La cosa empezó mal y terminó peor. Mansedumbre, y a pesar de ella, lo importante ocurrió del segundo al cuarto. Fue una corrida de toreros. Todo lo tuvieron que poner ellos y cuando materialmente no pudieron, pasó lo que pasó. Público, banda y palco se aunaron en aupar la tarde y al final esa su espléndida gratitud abrió la Puerta del honor máximo a los tres.
Roca Rey llevó el toreo a su más alto nivel en lo que va de feria. Desde que se abrió de capa impuso la presencia de un poder y una expresión que la plaza no sentía tiempo atrás. Clavado, meciendo solo el capote interpretó las cuatro verónicas, las otras tantas chicuelinas y la larga.
Como electrizada la más de media plaza ocupada respondió. Fue con el tercero, "Florido", berrendo, salpicado de fina, pero cómoda cuerna y el de más romana con sus 510 kilos. Molina le picó leve y en el quite de chicuelinas alternas con marineras, el juanbernardo acusó ya desacuerdo. Brindis y como una estaca, dos tandas derechas muy embrocadas y recitadas con sus obligados broches. Rugió la clientela, tronó la música y la euforia de ambos ignoró el desarme que al pisar la arrastrada muleta hubiese moderado la calentura en otras circunstancias.
Todos, obviaron el desaire, menos el toro que de allí en adelante fue raleando sus repeticiones a tres a dos, a dos, a dos y luego a una. Sin embargo, el hombre se ofrecía sin reato, cada vez más entre los pitones, la muleta mandaba y de nuevo por naturales hubo una tanda de cuatro muy ameritada y dos cambios por la espalda que sorprendieron y rebotaron la pasión. ¡Torero! Gritaban con sinceridad rabiosa, que el estocadón fulminante convitió en unánime petición de pelo, la cual Usía no tardo en complacer a dos manos. Sin duda la faena de la tarde, de la feria y quizá de varias. Los aplausos al arrastre premiaron la nobleza y perdonaron la falta de bravura.
En la vuelta solo el peruano pareció guardar compostura devolviendo gritos, besos y prendas con una sonrisa giocondesca.
Cuando le salió al otro de su lote las expectativas eran de triunfo pleno. Pero el colorado, brocho, remolón y de corto recorrido no estaba para fiestas. La porfía honrada no logró vencer su estulticia. El arrimón encunado, apostando los restos, el aguante y los intentos de luquesinas tampoco.
Sin embargo, la feligresía no perdía fervor, jaleaba y jaleaba, y quien sabe que más hubiese obtenido para su ídolo sino es porque se atraviesan un pinchazo hondo inútil y ocho descabellos asestados en una dolorosa persecución de vuelta completa y un aviso.
Antonio Ferrera no pudo ocultar su desazón al ver el primero. Quizá fue porque adivinó su mansedumbre, pues por lo demás era bonito. No se avino con él y lanceó y muleteo sin convicción ni enjundia, liquidándolo de tres pinchos y tres crucetazos. Con el cuarto, "Año Nuevo" la cosa fue otra cosa. Puras ganas y deseos de ganar pueblo. Farol de rodillas, verónicas vehementes. Banderillas de complacencia, coreografía, brindis al despedido y un muleteo musicalizado, largo y porfión en el que la intención proselitista logró arrastrar la parroquia hasta una igualada a quince metros del toro y un volapié que tras la lenta y larga caminata para buscar el embroque terminó con estocada desprendida pero letal. Se desbordó la pasión y las dos orejas de muy distinto precio a las ganadas por Roca Rey contrastaron de medio a medio.
Guerrita, serio, digno, sufrido y aguantador en su adiós, recibió cinco toros, mató dos y cortó una justa oreja del segundo bis, "Jilguero" el más chico y ligero de la corrida con sus 450 kilos, tras una faena de aseado oficio y correcta medida, al que remató con media espada delantera.
Frente al quinto tris, el guachicono sin nombre, de imponente figura y tremebundo armamento, pero negado y rajado del todo, insistió y arriesgó lo indecible sin opción de recompensa. Eso, en medio de todo le dio cierto tinte romántico y épico a su gesto final en esta plaza que le hizo torero. Salió indemne del trance, pero con las manos vacía. De pronto por es lo echaron a hombros y le sacaron con los otros dos por la Puerta Señor de los Cristales que ya no tiene condiciones.
Ficha Cali, Colombia.- Plaza de "Cañaveralejo". Segundo festejo de feria. Tres cuartos de entrada en tarde espléndida.
Ocho toros de Juan Bernardo Caicedo, cuatreños, de diversa presencia, poca raza y fuerzas justas, devueltos 2o., 5o. y 5o bis. Como 5o tris, un reserva de Guachicono muy armado y manso que hizo 9o. al correrse el turno. Antonio Ferrera: Silencio y dos orejas.
Héctor Ocampo "Guerrita Chico": Oreja y silencio.
Andrés Roca Rey: Dos orejas y silencio tras aviso. Incidencias: El 1o. toro de
Guerrita fue sustituido por el primer sobrero, de la ganadería titular, mientras que el 5o., que también se lesionó fue sustituido por el 2o. sobrero, que a su vez también fue devuelto por estar lesionado. De esta manera, se corrió el turno y en 5o. se lidió el segundo del lote de
Roca Rey y, finalmente,
Guerrita se despidió con otro ejemplar de
Guachicono. Al final de la lidia, sus compañeros lo invitaron a salir a hombros, como reconocimiento a su trayectoria.