El hecho más admirable es que avanza a pasos agigantados, y no desaprovechó el escaparate de una de las fechas estelares del calendario taurino mexicano, como es ésta del 25 de abril, para seguir tumbando caña con una pasmosa seguridad, la que imprimió a la lidia de ese ejemplar, corrido en cuarto lugar, al que le formó un lío de Puerta Grande.
Ya desde los lances de recibo y el valeroso quite por saltilleras dejó en claro a lo que venía, y como "Tenderillo" empezó a descolgar la cara con ritmo y calidad, Héctor comenzó a disfrutar el toro de trazo largo, despatarrado y a la misma vez muy asentado, mientras el calor de la emoción iba en aumento.
Las series fueron medidas, los toques suaves, y el temple infinito, en una faena donde los redondos y los naturales, así como los remates y hasta un cambiado por la espalda ejecutado en un terreno muy corto, confirmaron lo que ya venía apuntando en otros escenarios: está mentalizado, tiene sitio y hambre de ser alguien importante en esto del toro.
Así discurrió la faena, ya cuando el pasodoble había sucumbido ante la "Pelea de Gallos", y si la obra había comenzado con un toreo de rodillas en tablas, finalizó de la misma manera, ya que Héctor fue capaz de mantener un magnífico equilibrio entre el toreo de arroyo y el de clase, pero con la misma máxima: hacer las cosas bien, tanto de rodillas como de pie. Y eso es harto difícil sin caerá en la estridencia del arrebato.
La estocada defectuosa con la que dio muerte a "Tenderillo" no fue impedimento para que el público solicitara la concesión de una segunda oreja, y así fue como terminó de saborear un gran triunfo que lo deja posicionado a la cabeza de la "Cosecha del 22", esa nueva generación de toreros mexicanos que serán el sostén de la Fiesta en los próximos años.
En el último toro de la tarde, Héctor no lo dudó ni un instante cuando se fue a la boca de riego para ponerse otra vez de rodillas y saludar al de Los Encinos con una larga cambiada. Y es que la intención de redondear el triunfo estaba al alcance de su mano, más si aquel toro tan bajó y reunido, tenía unas hechuras estupendas.
Pero al final el de Los Encinos se desfondó y acusó cierta flojedad de remos, la misma que otros de sus hermanos que compusieron un encierro noble, pero sin el fondo de bravura y acometividad que suele acompañara a la ganadería de Eduardo Martínez Urquidi.
La faena de Héctor se fue diluyendo a la par del entusiasmo de un público, que ya había observado con atención -y cierta frialdad- la delicada faena de El Payo al quinto, un toro de preciosa lámina, que tuvo una extrema bondad y poca fuerza. Habiendo estado aseado y natural con su primero, el queretano se vio obligado a entregarse con mayor compromiso, y luego de que Héctor y Andrés Roca Rey ya habían triunfado.
Sin embargo, lo más encomiable fue que se concentró en torear para él, y luego de interiorizar aquella enorme calidad del toro, empezó a acariciarlo con la muleta, llevándolo suavemente mientras giraba sobre los talones, en una faena de un acabado exquisito cuya mayor dificultad era mantener al toro en pie.
De esta manera se fueron desgranando los muletazos, ya fuera con la mano derecha o los naturales, siempre con ritmo al acompañar la embestida, sintiendo mucho lo que estaba haciendo, hasta que terminó de embelesar al toro en la tela roja y convencer a la concurrencia, antes de culminar la faena con una estocada entera, un tanto contraria, en la que El Payo se atracó de toro para asegurar el triunfo.
Inexplicablemente, el maestro César Pastor, que es un juez de plaza sensato y sensible, no le concedió una segunda oreja, tal vez pensando en que se la podían protestar, como le ocurrió a Roca Rey, que había cortado la del tercero después de un pinchazo. Pero eso es lo de menos porque Octavio se llenó el alma de torería y se va a marchar rumbo a Madrid con lo más valioso que puede atesorar un artista, sentirse en estado de gracia.
"La figura del momento", así le dicen a Roca Rey, y lo es. Y si esta feria no consiguió redondear un triunfo clamoroso como el del año anterior, en gran medida debido a que los toros tampoco le ayudaron mucho, dejó muestras de lo que ya venía apuntando desde aquella corrida de febrero de 2021 en la Plaza México: una madurez técnica encomiable y una expresión estética más profunda.
Así toreó al primero de su lote, otro toro noble de Los Encinos al que le dio series con el compás abierto, en muletazos tersos y ceñidos, que caldearon los ánimos de un público que estaba a favor de verlo triunfar. El pinchazo que antecedió la estocada le valió el corte de una oreja entre algunas protestas, porque ya se le exige como figura.
A diferencia de esta sólida faena, la del sexto fue intrascendente, pues el toro acudía con sosería y la cara alta, de embestida incómoda, y Andrés ya no estaba por la labor, quizá pensando en su siguiente paseíllo de Sevilla, donde está anunciado este viernes 28 abril, y solamente en una tanda buscó someter aquella deslucida acometida que simplemente había estado dejando pasar.
La actuación del rejoneador José Funtanet, que abrió plaza con un toro de Montecristo, fue un buen prólogo en una tarde de compromiso para el joven rejoneador queretano, que enseñó una buena doma y clavó con acierto un rejón de castigo montando a "Goya".
Aunque el toro se venía un tanto cruzado, cuando acudía en los medios no apretaba mucho, y eso contribuyó a que Funtanet consiguiera templar las embestidas a lo largo de una faena sobria, aseada y concisa, en la que clavó banderillas sobre "Berrinche" y "Dalí", sus caballos lusitanos, antes de colocar medio rejón de muerte y concluir la lidia con un certero golpe de cruceta en la tarde de su debut en un ciclo al que todavía le queda mucha cuerda.
De momento, la faena de Héctor Gutiérrez a "Tenderillo", ya entró al cuadro de honor de las mejores que se han cuajado hasta el día en que el hidrocálido vino a rendir honores a San Marcos.