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Fonseca le pone chispa a la tarde

Sábado, 21 Ene 2023    CDMX    Juan Antonio de Labra | Foto: Hidalgo           
El moreliano cortó cuatro orejas y un rabo en la plaza de Texcoco
Isaac Fonseca vino a Texcoco despedirse antes de emprender un nuevo viaje a Europa, tras una breve temporada mexicana de apenas ocho corridas en un lapso de casi tres meses, pero con eso le bastó para demostrar que tiene mentalidad de triunfo, y que seguirá remando contracorriente hasta conseguir el objetivo que se trazó desde que era un chiquillo.

Y con esa misma mentalidad afrontó la tarde de hoy en la plaza "Silverio Pérez", donde, al margen del abultado resultado obtenido, se fue con el cariño de la gente de su parte, luego de haber hecho un despliegue de actitud y una chispa que terminó por prender el ambiente.

Valiente, arriesgado y listo, sobre todo esto último, así fue como consiguió meter en la muleta a los dos toros de su lote, compuesto por un primer ejemplar que embestía con cierta sosería y la cara a media altura, pero que le permitió hacerle fiestas de principio a fin.

Tanto los lances de recibo como el quite, además del inicio de rodillas en los medios, todo fue un torbellino de emociones ante un público feliz de ver las ganas de agradar del moreliano, que no se dejó nada en el tintero y buscó dar espectáculo en todo momento.

Un remate de faena con la muleta por la espalda, alternando los lados, y pasándose al de Vistahermosa muy cerca, fue el final de una labor bullidora y versátil que remató de una certera estocada para llevarse dos orejas, quizá la segunda un tanto benévola, si al juez de plaza, Leonardo Campos, no hubiera premiado con un apéndice a Héctor Gutiérrez en el toro anterior.

Así que, establecido ya el rasero con el que mediría la actuación de los toreros, se vio obligado a soltarle dos apéndices a Fonseca, mismos que el combativo torero michoacano paseó entre la algarabía de un público en el que se encontraban muchos niños.

Y como quería remachar bien lo que ya había hecho, en el octavo toro de la función volvió a aplicar la misma dosis de entusiasmo prácticamente desde que se abrió de capa con una larga cambiada de rodillas, a la que siguió un aceptable ramillete de verónicas.

Más adelante, otra vez con el público a su favor, Fonseca toreó con temple y ceñimiento al único toro realmente bueno del encierro, en una faena bien estructurada que tuvo momentos de gran interés, en los que brilló su toreo al natural, porque toreó relajadamente y con mucho compás.

La embestida del toro fue a más y así consiguió series de buen acabado antes de culminar con diversos adornos que le resultaron dibujados, como fueron esos trincherazos tan sentidos o las trincherillas con las que cerró al toro en el tercio antes de colocar una estocada entera que provocó una larga agonía.

A pesar de ello, la gente mantuvo la expectación, y aplaudió al toro a la par que lo hacía Fonseca, un torero que tiene una capacidad especial para "leer la corrida" y hacer los ajustes necesarios en aras de concepto general de lo que debe de ser el espectáculo.

Trepados ya en el carro del triunfalismo, que a veces se queda sin frenos, le concedieron el rabo del toro, y así se fue, en volandas, sonriente, con su consabido desparpajo y esa forma de andar por la plaza tan personal cuyo mensaje siempre encuentra un público receptivo y agradecido.

La tarde no venía siendo fácil desde el comienzo, cuando Juan Pablo Llaguno enfrentó a uno de los dos remiendos del hierro de Marrón que parcharon la corrida. Y si el torero de dinastía ganadera, hijo y hermano de torero, resolvió la papeleta con solvencia, quizá esa primera faena no fue valorada del todo.

Lo malo fue que no estuvo fino con la espada y emborronó una labor esforzada, en la que torear en la línea y colocarse bien entre los pases, fue la clave para ir resolviendo la falta de recorrido de un toro que nunca terminó de entregarse.

En el quinto volvió a intentar estar a la altura del compromiso, y aunque trató de hacer bien las cosas, su labor tuvo poco calado entre el público luego de un segundo puyazo que dio la impresión de ser innecesario. Para colmo de males, no estuvo bien con la espada y pasó algunas fatigas.

André Lagravere "El Galo" hizo una primera faena muy vistosa, por variada y fresca, en la que mostró una la cara más amable de su estilo. Y si el de Marrón, un toro de finas hechuras, no terminaba de embestir con mayor transmisión y recorrido, El Galo lo entendió, le dio su tiempo, y se gustó con el capote, puso empeño en banderillas y, con la muleta, le hizo una faene con diversos pasajes de creatividad que gustaron al público.

Una estocada entera le puso en las manos una merecida oreja, que fue la primera concedida a lo largo de la tarde, antes de afrontar al sexto, que no duró y obligó al torero de Mérida a estar breve.

Otro de los toreros jóvenes de esta cuarteta, el hidrocálido Héctor Gutiérrez, también venía a enseñar sus cartas credenciales. Y fue en el tercer toro de la corrida, vareado de carnes y recogido de vientre, el que le permitió torear con suavidad a la verónica, y si luego no le duró en la muleta, fue porque quizá abusó un poco de haber acortado demasiado pronto las distancias, “montándose” con valor encima del toro que le pedía distancia.

A pesar de este detalle, dejó claro, otra vez, su sólido valor y esa flexibilidad de cintura que le permite torear con una gran cadencia, la que, por momentos, pudo imprimir a algunos de sus trazos, ante de dar muerte al toro de una estocada entera, pero caída. Al terminar su trasteo, inexplicablemente el juez de plaza le concedió una oreja que había pedido un escaso sector del público. Y fue por ello que instantes después de recibirla, tuvo que dejarla en la arena antes de arrancarse a dar la vuelta al ruedo.

El séptimo fue un toro que tenía voluntad de embestir, pero poca fuerza, y eso impidió que el trasteo de Héctor tuviera una mayor redondez. Sin embargo, se afanó en pasarse cerca las embestidas, muy enfibrado, a lo largo de una faena estructurada en la que buscó dar confianza al toro para persuadirlo a que rompiera a embestir.

La gente observó la faena con agrado y le coreó varios muletazos con fuerza, en medio de ese ambiente de fiesta tan contagioso a esas alturas de la tarde, que el hidrocálido remató de una estocada tendenciosa y varios golpes de descabello que emborronaron su encomiable esfuerzo.

Y así se quedaba el ambiente antes de que Fonseca viniera a por todas en el octavo para hacerse el amo de la corrida y salir de la plaza en volandas hacia una esperanzadora y nada fácil temporada europea.

Ficha
Texcoco, Méx.- Plaza "Silverio Pérez". Segunda corrida del serial "¡Sí a los toros!". Tres cuartos de entrada, en tarde soleada, con intermitentes ráfagas de viento, y fría hacia el final. Seis toros de Vistahermosa y dos de Marrón (1o. y 2o.), desiguales en presentación y hechuras, de poco juego en su conjunto, salvo el 8o., que tuvo calidad y fue premiado con arrastre lento. Pesos: 475, 478, 480,  475, 515, 490, 520 y 540 kilos. Juan Pablo Llaguno (azul marino y oro): Silencio tras aviso y pitos tras aviso. André Lagravere "El Galo": (ciruela y oro): Oreja y silencio tras aviso. Héctor Gutiérrez (azul marino y oro): Oreja con protestas y pitos tras dos avisos. Isaac Fonseca (sangre de toro y oro): Dos orejas y dos orejas y rabo. Incidencias: Por segundo sábado consecutivo, los toreros salieron acompañados de las cuadrillas de la nueva Asociación Nacional de Picadores y Banderilleros. Destacó en banderillas Gerardo Uribe, que saludó una ovación en el 1o. y Martín Vázquez en varas en el 8o.


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