Una corrida de gran interés se vivió hoy en la plaza "Alberto Balderas" de Autlán, donde hubo de todo en el siguiente orden: recortadores, rejoneador, forcados y toreros a pie, así que fue una especie de "tauromaquia integral" en la que el público pudo admirar los distintos estilos de salirle al toro.
Y cuando aquí se dice toro: eso fue lo que apareció por la puerta de toriles, el TORO, así, con mayúsculas, en este caso con el hierro de José Julián Llaguno, y su característico cruce actual de encaste Llaguno con encaste Domecq, con varios ejemplares puros de Jandilla y otros ya con un acento muy marcado a un fenotipo que nada tiene que ver con aquel toro que criaba el don Pepe, el padre de José Miguel.
Y si de toda la corrida sólo saltó a la arena un toro verdaderamente bueno, que fue el que salió en quinto lugar -segundo de rejones-, hubo otros dos, el sexto y el séptimo, que se dejaron torear, y tuvieron algunos matices atractivos, y el último, sobre todo, fue capaz de desplazar los 617 kilos que llevaba sobre los lomos.
Porque se trataba de una señora corrida de toros, y salvo el de los recortadores, que era un tanto basto y menos, salvo de cara, y el primero de rejones, al que le faltaba remate, el resto tenían eran hondos, enmorillados, cortos de manos y tenía seriedad por delante.
Así que en un ruedo de dimensiones reducidas con respecto de otras plazas (aquí mide 29 metros de diámetro), esos toros se veían todavía más imponentes y proyectaron emoción al tendido, la misma que se extendió a lo largo de toda la tarde, prácticamente desde que los Recortadores Españoles hicieron sus suertes con una gran limpieza en las ejecuciones, ante un primer ejemplar que no era fácil y había que hacerle muy bien las cosas.
Después de este bonito prólogo, vino la brillante actuación del rejoneador Jorge Hernández Gárate, hoy día el caballista mexicano con más experiencia de cuantos existen en la baraja nacional, que hizo gala de una doma impecable, además de una gran expresividad al clavar rejones y banderillas, en dos importantes por concisas y toreras.
En la primera lució montando a "Valladolid", un caballo de 19 años que todavía está para muchos trotes, y con el que toreó con verdad y exposición, aguantando la violencia de un toro que se movió con transmisión, aunque sin buen estilo.
La falta de contundencia con el rejón de muerte, amén de un detallito ocurrido cuando uno de los subalternos ahondó el rejón, le granjearon la molestia del público que no le pidió la oreja que tan bien tenía ganada. Pero eso fue lo de menos, porque en el cuarto sí caería el trofeo (que debieron ser dos, por cierto), al finalizar una lidia intensa con un toro bueno y bravo, con el que se dobló muy bien montando a "Tintán", y más tarde clavó banderillas y toreó al estribo, con temple y entrega, sobre los lomos de "Velázquez".
En ambos casos, el torero de dinastía hizo dos faenas breves, dinámicas, estructuradas y muy toreras, antes de dejar paso a los Forcados Amadores de México, que hicieron una pega al segundo intento, una por conducto de Josué Sandoval, y la otra a cargo de Rubén Montes de Oca, que tuvo mayor lucimiento y precisión.
Y a este segundo ejemplar de su lote lo mató de un rejonazo entero, un tanto trasero, que hizo doblar pronto al toro y siendo la pequeña mácula que le impidió tumbarle la segunda oreja. Sin embargo, Jorge estaba feliz porque sabe que ya adquirió ese grado de madurez que le confiere a su toreo el calificativo de joven veterano del toreo a caballo, con apenas 37 años de edad y casi 17 de alternativa, pues se doctoró a los 20 años.
Lo que entre medias del toreo a caballo fue la propuesta con las banderillas de El Fandi y El Chihuahua, que en sus primeros toros se corrieron la cortesía de invitarse a banderillear y a partir de ahí hicieron las delicias del público.
La primera faena del granadino fue breve porque el toro se paró muy pronto y comenzó a regatear las embestidas, pero con el otro, que era precioso de hechuras, se prodigó no sólo con el capote y los palos, sino con la muleta en un inicio mandón, flexionando la pierna de salida.
Compenetrado con el toro y el público, David se entusiasmó sobremanera cuando el director de la banda (que toca muy bien, por cierto), se arrancó con "Granada" de Agustín Lara, y entonces el momento adquirió una atmósfera preciosa ya que El Fandi comenzó a torear despacio, dándole sus pausas al toro, y casi como improvisando una coreografía que iba en sintonía con esos melancólicos acordes, en una faena especial, distinta, que cautivó al público, más todavía cuando toreó cerca de tablas con la mano en la zurda, y ejecutó naturales en los que procuró prolongar la embestida templadamente.
Y como sabía que no podía dejar de rematar esta faena sin una estocada, pero tampoco quería dejar de escuchar el final de la melodía, le solicitó a la banda que no dejar de tocar, en un hecho curioso que terminó de hacer conexión con la gente, que ya para entonces estaba feliz de la vida viendo aquella interpretación taurina y escuchando la interpretación musical, en una agradable simbiosis pocas veces vista.
La estocada fue buena, pero le faltó mayor contundencia, así que el toro tardó en doblar, y requirió hasta tres golpes con el descabello para terminar esta magnífica puesta en escena.
Ya con la gente receptiva al desenlace de la tarde, El Chihuahua no desaprovechó la ocasión para realizar un espectacular tercio de banderillas con ese toro de 617 kilos con el que acabó de ganarse a la gente, antes de realizar una faena en los medios, procurando llevar largo al de José Julián Llaguno, que se desplazaba con nobleza, un tanto aquejado de su tonelaje, pero embistiendo con claridad, aunque sin terminar de humillar en la muleta del torero norteño.
En el instante de perfilarse para entrar a matar, El Chihuahua se colocó a larga distancia, a unos seis metros de la cara del toro, un tanto a la manera de como viene haciéndolo Antonio Ferrera, y cuando comenzaba a dar pasitos cortos, ya con la espada en la cara y la muleta por delante, el ejemplar se le arrancó de improviso y se consumó la suerte de matar al encuentro, al recetar un espadazo contundente que hizo explotar de emoción al público.
Con las dos orejas en las manos, que arrojó pronto a un niño que estaba en una barrera, iba de salida, y a hombros El Chihuahua, cuando decidió que quería subir al tendido a convivir con la afición y hasta allá fue a dar para hacerse fotos y cotorrear con la gente, en un gesto que al resto de la plaza le hizo gracia y también aportó una cuota de sorpresa e improvisación, que siempre debe existir en la fiesta de los toros.
El ambiente quedó muy caldeado y a la espera de ver aquí mañana el debut de dos toreros hispanos: Finito de Córdoba y Emilio de Justo, que rivalizarán con los hidrocálidos Arturo Macías y Héctor Gutiérrez, quienes lidiarán una corrida de ocho toros de La Estancia. Esperemos que ese tono festivo de esta tarde, perdure hasta el cierre de este interesante carnaval autlense que, hasta ahora, ha dejado cosas muy interesantes.