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Manolo y la inmensa faena de "Amoroso"

Lunes, 27 Dic 2021    Puebla, Pue.    Horacio Reiba | La Jornada de Oriente   
El 23 de diciembre de 1979 cuajó mejores faenas en La México
La faena de Manolo Martínez a "Amoroso" de San Miguel de Mimiahuapam, ¿representa la cima más alta a la que llegó el regiomontano en la Plaza México? Fue el único toro indultado por Manolo en la Monumental y eso quizás avalaría una respuesta afirmativa, pero la verdad es que ni los mismos martinistas se han puesto de acuerdo. Abundan los que votarían por "Jarocho" (16-01-72) y hay quienes aseguran que nunca fue más pleno su toreo que con "Gotita de Miel" (25-02-79).

Y están, por supuesto, sus tardes cumbres en "El Toreo", Querétaro, e incluso muchos cosos menores (yo le vi bordar a un astado de La Laguna en Huamantla y no consigo olvidarlo: 16-08-80). Y está "Carranqueño", claro (Querétaro, 06-12-80), o "Diamante" de La Gloria (Caracas, 19-10-80), del que se hicieran lenguas los que pudieron presenciarlo.

Otro punto de discusión es si "Amoroso" realmente ameritaba el perdón, pues flaqueó de los remos en alguna ocasión; tanto que uno de los méritos de la faena radicó precisamente en el delicado temple –la muleta a media altura– que su inmortalizador tuvo que emplear para extraer de la noble embestida todo el partido posible. Hasta conseguir que el público, en masa, pintara de blanco los graderíos en solicitud del indulto. Al concretarse, Manolo aseguró su sexto rabo en la capital, pues el reglamento aún autorizaba el premio de los apéndices "simbólicos". O "de plástico", según la ironía del crítico Alberto A. Bitar.

Fin de semana pleno

Llamará la atención de los neoaficionados que, en vísperas de Navidad, el empresario Alfonso Gaona haya inaugurado su temporada de 1979-80 con dos carteles de lujo en días consecutivos. Y llenos casi completos en ambos casos, salvo por algunos claros en los tendidos generales. No corrió con suerte la inauguración –Curro Rivera, Manolo Arruza y la confirmación de César Pastor– porque los de Campo Alegre amargaron la tarde sabatina con su sosería, pero Mimiahuapam lidió un sexteto estupendo, del que, descontado el del indulto, su abreplaza "Mensajero" sería premiado como el toro de la temporada. Encierro a tono con el toro y el toreo que ya se imponía –que imponía Manolo Martínez–, medido de casta y energías pero dulce de estilo y dócil repetitividad.

Unánime la crítica

Lo innegable es que no hubo crítico ni cronista que no sucumbiera a la belleza del faenón de Manolo con "Amoroso", incluido Carlos León, que de enemigo encarnizado del de Monterrey se tornó de repente en decidido ensalzador de su arte, como veremos enseguida al leer un fragmento de la acostumbrada "Carta boca arriba", que el colaborador de Novedades dirigió esa vez al restaurantero Pedrito Illana, "El Rey del Pollo":

"Tal vez sea un caso único en los anales de la fiesta el hecho de que un matador de toros se quede sin matar ninguno de sus enemigos: el primero porque escuchó tres avisos y el otro porque se lo indultaron. Manolo, que es un costal de mañas y se las sabe todas, busca provocar la pasión antes que quedarse en un aburrido término medio. Poco importa que a la hora del banquete digamos que usa el mantel como servilleta porque, de todas maneras, cuando se lo propone se despacha con la cuchara grande y sólo deja migajas para los demás invitados… "Villancico", el segundo de la tarde, era un animal de buen estilo pero muy tardo. Y él sabía que existe un reloj y un reglamento que marca el tiempo reglamentario para un trasteo. Le tuvo sin cuidado. Ya era la hora del café y el glotón seguía con los entremeses. Como era lógico, la Autoridad cumplió con su deber y le fue sonando, uno tras otro, los tres avisos… pero… "Amoroso", el cuarto, fue el ejemplar soñado. Y aunque el de las patillas, siendo de Monterrey, no es propenso al desperdicio de echar toda la carne al asador cuando las chuletas están tan caras, se decidió y ha de haber dicho como reza el refrán ranchero: "¡Ora en cuando, yerbabuena, le has de dar sabor al caldo!".

Y vino el faenón. Manolo Martínez saboreó el yantar, contagiando con su apetito al público, que por igual se deleitaba con la sabrosura de las embestidas del mimiahuapeño que con la pasmosa facilidad con que el reinero consumía la apetitosa vianda. Ahora bien, como no hay loco que coma lumbre, él mismo propició el indulto antes que exponerse a fallar con el cuchillo. Y aquello fue el acabose, con el ganadero Alberto Bailleres y el artista en una locura colectiva que parecía no terminar nunca mientras se concedían, simbólicamente, los máximos apéndices". (Novedades, 24 de diciembre de 1979).

Aun más expresiva fue la crónica de El Universal, firmada por J.C (¿José Claro?). Vean si no: "Completa hoy el cronista cincuenta años de reseñar corridas de toros, ¡y qué pocas veces, en esas más de mil tardes, ha salido relamiéndose los bigotes, como ayer salió! Con los dedos de una mano podría contar faenas como la de ayer: recuerda una de Antonio Ordóñez y una de César Girón, ambas en Madrid, y aquí una tarde de Fermín Espinosa “Armillita”, otra de Lorenzo Garza y unas cuantas más. La de ayer entra en esa cuenta como una de las ocho o diez más grandes faenas que el cronista haya visto en medio siglo. Es, desde luego, la mejor de Manolo, ¡y le tenemos contadas tantas grandiosas!...

"Se juntaron el artista excelso y el toro admirable. Manolo no se fatiga, no se desdibuja, parece continuar creciendo. Porque entre todas sus faenas maravillosas, que lo tienen en el sitial en que está, como figura suprema del mundo de los toros, ninguna nos había asombrado tanto como la de "Amoroso", que iba a más, y a más, y a más a medida que el tiempo pasaba: Manolo era un buen torero desde que vino de Monterrey a La Aurora y un gran torero desde que tomó la alternativa, pero desde ayer es… ¿qué es desde ayer? ¿Qué sigue, para arriba, de gran torero, de gran figura, de estrella deslumbrante? Todo eso ya lo era desde antes. ¿Qué es ahora Manolo, después de su faena a "Amoroso"?" (El Universal, ídem).

El toro vivo

Rafaelillo (Rafael Loret de Mola) se refirió así al toro de los tres avisos: "Manolo, el hombre que lucha con el público, con el biombo, con las porritas pagadas, con las envidias que sufren los que asaltan el pináculo de la gloria, se presentó esta tarde con "Villancico"… al llegar a la faena estaba aplomado el noble burel. Y Martínez le sacó preciosos pases. Demasiado largo el trasteo, no debió insistir tanto. El juez Pablo Pérez y Fuentes le mandó tocar un aviso sin que el matador se hubiera perfilado para matar. Manolo usó entonces su carisma contra él y, con toda calma señaló seis pinchazos. Segundo aviso. Por cierto que el primero lo celebró el matador con tres desdenes que pusieron al público de pie… Por milagro dobló “Villancico” y lo apuntillaron. Sonaron, sí, los tres avisos. Y Manolo escuchó en el tercio larga ovación.

"Amoroso", pase a pase

Prosigue Rafaelillo: "Cuando al bordar tres chicuelinas de seda a "Amoroso" incendió la plaza, ya calentada por las verónicas de recibo y la media piramidal, comprendimos que estábamos al borde de un trasteo memorable. Todo en los medios. Hubo momentos en que las zapatillas del regiomontano dejaron un hoyo en la arena por lo prolongado de la serie y la fijeza de las plantas. Sus piernas ya no son un modelo de agilidad. Bueno, las de Belmonte jamás lo fueron. Los genios de la torería han sido toreros de brazos, no de pies. Martínez podría torear hasta sentado en una silla de ruedas.

Un doblón, un trincherazo y otro doblón con esbozo de firma le sirven para conducir a "Amoroso" a los medios. Cita ligeramente de largo y liga con lentitud y cadencia once naturales clavado en el suelo, y los liga sin enmienda con un pase de pecho largo y sabroso. Pausa. Se mueve el torero, pero regresa a los medios para citar a un toro ya embelesado. Ahora, diez derechazos, martinete, cambio de mano y pase de pecho con la izquierda. Llueven sombreros. Van 28 muletazos. Apenas comenzamos.

Conmociona a la gente un desdén echando la mirada al palco de la autoridad. Cinco naturales y un interminable pase de pecho. Con la lentitud de cada pase y la laxitud exquisita del trasteo, el más indígena de los trasteos que he visto en nuestra barroca fiesta. Martínez subraya el absurdo de la prisa mostrada por el biombo al apresurar los tres avisos. Van ya 35 pases… Otro desdén con dedicatoria. Está exactamente en el centro del anillo. Ahí liga un trincherazo excelso con cinco derechazos que tienen el corte de uno solo. Martinete que prolonga en el cambio a la izquierda y concluye con el más impecable y vertical de todos los desdenes. 45 pases. Ahí, enraizado en el mismo lugar, ocho naturales a cámara lenta de candencia mágica y un maravilloso pase de pecho. Ya son 54. Molinete de largo, cinco derechazos interminables, de vuelta entera cada uno, y tres remates con la izquierda sin enmendar (63). Cuatro naturales más y dos pases de pecho. Intenta perfilarse y el público pide el indulto. Cuatro derechazos majestuosos y dos pases de pecho concluyen la hazaña: 82 muletazos… Vuelve "Amoroso" a toriles y Manolo da cuatro vueltas al ruedo –una con el ganadero– y sale a los medios dos veces luciendo las orejas y el rabo simbólicos. El grito de "Torero, torero" se repite como un eco interminable durante largos minutos". (Diario de Yucatán. Ídem).

Muy bien Lázaro y Miguel

El linarense Lázaro Carmona confirmó su alternativa con el magnífico "Mensajero", conceptualizado como más completo que "Amoroso" en razón de su brava pela en varas y su espléndido trapío. Toro muy noble al que el hispano toreó con limpia y académica corrección, un tanto frío acaso. Pero causaron muy buena impresión sus finas verónicas de recibo y su templada y torera faena, si bien demoró la suerte suprema en el afán, finalmente frustrado, por matar en la suerte de recibir. Con todo, lo llamaron a dar la vuelta al ruedo, mientras los restos de "Mensajero2 eran despedidos con fuerte ovación. Con el deslucido sexto el de Linares optó por abreviar.

Miguel Espinosa tuvo el mérito de sobreponerse al clímax de "Amoroso" para cortarle la oreja a "Peregrino", el buen toro de Mimiahuapam corrido en quinto lugar. En los albores de su contradictoria carrera, el hidrocálido vástago del maestro Fermín aún trazaba con gallardía la verónica clásica y ponía banderillas, con facilidad aunque sin emoción. Con la muleta estuvo atinado y breve con el soso "Misionero" y mucho mejor con "Peregrino", recreándose al correr la mano con limpieza y arte, especialmente por naturales, y gustando la solera de sus variados remates. La magnífica estocada le permitió cobrar una oreja de ley.

Para la buena afición capitalina fue una tarde de las que quedan grabadas en la historia.


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