El sentimental barroquismo de Ferrera

Domingo, 10 Mar 2024    CDMX    Juan Antonio de Labra | Foto: Hidalgo           
Cortó dos orejas y cuajó sendas faenas plagadas de expresión
La honradez profesional de Antonio Ferrera es ejemplar, pues desde que hace el paseíllo hasta que se va de la plaza –la tarde de hoy, felizmente a hombros– desquita hasta el último centavo que le pagan. Y hace bien el torero extremeño en entregarse de esa manera, fiel a un concepto del toreo muy personal, pero capaz de encender la chispa a la más mínima provocación y "armar la escandalera", como decía el añorado Ciego Muñoz.

Ese motor que lo impulsa es el público, en este caso el de la Plaza México, que conectó con Antonio en todo momento y agradeció tan exultantes faenas a los dos mejores toros de Rancho Seco, por lo que hasta la suerte jugó a su favor, salvo en la estocada al quinto, porque si no se estaría hablando de un triunfo de cuatro orejas y no sólo de dos.

Pero dejando de lado el triunfo numérico de Ferrera, es imperativo en señalar su enorme capacidad de dar espectáculo, consciente de que él sabe fluir, sudar –hoy hacía un calor inusual en este escenario–, gozar, sufrir, soñar, expresar… en un amasijo de sentimientos que le llegan a la gente. Y en ese sentido es un artista, porque genera emoción y cautiva.

Sí, La México hoy volvió a ser ferrerista, quizá no tanto como en aquella increíble faena a "Tocayo", de La Joya, que ahí si fue un torbellino de pasiones, pero no le faltó mucho para alcanzar esa cota de éxtasis, sobre todo cuando le corrió la mano al quinto con mucha sabrosura, mediada la faena, que fue a más, como la primera, hasta llegar a ese punto de no retorno en un espiral de arrebatamiento con un toro que embistió con profundidad, gracias a que Antonio le dejó la muleta puesta, le dio confianza, le aguantó más de algún frenazo, y tiró de él a placer en unos tersos naturales.

Así lo hizo en el aniversario 50 de la despedida de Luis Procuna en esta plaza, un torero de su misma cuerda expresiva, aunado a una técnica y una solvencia que subyace en ese redoble de tambores de su toreo, que también se escucharon con el tercer toro de la corrida, agradable por delante y noble, al que Ferrera terminó por hacerle fiestas en los tres tercios y tumbó patas arriba, sin puntilla, de una estocada magnífica.

Por cierto, antes de perfilarse para entrar a matar, dejó al toro en el tercio y se fue a cambiar el ayudado por la espada, y cuando volvió ante la cara de "Dentista", que tuvo mucha fijeza, no hizo sino ponerse delante, sin ningún muletazo preparatorio, y ahí mismo... ¡toma! el cañonazo con la espada. Aquello tuvo ribetes de genialidad, sí señor.

Hablar de sus pares de banderillas y recortes y galleos posteriores; los adornos y guiños constantes hacia la gente; su gesticulación y apasionamiento, dejan en claro que se siente renovado y con ganas de seguir escribiendo su historia personal con la afición de La México, y esta corrida televisada seguramente le servirá para abrir más puertas y tocar otros corazones.

A diferencia de la buena suerte de Ferrera, El Zapata, el otro veterano del cartel, que frisa el medio siglo de vida, le tocó enfrentar el lote más complicado de un encierro desigual en volúmenes y cornamentas, pero de juego interesante.

Quizá a toros de esa condición, sin tanto meneo en banderillas, lidiados con mayor eficacia y menos gente a la vista en el ruedo, hubiesen terminado de otra manera. O quizá no, porque desde salida marcaron sus querencias, sus resabios, su forma de embestir, que fue definida, y aunque Uriel se afanó en buscarles las vueltas, no consiguió obtener buenos resultados y con el cuarto hasta se vio desbordado. Sin embargo, ahí queda su buena actitud y unos pares de banderillas de los suyos, con un monumental que fue extraordinario, y ante toros que no eran para "banderillas de matador", ciertamente, lo cual tuvo un doble mérito. Por ello le concedieron el trofeo en disputa y muy bien ganado.

A Francisco Martínez se le notaron los nervios en el toro de su confirmación, que fue manejable a secas, con un buen pitón derecho, aunque sin humillar del toro, con el que lo mejor fue el armonioso quite por caleserinas, ya que en la muleta de faena hubo hasta tres desarmes que restaron cohesión a una faena que rubricó de una eficaz estocada y le concedieron una oreja benévola, que fue protestada, siendo evidente la disparidad de criterios en el palco de la autoridad cuando el matador Gilberto Ruiz Torres cede su lugar a Enrique Braun, que hoy presidió el festejo.

El sexto era el toro con más romana de la corrida: pesaba 565 kilos; era hondo y largo, además de paliabierto, y fue el único que mostró falta de fuerza, por lo que la buena voluntad del torero sanmiguelense no tuvo eco en el tendido, ya cuando la gente estaba a la espera de que terminara la corrida y saber quién se había llevado la Banderilla de Oro.

Y fue una lástima que esta actuación de Francisco no acabara de proyectarlo con la justicia de la enorme lucha que había realizado en cosos de provincia para conseguir una oportunidad que lo devuelve al mismo camino pedregoso por el que ya está acostumbrado a transitar, a la espera de interiorizar lo acontecido y tirar pa’lante, pues tiene afición de sobra.

Dato a remarcar fue la estupenda entrada que registraron los tendidos de La México, que está viviendo un instante muy dulce, porque todas las tardes se suscitan hechos relevantes, alentados por el trapío de los toros y el arribo de una oleada de jóvenes a lo que hay que seguir consintiendo.

El próximo domingo habrá otra corrida temática, ahora de rejones, con la participación de la figura española Andy Cartagena, el explosivo Emiliano Gamero, y la joven promesa Fauro Aloi, incluidos tres grupos de forcados, así que el espectáculo está garantizado y será motivo de más júbilo. Ojalá que el encierro de La Estancia embista. Porque la gente quiere toros y Fiesta, con y sin mayúscula. Y hay que dársela a manos llenas.

Ficha
Ciudad de México.- Plaza México. Séptima corrida de la Temporada de Reapertura. Poco menos de media entrada (unas 18 mil personas), en tarde calurosa, con ráfagas de viento en el 1o. Toros de Rancho Seco, desiguales en volúmenes y caras, de juego variado, de los que destacaron el 2o. por su nobleza, que fue premiado con arrastre lento, y el 5o. por su transmisión. Pesos: 510, 530, 528, 488, 537 y 565 kilos. Uriel Moreno "El Zapata" (granate y azabache): Silencio y pitos tras dos avisos. Antonio Ferrera (blanco y oro): Dos orejas y ovación tras aviso. Francisco Martínez (blanco y oro), que confirmó la alternativa: Oreja con algunas protestas y silencio tras dos avisos. Incidencias: Martínez confirmó su doctorado con el toro "Cucharito", número 138, cárdeno listón, con 510 kilos. Ferrera invitó a dar la vuelta al ruedo a los ganaderos Sergio González, padre e hijo, a la muerte del 3o. Al final de la corrida, El Zapata obtuvo el trofeo en disputa, entre algunas protestas.

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