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Emiliano Osornio o un soneto al arte de torear

Sábado, 07 Oct 2023    CDMX    Juan Antonio de Labra | Foto: JAL           
Cuajó una faena repleta de torería a un noble novillo de Los Cues
La poesía es un arte mayor. Un arte que está hecho de puro sentimiento. Un arte cuya armazón es la naturalidad, la sencillez. Es un arte tan escaso como profundo. Como el toreo cuando se hace como lo hizo Emiliano Osorio en la Plaza Arroyo, donde escribió los versos contenidos en un soneto.

Porque esa faena que cuajó a "Leyenda", el nobilísimo novillo de Los Cues, tuvo la arquitectura perfecta, y representó la cadenciosa armonía de dos seres vivos –el torero y el toro– que se fundieron en un mismo movimiento. Ya lo decía el gran Octavio Paz: "el toreo es poesía en movimiento”, y desde las adormecidas verónicas del recibo hasta el golpe final con el descabello, todo cuanto hizo Osorio estuvo perfumado por el arte de la poseía. 

Este torero de Toluca atesora dos cosas difíciles de encontrar en un mismo intérprete: la naturalidad y el empaque, y más todavía en un novillero que apenas comienza. Por eso es muy importante que le sigan dando toros, para que siga fluyendo, ganando más confianza, y que tenga la plena seguridad de que es un artista de los ruedos. Un artista con un sello propio en el que se funde la esencia del toreo de México, con un pellizco que cabalga entre Ronda –por lo clásico– y Triana –por lo gitano–, y se junta en un solo hombre.

Describir al detalle la faena sería ocioso. Hay que ir al fondo de las cosas y, en este caso, Osorio se sublimó con el temple preciso para no derribar a "Leyenda", que tenía la fuerza medida, e invitarlo a escribir esos versos que ahí quedaron, repletos de caricia, de pulso, de cadencia, de ritmo al entrar y al salir de las suertes.

Y hasta en los adornos o los muletazos finales en los que resolvió tres últimas embestidas, las de un novillo convencido, enamorado, también como el torero, de que lo que estaban haciendo estaba impregnado de un arte que subyugó a los buenos aficionados que hoy estuvieron en la plaza.

¿Por qué no le entregaron dos orejas? Quién sabe. Pero eso no importa. Lo hecho, hecho está. La clase de Osornio está más que confirmada, y también su valor sereno, ése que le permite andar en el ruedo sobrado de todo para concentrarse en su expresión torera, la de un artista que tiene el sentimiento en las yemas de los dedos; en el arqueo de brazos, en el juego de muñecas, en la barbilla encajada en el pecho… ¡todo eso! Qué difícil es que un artista tenga un estilo tan definido apenas en los albores de sus inicios.

Sin llegar a rayar el nivel del toluqueño, César Pacheco realizó la otra faena meritoria hoy en Arroyo, ante un ejemplar alto, noble, pero que nunca humillaba. Y a base de taparle la cara y llevarlo embebido, el torero de Zacatecas sacó la casta en un trasteo interesante que fue de menos a más. 

Juan Querencia no acabó de centrarse con el ejemplar que abrió plaza, un novillo que fue muy incierto de salida y terminó embistiendo a la muleta del queretano cuando éste terminó de confiarse, y le robó algunos muletazos sueltos de muy buena factura. Pero aquello, en su conjunto, careció de estructura, y no sé cómo pretendía que lo premiaran con una oreja con una estocada delantera y caída.

Alejandro Moreno hoy anduvo como los cangrejos: hacia atrás, porque luego de la entonada actuación que tuvo en el pasado mes de marzo en este mismo escenario, ahora estuvo a merced, y de muy mala manera, de un novillo muy astifino que tenía mucha guasa. De milagro salió por su propio pie de la plaza, pues hasta en tres ocasiones se lo echó a los lomos: una con el capote y dos con la muleta. A su favor habría que destacar el valor, un tanto inconsciente, que lo obligó a volver, una y otra vez, a la cara del novillo sin rajarse.

Con esta impresionante faena de Emiliano Osornio, y la del otro día de Bruno Aloi, ya se perfilan estos dos nombres para un mano a mano de triunfadores; de toreros que realmente saben que, para ser gente en esto del toro, hay que tener las ideas claras y el corazón bien templado. ¡Vaya par de novilleros! Para aquellos que todavía afirman que en México no hay toreros.

Ficha
Ciudad de México.- Cuarta novillada de la temporada. Un cuarto de entrada, en tarde nublada. Novillos de Los Cues, bien presentados, de poco juego en su conjunto, de los que sobresalió el 4o. por su calidad, aunque tenía poca fuerza. Pesos: 436, 422, 420 y 406 kilos. Juan Querencia (azul marino y oro): Vuelta tras petición. Alejandro Moreno (sangre de toro y oro): Palmas tras aviso. César Pacheco (azul celeste y oro): Vuelta tras aviso. Emiliano Osornio (sangre de toro y oro): Oreja tras aviso. Incidencias: Destacó en varas Erick Morales, que picó bien al 3o., y en banderillas, Claudio Montiel y José Luis Castañeda, que saludaron en ese mismo novillo. El aviso para Osornio se escuchó en el momento preciso en que descargó el primer golpe de descabello con el que finalizó la lidia.

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