La ciudad de Morelia es un amuleto de la buena suerte para la ganadería de Torreón de Cañas, pues hace seis meses consiguió el indulto del toro "Señorón" y el día de hoy, apuntó las dos orejas y el rabo de "Mandón", luego de una obra en la que Juan Pablo Sánchez dejó en claro que posee un gran sentido del temple.

Nueve toros salieron al ruedo del Palacio del Arte, y si bien es cierto, la mayoría tuvo la tendencia de ir a tablas en algún momento de la lidia, "peccata minuta" resultó ante la codicia, calidad en la embestida y buena presencia de los ejemplares criados por la familia Barroso.

"Mandón" era el toro y mandón resultó el torero, Juan Pablo Sánchez anduvo con aire de dueño desde su turno al capote con el que logró dibujar una serie de ceñidas y estéticas verónicas que presagiaban el cante grande, ese que más tarde llegó durante la faena de muleta donde logró instrumentar tandas largas y templadas por ambos lados, ejecuciones en las que privó la clase y nobleza del ejemplar, en suma al empaque y creatividad del diestro.

De esta manera, el entusiasta público que registró poco más de tres cuartos de entrada, disfrutó del toreo en redondo y por bajo de Sánchez, quien ornamentó su faena con estéticos adornos, previo a certera estocada donde más allá de los máximos trofeos, quedó el temple como norma del torero, y la raza como condición del toro.

Héctor Gutiérrez también brilló a gran escala el día de hoy, prueba de ello fue su creatividad en todo momento de la lidia, sobre todo en el primer toro de su lote, de nombre "Pichichín", a la postre apareció una escena muleteril donde ratificó su buen paso profesional, un diestro asentado y con ideas claras que tradujo al toreo en redondo, donde aderezó su obra con molinetes, dosantintas, previo a una estocada de efecto rápido para recibir las dos orejas.

Mismo número de trofeos apuntó Arturo Gilio que destacó con un toro de regalo de nombre "Imponente", noveno de la tarde (noche para este momento), el torero lagunero no se dejó nada en el tintero y lo vio claro desde el capote con el que instrumentó verónicas y gaoneras.

El joven se arrimó a un toro que tumbó al caballo, escena que fue una constante gracias a la codicia que ofreció el encierro de la familia Uribe, tiempo en el que Gilio brilló en el torero al natural y emocionó a niveles delirantes en su turno por derechazos. Paseó dos orejas indiscutibles.

Diego San Román fue el que corrió con menos suerte en el sorteo, aún así, esbozó derechazos muy ceñidos y de buena manufactura al primer toro de su lote. Una oreja fue el saldo para el oriundo de Querétaro, quien anduvo esforzado pero que pechó con lo menos potable del encierro.

Una larga, muy larga jornada taurina, que se compensó con el arte y pundonor de los toreros, así como de los momentos de peligro que protagonizaron varios de los toros de Torreón de Cañas que pusieron en aprietos a los varilargueros.

En este sentido, la sumatoria final dejó un total de nueve toros, a cambio de ocho orejas y un rabo y un toro premiado con la vuelta al ruedo, donde privaron la clase y la codicia, dejando en claro que si el toro bravo aparece es sinónimo de emoción, peligro y por ende resonante triunfo.