Una tarde sumamente emotiva e interesante se vivió hoy en la Plaza México, como hacía tiempo no ocurría en una novillada a la que acudieron más de 8 mil espectadores ávidos de sentir la experiencia que se vio ampliamente recompensada con la arrebatada entrega de los novilleros.
Y aunque el encierro de San Diego de los Padres no dio el juego esperado, los tres toreros del cartel se entregaron a rabiar a lo largo de la lidia de los seis ejemplares, a lo largo de un festejo que tuvo mucha miga y no estuvo exento de controversia, ya que al final del mismo no se le entregó una oreja Alejandro Adame, no obstante que el juez de plaza la había concedido.
Las dos magníficas estocadas de Miguel Aguilar, además de sus faenas repletas de actitud, le pusieron en las manos sendos apéndices que le facilitaron la salida hombros por la Puerta del Encierro, que también debió haber sido para sus compañeros de cartel, porque, así de actitud y entrega se trata, no se quedaron atrás.
Variedad en los quites, temple en el trazo, y un querer ser a prueba de todo, dejó el hermano menor de Mario Aguilar hoy en el redondel de la Plaza México, donde tuvo la inteligencia de revertir el ambiente hostil que había cuando el cuarto novillo de la tarde, que siendo muy flojo de en varas, no fue devuelto a los corrales a pesar de las protestas del público.
Pero Aguilar nunca se desesperó y se mantuvo firme, toreando de pie o de rodillas, con la misma entrega desplegada en una actuación sólida y solvente por donde se mire.
El hecho de haber sido el triunfador numérico de la tarde, no le separó de lo que hicieron los toreros que lo acompañaban en esta terna tan prometedora. Porque si Eduardo Neyra, que era el menos toreado del cartel, también sacó a relucir su buen concepto del toreo y un estilo elegante y sobrio, que le granjeó el respeto y reconocimiento del público que supo aquilatar su toreo.
A los dos novillos de su lote trató de entenderlos con cabeza clara, buscando gustarse en cada uno de sus trazos. Y como también estuvo variado de capote, ejecutando saltilleras y caleserinas, además de desenvolverse con soltura al torear de muleta y también con la espada, a su espuerta fue a dar, de manera más que merecida, la oreja del quinto de la tarde, con el que dejó pasajes de buen toreo con ambas manos, sobre todo al natural.
Ahí quedan también las tres largas cambiadas de rodillas en el centro del redondel como una muestra más de su afán de triunfo y deseos de no dejarse ganar la pelea. Desde ese momento demostró que venía a triunfar.
El debutante de la terna, Adame, ya había hecho un gran esfuerzo con el primero de su lote, que no fue nada fácil porque se quedaba corto y sabía lo que dejaba atrás. Gracias a su pundonor consiguió robarle muletazos de valía que fueron reconocidos por un público en una faena de menos a más, que terminó de una estocada corta a la que le hizo falta un poco más de profundidad para haber dado muerte con más prontitud a un novillo exigente.
Tampoco lo tuvo fácil con el sexto, que salió de toriles con mucho brío y lo saludó con dos arriesgadas largas de rodillas a la vera de las tablas. De ahí vino un quite por chicuelinas antiguas, previo a una faena donde primó la emoción sobre la calidad de sus procedimientos, hasta que vino una dramática voltereta en la que se salvó de milagro de una cornada. Y regresó al fragor de la batalla, humedecido por una ligera llovizna y varios embates de viento que le impedían mantener planchada la muleta.
Pero con todo y eso, además de la paliza que ya llevaba encima, tuvo los arrestos de tirarse a matar con determinación y colocó una estocada entera que hizo doblar rápido al novillo, lo que terminó de desbordar el entusiasmo colectivo de un público rendido a su valor.
Los gritos de "¡torero, torero!" debieron recompensar su ánimo tras verse sin ningún trofeo en las manos, no obstante que el juez de plaza había concedido el apéndice en cuestión. Pero la confusión de la autoridad de callejón y los alguacilillos, terminó por resarcir la que parecía una flagrante injusticia y, en un hecho anecdótico sin presidentes.
Entonces, ya sonriente, Alejandro dio una segunda y tardía vuelta al ruedo una vez que le trajeron la oreja del destazadero, hecho que sirvió para reivindicar el yerro que habían cometido las autoridades de plaza, quienes, en un gesto que les honra, no tuvieron empacho en aceptar el error y el desaguisado generado entre público y profesionales.
Así terminó un festejo, de firma trepidante, con un público feliz que hoy vivió con intensidad y emoción una tarde de esas que hacen afición. Ojalá que esta muestra de actitud y pundonor de la que hicieron gala los toreros, se mantenga en las otras dos novilladas que aún quedan por celebrarse, ya que hoy día, más que nunca, la fiesta de los toros está urgida de provocar emoción en el público y enviar el mensaje a la sociedad de que está viva y es, en sí misma, un referente de valores.
Ficha Ciudad de México.- Plaza México. Primera novillada de la Temporada de Novilladas. Unas ocho mil personas en tarde espléndida hasta el sexto, que empezó a lloviznar. Novillos de
San Diego de los Padres, que sustituían a los de
Jaral de Peñas, bien presentados, de poco juego en su conjunto. Pesos: 459, 468, 473, 445, 446 y 462 kilos.
Miguel Aguilar (azul marino y oro): Oreja con algunas protestas y oreja.
Eduardo Neyra (verde olivo): Palmas tras leve petición y oreja.
Alejandro Adame (rosa mexicano y oro): Palmas tras aviso y oreja. Incidencias: Sobresalió en banderillas
Juan Ramón Saldaña, que banderilleó con soltura al 3o.
Adolfo Sánchez bregó con eficacia al 5o.; y en varas,
Omar Morales, que picó al 6o. muy bien y saludó una ovación. Por una confusión en el final de la lidia del sexto, a
Alejandro Adame le dieron la oreja una vez que el toro había sido arrastrado. Al terminar el paseíllo se tributó un minuto de aplausos a la memoria del monosabio
Quiroz, fallecido hoy.