Desde el pastueño cuarto hasta el genio de los dos últimos. Pareja seriedad, también en tipo de su gloriosa casa, y bravura, y fondo, y personalidad, y exigencia, y codicia y prontitud atacando los caballos desde los medios… y tanto, tanto qué torear y… si alguna imperfección se les puede señalar sería la justa fuerza de los dos primeros y la no excesiva del resto.
Por lo demás, la forma como arrebataron a la plaza lo dicen los homenajes recibidos. A tres (primero, tercero y cuarto) se les dio vuelta al ruedo, a dos de ellos se les había pedido el indulto. El segundo se fue ovacionado y los temperamentales quinto y sexto aplaudidos en el arrastre. Al final, el ganadero a hombros por la Puerta Grande con los toreros y el mayoral saludando, el tendido que se venía abajo y los fotógrafos ametrallando. La corrida iba en directo para el mundo. Los televidentes no me dejarán mentir.
Los nombres en orden de salida: "Ordenante", "Portentoso", "Hebijón", "Cobrador", "Placentino" y "Muchachero", han entrado hoy en la mitología de la afición caleña. Una corrida como esta no tenía antecedentes en Colombia. Victorino ha conquistado América. A mi lado, el maestro César Rincón que tantas apoteosis protagonizó y hace tan solo cuatro días echó en este mismo ruedo también un encierro de historia, como un aficionado raso no podía contener la emoción viendo desde el callejón, pasar el cortejo con todos a hombros mientras el tendido bullía.
Luis Bolívar había abierto la soleada tarde con la que para mí ha sido la faena de la feria, por su inédita pureza natural. Larga cambiada de rodillas, seis verónicas mecidas, encadenadas, cargando, ganando terreno y mandando, rematadas en el platillo con una notable media descubrieron la noble bravura del primero, y la vara leve de Ospina las flaquezas. Blandeó, dos veces.
Luego la muleta por alto le alivió, y de allí en adelante viajó franco y acompasado en una secuencia toda, absolutamente toda, naturalmente canónica, sin intervención del ayudado, ni por la izquierda ni por la derecha. Trapo, solo trapo desnudo, delantero, sin toques, sin voces, suave, terso, largo, ligado, sobre todo ligado, sin enmendar, sin huir tras cada pase. Siete tandas de a cinco y seis, abrochadas pertinentemente, siete en total. Sin enganches, sin dislates, aplomadas, lentas, a medida, y el toro yendo y viniendo uncido hasta el estocadón cimero, tras un volapié de libro. Dos orejas y vuelta al bravo. Era el comienzo de la locura.
Desorejó igual al gran tercero tras un recital de partitura similar. Clasicismo a ultranza. Le puso dos veces en el platillo, desde donde se arrancó en ambas ocasiones haciendo ovacionar ambas veces al veterano picador Cayetano Romero, y luego toreando, toreando; parando, templando, mandando y ligando, en series largas que el Victorino acometía sin desmayo. Banda y púbico a una.
De pronto la petición de indulto creció y Luis, honrado se jugó todo, ignorándola igualo en los medios y ofició otra gran estocada que mereció las dos orejas que ya sumaban cuatro para la gran tarde del caleño. Al quinto, malgeniado y zapatillero le lidió al unipase sin mucho concierto, pero acompañado por el paisanaje y los músicos. Un metisaca bajo antes de la espada completa desautorizó un trofeo que parecía posible y silenció el vocerío.
Emilio de Justo, es torero de la empresa, que a su vez nombra la presidencia. Un torero comprobado, de los pies a la montera. Él no necesita que le regalen nada y la plaza de Cali (primear categoría) tampoco necesita que la traten como una plaza de pueblo. El rabo del pastueño cuarto, concedido manera inexplicable a una faena totalmente carente de ligazón, enmendando el sitio y perdiendo pasos tras cada suerte, de manera inmerecida por cierto, dada la gran franqueza y calidad de las embestidas, no tiene perdón de Dios, y es uno de lo tantos dislates cometidos por don Manuel Ferreyra de Paulo en esta temporada. Lo lanzó (el pañuelo de rabo) aprovechando la escandalosa petición de vuelta al toro. Más que la plaza y la empresa, el que queda en evidencia es él.
La faena del excelente segundo fue del mismo corte huidizo, además con un desarme y pinchazo, tenga música y tenga dos orejas. Aunque hay que decir que al segundo viaje logró una gran estocada. Vamos su señoría. En el quinto, lo de la toco y me voy se acrecentó, si es que eso era posible. Pero esta vez quizá justificado por las embestidas cortas y busconas del toro las cuales nunca pudieron ser domeñadas para ligar. La gente se puso a cantar a coro el "Cariño verdadero", que no se compra ni se vende. El extremeño, que hoy anduvo fino con el acero, se tiró a ley recibiendo la quinta de su cosecha peluda en la tarde, que le convertía en el triunfador estadístico.
Terminó la corrida, murió la feria, una de las mejores en el aspecto toro de toda la historia de la plaza (qué es mucha). Tauroemoción, en condiciones muy difíciles; pandemia, crisis económica, oposición antitaurina de la alcaldía y otros, ha ido más allá del deber y merece todo el reconocimiento de una afición que se hallaba en estado grave. Más que obligados los sendos brindis ovacionados que recibió esta tarde inolvidable de mano a mano.