La Corrida de las Luces no era una apuesta fácil para la Temporada de Reapertura de la Plaza México, ya que el sábado no es un día en que la afición tenga costumbre de ir a los toros. Y mucho menos a un festejo nocturno. Sin embargo, la gran asistencia de público a los tendidos fue el mejor ejemplo de que hay que intentar hacer cosas nuevas, e ir aprendiendo de la experiencia.
Hacía tiempo que un cartel compuesto exclusivamente por toreros mexicanos no generaba una entrada como la que se registró, que rondó los 20 mil espectadores; es decir, unas tres cuartas partes del aforo permitido, que para esta fecha todavía era del 75 por ciento.
Y si esta expectación no se vio recompensada con un éxito artístico proporcional al entusiasmo que había en la plaza, se debió al pobre juego de los toros en su conjunto. De cualquier manera, la Corrida de las Luces tendrá que ser perfeccionada, en aras de convertirse en otra atractiva fecha "temática", que aporte brillantez al conjunto de una oferta taurina a la que le urge un cambio de formato.
Para que eso pueda ocurrir sería necesario cabildear con los legisladores y hacer la modificación pertinente al Artículo 43 de la Ley para la celebración de Espectáculos Públicos, conservando, claro está, la obligatoriedad de dar un mínimo de 24 festejos anuales (doce corridas de toros y doce novilladas), pero sin el acartonamiento actual en fechas de inicio y otras condicionantes que impiden elaborar un formato diferente.
Al margen de conseguir modificar ese artículo de la Ley para hacer las adecuaciones pertinentes, tanto a la temporada de novilladas como a la de corridas, seguramente habrá muchas ideas en la mente de profesionales y aficionados.
Aquí está un ejemplo: dar ocho novilladas entre marzo y abril. Hacer una pausa veraniega en época de lluvias. Programar dos novilladas más de pretemporada, en el mes de octubre, y dos corridas de oportunidad antes de que llegue noviembre. Después, dar seis corridas de toros consecutivas entre el primer domingo de noviembre y el 12 de diciembre, para abrochar esta parte de la actividad con la Corrida Guadalupana.
Antes de que termine el año, celebrar una novillada donde se dispute la Oreja de Plata, el 25 de diciembre, con la presencia de los novilleros triunfadores y, una semana más adelante, recuperar la corrida de Año Nuevo, que podría ser la de rejones.
Después, un descanso obligado en el mes de enero, durante la famosa “cuesta”. Y la temporada podría rematarse a comienzos del mes de febrero, con una miniferia de tres corridas al hilo de aniversario. Y vuelta a empezar en marzo con las novilladas. ¿Suena bien?
Esto es apenas un boceto de oferta taurina a vuelapluma. Pero resulta más que evidente, la necesidad de hacer un cambio al formato, enriquecido con fechas puntuales y festejos temáticos que le confieran un valor añadido a la oferta taurina de la plaza más importante de América.