo" en una plaza enloquecida. "Se ha puesto de moda entre quienes posan de buenos aficionados ser anti-Roca Rey".
Sin embargo, él, callado, igual que desde niño (torero de nación), va con su verdad, sin disfraces ni posturas, arrimándose y echando pa´lante. Con el bueno y con el malo, de largo y en corto, de rodillas y de pie, al derecho y al revés. Abriendo puertas grandes por doquier. Cautivando afición imberbe (ídolo de mi nieto y de otros nietos) "Los Alfa", como les dicen, y vendiendo a montones entradas y suscripciones de TV. Recapitalizando el negocio.
Está bien. Como ayer, todo no es eso, pero eso podría ser todo en las condiciones actuales. ¿Además, no era lo que imploraban?