Una década sin Pablo Labastida
El ganadero de Espíritu Santo que se fue a una edad temprana
Hoy se cumple una década de la lamentable partida del ganadero Pablo Labastida, que a los 47 años se marchaba dejado tras de sí una estela de inmensa afición al campo y al toro de lidia, al que se dedicó con esmero durante casi toda su laboriosa existencia, con el compromiso heredado de una de las dinastías más importantes y longevas de nuestra Fiesta: los Labastida.
Y allá en tierras potosinas cercanas a la vieja casona de Santo Domingo, Pablo aumentó con creces el trabajo de su padre, el doctor Manuel Labastida, que con tanto esmero siempre buscó hacer próspero el rancho con siembras y ganado lechero, en un afán de optimizar los recursos que le permitieran hacer viable la crianza del toro de lidia.
Con esa misma filosofía de trabajo, Pablo se aficionó a todo aquello que rodeaba al toro, al que dedicó sus desvelos y que, al correr de los años, compaginó con una carrera como apoderado en la que dio unos primeros pasos con éxito y donde también ya apuntaba una manera de ser que iba en la misma dirección de su personalidad y su carácter.
Pero era el toro lo que siempre lo movió; vamos, su verdadera inspiración, así como ese legado que dejó a sus hijos Pablo y Álvaro, y que también compartía con su esposa Paulina Gordoa, de familia ganadera, que desde entonces ha continuado con el mismo cariño la obra iniciada juntos muchos años antes.
Hoy hemos querido recordar a Pablo Labastida Aguirre en esta fecha de triste recuerdo, pero que mantiene vivo su recuerdo como un hombre de bien; un enamorado del toro y del campo; un hombre de esos que tanta falta siempre hacen a la Fiesta.
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