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Ángel Gabriel, entre amigos ilusionados...

Domingo, 20 Nov 2022    CDMX    Juan Antonio de Labra | Foto: JAL          
El novillero mexiquense compartió créditos con sus maestros españoles
Media hora antes del comienzo del festival de Tenango, una tromba dejó el ruedo en malas condiciones para la lidia, y parecía que el desánimo se iba apoderar de los actuantes, especialmente de dos matadores españoles, banderilleros ya retirados, que tenían especial ilusión de torear en México no a las órdenes de una figura, como lo hicieron en su día, sino como jefes de filas.

Porque tanto José Antonio Carretero, que apenas dijo adiós a los toros en Sevilla, en la reciente Feria de San Miguel, como José Luis de los Reyes, que vino hace muchos años en la cuadrilla de Cristina Sánchez, no habían tenido esa oportunidad que ahora, por mediación de su poderdante, Saúl Jiménez Fortes, se dio de manera natural gracias a la invitación que les hizo el novillero mexiquense Ángel Gabriel, eficaz promotor de este evento.

Y fue así como, minutos después de caída la última gota de lluvia, el personal de plaza del cortijo "Joaquín García", se dieron a la ardua tarea de dejar el ruedo en las mejores condiciones posibles, con la finalidad de no suspender un festejo para el que los veteranos toreros madrileños, uno de la Madridejos, Toledo, y otro de San Sebastián de los Reyes, Madrid, hicieran el paseíllo que tanto habían anhelado.

Cuando Carretero se abrió de capa ante el primer ejemplar de la tarde, dejó claro porqué anduvo siempre colocado con figuras del toreo. Su verónica, de amplio trazo, fue limpia, suave, y así fue metiendo en vereda al castaño de San Fernando que, sin terminar de entregarse, tenía nobleza.

Luego se echó en falta ver a José Antonio coger los palos, lo que miles de veces hizo en su vida desde que era novillero, pero seguramente no quería dar un mal paso en aquel ruedo inestable para torear de muleta, y demostrar la misma tersura que había trazado con el capote. En ese sentido, Carretero mantuvo la misma línea conceptual de principio a fin gracias a la sutileza de toques, con la muleta un tanto retrasada, y poniéndole empaque a cada una de las series que el público miró con sumo agrado.

Largos y templados también fueron los pases de pecho, y precisa la colocación entre los muletazos, lo que le permitió andar muy a gusto, haciendo gala de esa maestría que hizo evidente en su dilatada y brillante carrera taurina, sino vistiendo el otro, sí con la plata y el azabache, bajo los acordes de la popular canción "El Rey", del inigualable José Alfredo Jiménez, interpretada por el mariachi que amenizó el festejo.

Se fue derecho detrás de la espada y colocó una estocada arriba, pero la punta de la espada había asomado por un costado, de tal suerte que solicitó a Cristhian Sánchez que extrajera el acero para volver a tirarse a matar y dejó una entera, algo trasera, para cortar la primera oreja de la húmeda y fría tarde.

Vestido de charro, como era su deseo, José Luis de los Reyes volvió a torear en público más de dos décadas después de haberlo hecho en otro festival, y desde varias semanas antes estaba ansioso de que llegara este momento, quizá recordando su relación de sincera amistad con taurinos mexicanos que han disfrutado de su educado trato y, además, en mi caso, de sus magníficos apuntes como comentarista en las distintas transmisiones de radio a las que me ha acompañado.

Si el eral que le tocó en suerte no se prestaba tanto al lucimiento, pues venía arrollando y se ceñía un poco, a Pepe no le importó en absoluto porque él venía a disfrutar cada instante de esta experiencia.

Con una media verónica abrochó el saludo capotero y luego buscó taparle la cara desde el inicio de una faena en la que echó en falta su precario oficio tras tantos años sin ponerse delante. Pero corazón había, y ganas de agradar, por lo que alcanzó a dibujar redondos y ayudados en los que procuró conducir a buen puerto aquellas descompuestas embestidas.

Una estocada en buen sitio, de lentos efectos, antecedió a un golpe de descabello y se retiró entre palmas, cobijado por el cariño de quienes vieron en su actuación el gozo de un sueño cumplido.

En tercer lugar apareció el único matador en activo de este cartel, el malagueño Fortes, que también venía en plan familiar a disfrutar de las múltiples atenciones de la familia de Ángel Gabriel, al que protegió e invitó al campo durante la estancia de éste en España, donde participó en distintos certámenes. 

Saúl enfrentó un novillo con un punto mayor de trapío a los anteriores, que tuvo buen estilo y salía un tanto suelto del capote, pero eso no fue impedimento para que se hiciera de él y terminara sometiéndolo, sin desatender la importancia de sentirse torero en todo momento, como en los lances de recibo y los adornos.

Con la muleta, Fortes estaba tan entregado que ni siquiera reparó que en un momento de la faena se fue a posar sobre el charco que aún había en el ruedo, y ahí estuvo a punto de ser volteado. Este hecho le granjeó la simpatía del público que, aterido de frío, no perdía detalle de una faena que culminó con un cambiado por la espalda y hasta un atisbo de regiomontana, antes de ejecutar una estocada de buena técnica, delantera y perpendicular, al segundo viaje.

Paseó la oreja cortada en compañía de su pequeño hijo, que estaba ataviado con un trajecito corto que, en su día, también había portado Fortes cuando creció en una casa donde no se hablaba de otra cosa de toros, máxime teniendo una madre torera, como en su época lo fue Mary Fortes.

Una vez que los tres matadores españoles habían toreado, tocó turno a los dos novilleros mexicanos del cartel, yendo por delante Enrique de Ayala, que enfrentó al novillo más hecho de los cinco que se lidiaron, y perteneciente al hierro de San Fernando, con el que tuvo que estar alerta porque éste sacó muchas complicaciones prácticamente desde que bajó del camión.

De su intermitente labor, sobresalieron las ganas de buscarle las vueltas para ver si conseguía robarle algún muletazo digno de su gusto, y en ello se afanó el celayense antes de despenarlo de una buena estocada que le valió el corte de una merecida oreja.

Cerró plaza el anfitrión con un ejemplar que fue el más noble de los que mejor juego dieron, y eso le permitió torear con entrega y afición en medio de la algarabía de su gente, que había venido a alentarlo en este primer compromiso tras su paso por España.

Las series de muletazos de Ángel Gabriel tuvieron temple, y así prodigó el toreo por ambos pitones, alentado por la emoción de saberse capaz en un festejo al lado de sus maestros, y de esa manera estructuró un trasteo interesante que remató de una estocada entera, un tanto delanterilla y desprendida, que no fue impedimento para que el presidente municipal, que hacía las veces de juez de plaza, le concediera los máximos trofeos al torero de casa.

Y así terminó esta larga jornada entre amigos, ya cuando la penumbra se había apoderado de ese funcional cortijo situado en las faldas de un cerro plagado de vegetación, verde y fresca, tan característica de esta región vecina del imponente Nevado de Toluca.

Ficha
Tenango del Valle, Méx.- Cortijo "Joaquín García". Festival a beneficio de las obras del Teatro Municipal. Un tercio de entrada en tarde lluviosa y fría. Dos novillos de Arroyo Zarco (2o. y 3o.) y tres de San Fernando (1o., 4o. y 5o.), manejables en general, salvo el 4o., que fue muy complicado. José Antonio Carretero: Oreja. José Luis de los Reyes: Ovación tras aviso. Fortes: Oreja. El novillero Enrique de Ayala: Oreja. El novillero Ángel Gabriel: Dos orejas y rabo. Incidencias: El festejo comenzó una hora y 45 minutos después de la hora anunciada debido al mal estado del ruedo, que tuvo que ser acondicionado por el personal del cortijo. El rejoneador Marco Bastida ya no pudo actuar, debido a que el ruedo no estaba en condiciones para torear a caballo.


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