Guillermo Hermoso de Mendoza resultó el máximo triunfador de la corrida de este viernes por la noche en Juriquilla, tras cortar cuatro orejas y compartió la salida en hombros con Diego Silveti quien reapareció en los ruedos y desorejó al segundo toro de su lote. La corrida había sido anunciada dentro del marco de la despedida de Pablo Hermoso de Mendoza, en tierras mexicanas; pero la empresa anunció que el adiós definitivo del navarro será en un festejo programado para marzo de 2024.

La otoñal noche entró en calor con el tercero de la función, cuando Guillermo Hermoso de Mendoza ─sobre el caballo─ esperó al toro delante de la puerta de toriles y escapó de la embestida mediante un quiebro mientras asestaba el primer rejón de castigo. A partir de ese momento, se mostró variado en los encuentros que sostuvo con el de Marrón, toreándolo con lucidos lances en los que alternaba los pitones del burel con cadenciosos movimientos a la grupa del corcel; vinieron vistosas piruetas tras la colocación de las banderillas, incluido un certero par a dos manos. El colofón de la faena llegó con el letal rejón de muerte, de efectos inmediatos, que levantó al público de sus asientos: dos orejas cedidas desde el palco de la autoridad y palmas en el arrastre para "Jardinero".

El séptimo da la noche, un acochinado burel con 605 kilos sobre las patas, le duró menos que su primero… hecho que no deslució ante la empeñosa labor de Guillermo. Pese a presentar una decreciente movilidad, el joven jinete lo entendió y los adornos fueron pocos (tres banderillas y un par de rosas) pero lucidos; repitió la dosis con el acero y su enemigo rodó por la arena. El juez de plaza, Manuel Garrido, también repitió la recompensa: otro par de orejas y más palmas en el arrastre.

El que cerró plaza ─en manos de Diego Silveti (corinto y oro), que reaparecía tras una dilatada convalecencia─ no parecía traer cualidades propias para que luciera la tauromaquia del guanajuatense; de salida brusca, intentó saltar al callejón y dificultó la labor capotera del matador. Luego de la participación de los del castoreño, recompuso sus embestidas y le permitió un lúcido quite por gaoneras a Silveti. 

Los toreros de plata no la tuvieron fácil ya que el toro les apretó a la hora del encuentro; la autoridad lo dejó pasar con solamente dos pares (como al resto de sus hermanos) y vino lo mejor de los de a pie. Diego pidió "Caminos de Guanajuato", cuya letra fue coreada por el respetable que también alternó su canto con los "olés" causados por los artísticos muletazos de Silveti. 

Para cerrar la faena, y tras recoger el acero, hizo un desplante y lo tiró a la arena; se echó la muleta a la espalda e hizo pasar al toro hasta en cuatro ocasiones. La estocada fue recibiendo y, aunque el toro tardó en doblar, el exaltado público se levantó para exigir las dos orejas… concedidas.

Pablo Hermoso de Mendoza, el decano jinete, vino a reverdecer laureles en una plaza que lo había consagrado desde principios del siglo. Para su mala fortuna, y pese a la insistente labor mostrada, no pudo redondear sus dos actuaciones. En el arranque de la corrida, se esforzó con el rejón de castigo y con las banderillas; el de Marrón se aplomó pronto y el navarro le buscó las embestidas, logró a medias pero con la unánime aprobación a su labor… se le complicó a la hora de intentar descabellarlo y se esfumó la posibilidad del triunfo. 

Con el quinto de la tarde también lo intentó todo: toreo a la grupa, banderillas, banderillas cortas y hasta el "teléfono"; caló en los ánimos de los asistentes que le reconocieron la insistente faena; debió apearse para dar el cachetazo final al burel y acertó al tercer intento. 

El de la tierra, Octavio García "El Payo" (negro y plata), arrostró un lote difícil que pronto se fue apagando. El segundo de la noche auguraba una buena lidia, el coleta queretano pronto se acopló a las embestidas del toro y lució con el percal; él mismo lo puso a merced del picador. Las primeras tandas tuvieron calidad pero debieron ser acortadas por las condiciones del astado; en más de una ocasión rodó por la arena y abrevió. 

Con el sexto de la noche también lo intentó desde el capote; las dificultades mostradas en su primero aparecieron de nueva cuenta y, pese a su empeñosa labor, se vio obligado a cerrar su actuación y, tras dos pinchazos, recurrió al verduguillo; el público no logró ponerse de acuerdo para calificar la labor de Octavio.