En la soleada y cálida tarde, don Gonzalo Sanz de Santamaría abrió la feria con cuatro utreros negros y dos castaños, diversos de presencia, con apenas 409 kilos promedio, sin mucha lámina y apagados en finales.
No hubiesen dado para tanto de no haber sido avalados por su mucha casta. Galoparon de salida, remataron en burladeros, atacaron prontos la caballería empujando en el monopuyazo. Exigieron en capotes y banderillas emocionando y persiguiendo, y se batieron en el tercio de muerte con franqueza, pero sin bobería, hasta que la codicia les duró. Todos los arrastres fueron aplaudidos, y de haber sido muertos como lo merecieron el orejerío hubiese sido de escándalo.
Afloró de nuevo (después de su reciente triunfo en Cali) la torería del paisa Luis Miguel Ramírez. En todos los momentos de sus lidias y sobre todo la cereza y letalidad de su espada que le gana los trofeos. Pleno de ambición, confianza en sí mismo y contagiosa emoción, construyó dos faenas combativas y plenas de recursos a tenor de la sensibilidad del público, al que no dio tregua. Muy sabido. Parece torero y lo es. Derribo su lote con sendos estoconazos y la gente con él quiso darle una tercera oreja que Usía no concedió.
El lenguazaqueño Ánderson Sánchez salió hace dos años del anonimato en Cañaveralejo, con un toreo de corte clásico. Indultó, sorprendió, y siguió por ahí, pero sin lograr reeditar esa excelencia. Hoy optó por la efervescencia novilleril entre la cual destellaron algunas suertes aisladas de gran compostura que recordaron sus votos iniciáticos.
No se fue a hombros porque cuando la plaza hervía con el asestó un pinchazo una estocada baja y dos golpes de cruceta que descalificaron. Pero su alegre capote que alternó a portagayola, larga cambiada, verónicas, tafalleras, caleserinas, revoleras…, y su muleta de rodillas mucho y de pie, con poder y a veces profundidad, le pusieron el electorado a discreción.
El muy novel debutante Simón Hoyos, manizaleño, corpulento, pero sereno y dueño de sí, sorprendió con su vocación estética. Lento temple, profundidad, rima y dibujada quietud. Así deparó las más bellas tandas de la tarde y también las dos mejores faenas. Imperfectas sí, pero afianzadas solo en esas sus virtudes congénitas, porque son las que no se aprenden ni se compran. Desechó cualquier efecto, extravagancia o heterodoxia.
Y vio irse un triunfo bautismal sin abandonar su credo ni la escuchar el tercer aviso en el buen sexto, al que no pudo matar. Confirmando aquello tan frecuente de que torero artista no es buen estoqueador. Eso sí se puede corregir, y es que apenas llega.
Festivo arranque de la feria 69 de Manizales. Publico, ganadero y novilleros, los tres ovacionados de salida, iban muy alegres.