Esas fueron, precisamente, las dos faenas clave de una tarde muy interesante: la de José al segundo y la del murciano al cuarto, cada una con su sello, su calado y una relevancia que dio brillo a un festejo donde Sergio Flores buscó el triunfo afanosamente sin conseguirlo.
Paco había solventado la papeleta con el único toro complicado de Villa Carmela, el que abrió plaza, un ejemplar que llegó violento a la muleta, punteando mucho, algo que siempre resulta sumamente incómodo para el torero. A pesar de ello, Ureña se plantó firme y le robó algunos muletazos que el público agradeció, antes de tumbarlo de una magnífica "media lagartijera" que sobrevino en una pronta y bella agonía del toro, en los medios, entregado al torero.
Luego vino esa faena recia y mandona de José, que sabía lo importante de marcar la diferencia con un toro serio pero fino, que embestía con fuerza y transmisión, y al que había que someter con autoridad, cosa nada fácil si se considera las fuertes y continuadas ráfagas de viento con las que el hidrocálido también tuvo que lidiar.
Pero cuando un torero se está mentalizando para Madrid, porque seguramente este año volverá a la plaza de Las Ventas, hay que ir trabajando la cabeza y el espíritu con actitudes como las que hoy dejó Joselito sobre la arena. Y a base de técnica, colocación y, en suma, lo que se dice "poder", acabó sometiendo al de Villa Carmela en una faena recia, con pasajes de buen toreo.
Una estocada en el "rincón de Ordóñez", que provocó derrame, e hizo rodar al toro sin puntilla, le dejó en las manos las dos primeras orejas de una tarde en la que la rivalidad se palpaba entre los toreros.
Por ello, después de esta faena salió Sergio a intentar comprender al tercero, un toro que tenía una distancia muy precisa para repetir las embestidas, y al que el tlaxcalteca toreó con largueza y expresión, pero quizá demorando un tanto "atacarlo" para buscar la ligazón de los pases en series un tanto intermitentes que remató mediante un pinchazo y estocada para ver cómo se esfumaba la posibilidad de cortar una oreja.
En el cuarto, otro toro reunido, bajo, y serio por delante, con un fenotipo ya muy característica de la divisa jalisciense, Paco Ureña se fue compenetrando poco a poco, aprovechando la calidad el toro, que parecía tener una lesión en una mano.
La valía de la faena consistió en la gran confianza en sí mismo que se tuvo Paco, y la paciencia que le tuvo al toro para tratar de enseñarle el camino.
Y así, de poquito a poco, fue metiéndolo en los vuelos de su sentimental muleta, y también a la gente, que comenzó un tanto fría y luego se entregó cuando Paco acabó roto y entregado, delante de un toro que tenía ese excelente fondo de nobleza que afloró a la par de unos naturales de mucha calidad.
Fue en esos pases, con su sinceridad, como Paco se recreó con mucha hondura, y a partir de ahí el público comprendió que el toreo tiene tantos intérpretes como estilos, y acabó por disfrutar mucho lo que estaba viendo.
El pinchazo previo a la buena estocada que colocó Paco no fue impedimento para que le entregaran una oreja de esas que saben a Puerta Grande, y así lo disfrutó en la vuelta al ruedo, satisfecho de sentir que él sigue su camino, el de la sinceridad y el sentimiento.
Aunque Joselito ya tenía dos orejas en la espuerta, no escatimó esfuerzo alguno con el quinto, un toro estrecho de sienes, que no terminaba de definirse hasta que el hidrocálido le dejó la muleta puesta en la cara y le dio pases largos y templados, en una primera parte del trasteo que fue más para él antes de solicitar la "Pelea de Gallos" y mostrar la otra faceta: la de la vistosidad que le dio gusto al público.
A la hora de perfilarse a entrar a matar lo hizo con absoluta concentración, se fue detrás de la espada para ejecutar una estocada rotunda, de la que le toro salió muerto de la mano, y así fue como le concedieron las otras dos orejas que redondear un triunfo de estos que representan el orgullo del deber cumplido.
Espoleado por sus compañeros de terna, Sergio Flores tenía la obligación de triunfar y lo sabía. Y parecía que el noble toro de San Constantino, sobrero que remendó a los del hierro titular, le iba permitir mostrarse con fluidez, siendo su toreo de capote y un precioso recorte, plagado de torería y desparpajo, el momento más artístico de ese tercio de la lidia.
Al toro le faltó más fuerza y continuidad en las embestidas para que Sergio pudiera explayarse a plenitud. No obstante, intentó seguir por esa senda en un trasteo un tanto intermitente que cobró su punto de mayor emoción cuando del de San Constantino le echó mano al realizar una bernadina, que dio como resultado una voltereta que caldeó los ánimos de la gente.
Con todo a favor para tumbarle una oreja, se tiró a matar con entrega, pero la espada quedó un tanto desprendida y trasera, y aunque el tlaxcalteca confiaba en que el toro doblaría, y exigió a su peonería aguardar y mantenerse a prudente distancia, al final el toro tuvo una larga, e innecesaria agonía, que enfrió los ánimos de la gente, a pesar de que Sergio estuvo certero cuando tiró el primer y definitivo golpe con el descabello. Pero ya para entonces, el triunfo, otra vez, se la había escapado entre las manos, algo que no se debe permitir para conservar esa regularidad que lo mantiene en los sitios de privilegio del toreo.
Y así concluyó el tercer festejo de un carnaval que discurre por buen camino en el plano artístico, y a la espera de que en estas dos últimas corridas que aún faltan por celebrarse, acuda el público en mayor cantidad a los tendidos de la plaza.